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La Ruta Turca. De Caltagirone a Catania. 06JUL2019

A ver, que hoy había más cosas para estar contento que para estar agobiado: Hemos visto varios pueblos de tres estrellas, hemos comido a la orilla del mar, hemos disfrutado de un Nestea casi helado que recordaré en años,… Pero mira, me he cruzado a mitad de tarde, vaya usted a saber por qué. Y eso que Belén ha intentado animarme, pero no he estado a la altura de las circunstancias. Supongo que algo de calor he pasado. Y medio deshidratado que estaba…

Hoy el día ha transcurrido por Ragusa***, un pueblo espectacular donde su zona baja quedó devastada por un terremoto, y les dio por restaurarlo. Lo que impresiona es la cantidad enorme de casitas, tejaditos, callejuelas y placitas que hay, a todo lo que te da la vista. No se acaban nunca. Y todo eso lleno de escalones. Nos estamos haciendo adictos a las escalinatas.

El segundo punto de visita era Marzamemi**, un pequeño puerto pesquero atunero que tiene una plaza de lo más coqueta y tranquila, a pesar de los múltiples restaurantes que tiene. Creo que está más pensado para la noche que para el mediodía, pero hemos disfrutado de su Nestea halado que hemos conseguido in extremis porque cerraban el súper, y de una comida ligera a pie de mar Mediterráneo.

Noto*** ya me la esperaba monumental, pero me ha sorprendido aún así. Si vas por la calle central, durante centenares de metros no paras de encontrarte iglesias, catedrales, palacios, teatros,…. Un despilfarre de barroco! Un pueblo para disfrutar a pesar del calor que seguía haciendo. Y allí es donde me he comenzado a cruzar.

Y llegué cruzado a Siracusa y su casco antiguo que ocupa una isla. Ni los waterpoleros en piragua, ni las múltiples bodas, ni Belén intentando que comiéramos y bebiéramos algo me han sacado de este estado de pesimismo que no me merezco. Solo me hacía falta echar una mirada a mi alrededor, a pesar de que nuestro hotel en Catania no era el que elegimos en un primer (ni en un segundo) momento… cosas de booking y de overbooking… Pero no está mal. Digo que miro a mi alrededor, veo las fotos del espléndido día de hoy, veo a Belén disfrutando de unas merecidas vacaciones, miro el calendario y veo que aún nos quedan más de veintipico días de viaje… Y qué más quiero??? Se acabaron los días cruzados. Lo prometo.

La Ruta Turca. De Palermo a Caltagirone. 05JUL2019

Sin querer dar lecciones de economía que no puedo dar, el coste de oportunidad va sobre de lo que renuncias cuando haces una elección. Porque muchas veces no puedes hacer dos cosas a la vez. A su vez, el valor intangible de las cosas se refiere al valor incuantificable de dicha cosa. Pues bien, hoy hemos tenido que utilizar la economía aplicada en unas cuantas ocasiones. Pero vamos por partes.

Ayer el paseo nocturno por Palermo*** fue de lo mejorcito de lo que llevamos de viaje. Cena ligera de ensaladas mediterráneas, paseo por calles muy animadas, y el descubrimiento de la Catedral de Palermo. Y mira que el mes pasado la dibujé para mi serie de #undibujoaldía, con lo que me había tenido que empapar de sus detalles pero… en directo es simplemente espectacular. Recargada pero no en exceso -o quizá sí-, con múltiples elementos dispuestos con armonía pero con una chispa de locura: torres, cúpulas, más torres, almenas redondeadas… Un desparrame de detalles.

Y hoy, a pesar de que habíamos añadido un par o tres cosas más de última hora, la cosa es que no estaban los astros favorables. Al salir de Palermo lo hicimos por la Porta Nuova, que queríamos ver. Bueno, curiosa cuanto menos por las cuatro estatuas que la flanquean. Toda bastante negruzca, cosa que hace que no desentone del resto de la ciudad.

Y el siguiente punto era el puerto atunero de Scopello. Al acercarnos ya me olía yo el fracaso. Carreterita estrecha, y coches en fila… Al final, no había más remedio que parquing de 3€ y bajada al puertecito-playita andando por un camino de tierra. Y ahí entra el coste de oportunidad: Si no nos paramos me pierdo la vista del puertecito que parecía chulo en las fotos, pero si paro pierdo 3€, casi una hora de tiempo y un valor intangible de salud por tener que hacer el paseito en ropa de moto durante una hora… Al final decidimos que nada de Scopello. 0 de 1.

Habíamos añadido también unas ruinas que pillaban de paso, el templo de Segesta. Pero cuando llegamos, nos dicen que debemos dejar las motos en un parquing a 1 kilómetro y coger los autobuses lanzadera. Todo para ver un templo que no estaba previsto, con la cantidad de piedras que ya hemos visto y tenemos previsto ver en los próximos días… Coste de oportunidad de nuevo… y no, a mí no me vale la pena verlo perdiendo una hora o más de vida. Al final, nada de Segesta. 0 de 2.

Otra de las cosas añadidas a última hora esta mañana era un castillo encantado en Sciacca, donde un tipo le dio por esculpir nosecuantas cabezas sin tener mucha idea. Llegamos al pueblo, y después de comer algo de fruta, nos pusimos a buscar el castillo de marras. Y nada, que no. Una búsqueda más exhaustiva en Google nos hace ver que hay que comprar una entrada combinada con un par de museos más de la ciudad, con lo que… nada de castillo encantado. 0 de 3.

A pocos kilómetros se encuentra la Scala dei Turchi**, una formación rocosa blanquecina que forma una especie de gradas que acaban en una playa. En lugar de bajar a la playa, decidimos hacerle fotos desde arriba. No me digas por qué. Supongo que el calor tendrá algo que ver. 1/2 de 4.

Y ya que habíamos tenido poco éxito, nos ha dado por improvisar intentando visitar unos templos romanos cerca de Agrigento que se veían estupendos desde la carretera. El Valle dei Templi, le llaman. Ya que teníamos tiempo, nos hemos desviado y al entrar en el parking para comprar la entrada… pues que estaban haciendo un spot para Dolce & Gavanna y hoy estaba cerrado todo el complejo arqueológico. Una vez que decidimos gastar tiempo y dinero en un bien intangible, nos damos de bruces con el marketing. “Es el mercado, amigo”; que diría aquel. Resultado definitivo: 1/2 de 5.

Pero lo que nos quedamos es con el valor intangible de las vivencias, como disfrutar de una vista casi aérea de Castellamare del Golfo, saborear unas nectarinas que han salido casi gratis cuando Belén se ha encontrado 2€ en el parking, o disfrutar de la brisa a escasos metros de un mar verde turquesa mientras descansábamos nuestras maltrechas posaderas de tanta moto.

Hoy en Caltagirone, veremos seguro una escalinata que nos va a encantar. Este punto lo añadí a mi lista cuando pasó por aquí el Giro del 2018. Para que veáis que el deporte no está reñido con la cultura.

La Ruta Turca. De Nicolosi a Palermo. 04JUL2019

Despertarte, hacer la maleta, desayunar, programar el GPS, pagar la habitación, cargar las motos, conducir, fotografiar, grabar, beber, conducir, fotografiar, beber, poner gasolina, más conducir, llegar al hotel, ducharse, hacer el dibujo, escribir la crónica, salir a cenar,…

Esperas durante once meses un viaje para salir de tus rutinas,… y no te das cuenta y al tercer día ya estableces tus nuevas rutinas de viaje. Son las paradojas de los seres humanos. Pero aún así, cada día es diferente, al menos en los detalles. Porque lo esencial es invisible a los ojos.

Hemos rodeado el Etna por el sur, y nos ha dejado ver sus penachos humeantes e imponentes. No he dejado de pensar en su hermano de Stromboli, una pequeña isla cercana. No vaya a ser que entren en armonía y le dé por escupir fuego… Pero no. Al menos hoy, solamente vomitaba humo.

Y por delante nuestro, más de 170 kilómetros de curvas. Muestrario de curvas, diría. Unas carreteras muy aceptables y muy divertidas. Pero creo que hoy he muerto de éxito. Que me he cansado de curvas, vamos. El sol aprieta pero no ahoga, al menos es un calor seco, pero todo el día rascando los 35ºC… y eso no acompaña mucho en la diversión curvera.

En cuanto a pueblos, dos a destacar. Petralia Soprana** es, en palabras de Belén “una especie de Aínsa”. Y eso es un gran elogio. Pueblecito encaramado en el risco, con casitas de piedra, algunos palacetes y un par de iglesias muy chulas. Ahí hemos comprado un pan lo más rústico posible, que luego hemos acompañado con una lata de sardinas. El menú de hoy.

Y las curvas siguen y siguen, y yo esperando ansiosamente llegar a la costa para notar algo de la brisa marina. Una brisa y una costa que no llegaban nunca. Hasta que llegaron y nos encontramos con el mar Tirreno de bruces. En Cefalú***, nada menos. Una pequeña población costera, muy turística, llena de tiendas de souvenirs en su parte vieja, pero que no me ha dado sensación de agobio. Su duomo ha aparecido de pronto, y la verdad es que para mí ha sido lo mejor del día. Porque el helado de pistacho… como que no, si lo comparamos con el granitta de ayer. Pero el azul Del Mar y la brisa marina… eso sí que ha valido la pena.

Y finalmente setenta kilómetros de costa para llegar a Palermo, donde dormimos hoy. El tráfico se ha hecho… digamos que caótico por ser suave. Las líneas de las avenidas sirven de poco -de hecho ni se ven-, los coches adelantan por el arcén, en las rotondas tiene preferencia el que primero dispare. Lo normal para Sicilia, supongo. Y como tenemos muchas cosas que ver en la ciudad, y no queríamos dejar la crónica para después, os contaré cómo es en la crónica de mañana. Al menos lo esencial que sea visible a mis ojos.

La Ruta Turca. De Vibo Marina a Nicolosi. 03JUL2019

Cornettos. Eso desayunamos todos los días. Es lo que te ponen en los bed and breakfast. Pero tranquilos. No son helados. Son croissants. Y encima puedes elegir sabores: sin nada, con chocolate o Nutella, con mermelada… un poco más y el primer día se lo pido de ron con pasas.

La costa sur de Italia es turística años setenta. Suciedad en las calles, apartamentos roñosos, hoteles venidos a menos,… pero con ese encanto italiano por lo ruinoso. La carretera de la costa va saltando de pueblo en pueblo hasta llegar a Tropea**. Muy turístico, con playas cuidadas llenas de gente y el atractivo de sus edificios colgados en delicado equilibrio sobre ellas. Nos ha costado encontrar la foto buena. Y la verdad es que no sé si la hemos encontrado.

Había alguna carretera cortada que nos ha obligado a coger nuevamente estrechos caminos asfaltados con pendientes muy pronunciadas, cruces imposibles y tornantis traicioneros. Justo en una conjunción de todos esos elementos Belén la ha liado parda: se ha quedado en medio obstaculizando a los que bajaban, a los que subían o a los que salían de al lado. Porque estábamos solos y de pronto han salido coches de debajo de las piedras. Al final Belén ha solventado el problema de una manera muy profesional, meciéndose con su BMW por donde prácticamente no había. Cómo va aprendiendo!

Luego hemos seguido hasta Scilla**, otro lugar turístico pero con algo más de glamour. Lo fundamental de esta parada era ver el castillo que se adentraba en un risco sobre un Mediterráneo de un azul y verde turquesa que lo flipas.

Vamos a ver, señores italianos: con lo setenteros que sois, cómo se os ocurre poner la cola del ferry directamente para embarcar, suponiendo que todo quisque ha comprado los billetes OnLine? Porque la cosa es que nos hemos puesto en la fila, y cuando arrancaban para entrar en el barco nos han avisado que teníamos que comprar los billetes en el edificio que nos hayamos dejado atrás. La hemos liado parda otra vez retrocediendo. Pero al final hemos llegado al barco.

Mesina estaba colapsada a mediodía. Nos ha costado salir. De hecho toda la costa siciliana que hemos recorrido estaba colapsada. Y con un calor húmedo de esos que te agarra y no te suelta. Hasta que hemos ascendido hasta Savoca**, donde se encuentra el bar Vitelli, que hizo famoso la película de El Padrino. Pero lo mejor del bar era sin duda su granitta de pistacchio, simplemente espectacular y más tomada en la terraza del Vitelli, casi a solas hasta que han llegado las hordas de turistas en autocares. Hemos huído de ahí como hemos podido, por una carreterita aún más estrecha que la de esta mañana, pero realmente espectacular.

De vuelta a la costa y sus atascos, el GPS ha decidido que hagamos unos kilómetros de pista para evitarlos, con vadeo de río incluido! La nota aventurera del día. Y así hemos subido hasta los 1900 metros del refugio del Etna, que rezumaba fumar olas por su cono volcánico. Espectacular la grandeza del volcán, justo el día que José Antonio Tejera (gracias!) me avisa que el volcán Stromboli -situado en una isla a unos 140 kilómetros de aquí- ha entrado en violenta erupción… Toquemos madera, porque ahora mismo estamos en Nicolosi, en la falda del Etna, a escasos 18 kilómetros de su cráter… Pero… La aventura es la aventura. Y mañana el cornetto volverá a ser de Nutella.

La Ruta Turca. De Potenza a Vibo Marina. 02JUL2019

Experto en urbanismo, en impuestos municipales, en instalaciones para minusválidos, en genealogía hispánica. Masajista ayurvédico, osteópata, hotelero del año, experto cafetero y codeándose con ministros. Así es Roberto, el dueño de nuestro hotel. Chileno nacido en la Isla de Pascua, pero italiano por los cuatro costados. Del Real Madrid, con aversión moderada a todo lo que sea blaugrana, y odio desmedido a todo lo argentino, llámese Messi o Papa Francisco. Así es Roberto. Un gran tipo.

En lo turístico la cosa hoy ha ido de pueblecitos encaramados a los riscos. El primero de ellos Castelmezzano***, y la primera grata sorpresa, ya que es mucho mejor al natural que en las fotos que había podido ver. En la falda de una montaña imposible, coronada por rocas de granito. Toma ya. Y a un par de kilómetros en línea recta, pero a más de quince por la estrechísima carretera de montaña se encuentra Pietrapertosa**. Posiblemente perdió la ventaja de ser el primero, o posiblemente tenía un punto menos de espectacularidad, pero se queda claramente en segunda posición. Pero lo que sí nos dejó boquiabiertos fueron las enormes vacas de extremadamente largos cuernos que ocupaban toda la minúscula carretera. Menos mal que tenían ellas más miedo que nosotros.

Siguiendo esos caminos rurales semiasfaltados llegamos a Corleto Perticara*, cerca de una explotación energética de Total, diría que de gas. Los tejados se disponen milimétricamente uno encima de otro, desparramándose nuevamente por la ladera de la montaña. Quizá el único prescindible del día.

Y después, autopista hasta la joya del día, Morano Cálabro***. Con sus colores grisáceos mortecinos ocupaba toda la vista desde abajo. Coronado con alguna iglesia y un derruido castillo, el paseo por sus estrechísimas callejuelas, escaleras, rampas y callejones imposibles que habrían encandilado al mismísimo Escher ha sido sin duda excepcional.

Y por último vuelta a la autopista sufriendo unos 39.5ºC, de momento el récord del viaje. Afortunadamente llegando a la costa ha bajado la temperatura bruscamente casi diez grados, quedándose en unos soportables 30ºC que con nuestro chaleco refrigerante Alpinestars se llevan divinamente.

Hoy dormimos en Vibo Marina -sin estrellas- que a priori nos parecía un lugar de costa turístico y que una vez visto se queda solamente en… un lugar. Mañana más.

La Ruta Turca. De Zungoli a Potenza. 01JUL2019

Nos dio la mano efusivamente cuando llegamos al restaurante. Sin duda era el dueño. A pesar de haber sobrepasado ampliamente la edad de jubilación, ahí estaba al pie del cañón una vez más. Al rato, vino a tomarnos nota.

— Quiero eso de ahí —dijo Belén señalando una apetitosa cazuela llena de mejillones y almejas tapada con masa de pizza que acababan de servir en la mesa de al lado.

—¡Ahh!— asintió el viejo Giuseppe. No sé si se llamaba Giuseppe, pero por qué no? Pues Giuseppe comenzó a navegar por la carta, página arriba, página abajo, buscando dicho plato. Pero que nos daba igual cómo se llamaba, queríamos ese. Y siguió buscando, dando la sensación que no sabía mucho de su propia carta. Pero no dejaba de tener una sonrisa en la boca.

—L’antipasti mixta di vongole e cozze —dijo finalmente con cara satisfecha.

—Pues eso —dije. —Y de segundo, esta pizza —dije señalando con el dedo una de sus pizzas del apartado de pizzas especiales de la dichosa carta.

Ma questa non é una pizza— dijo. Leches, pero si está en la página de las pizzas. —Ma tranquilo, la facchiamo en pizza.

La verdad es que lo que trajeron luego a la mesa ni era una pizza -era un calzone- ni tenía la rúcula y el parmigiano que ponía en la carta. Pero vale, estaba buena.

Y si tenemos en cuenta que luego nos cobró dos veces el servizio de dos personas, podríamos decir que la cena fue un desastre. Pero nada más lejos de la realidad. El trato servicial de Giuseppe y la calidad de los productos fue lo que me queda en la memoria. Y al viejo sentado en su pequeña mesa de despacho, repasando una y otra vez esa carta que posiblemente comience a disiparse ya de la suya.

Esta mañana hemos comenzado nuevamente la ruta, que discurría casi en su totalidad por carreteritas venidas a menos, con esas que tienen mil y una cicatrices. Pero cicatrices gordas gordas. Infinidad de colinas tapizadas de dorados campos de cereal nos rodean durante toda la mañana. Bovino ha sido el primer pueblo. No estaba en los planes, pero ha resultado de los más agradables para pasear, con sus paredes encaladas y su intrincado callejero. Tan intrincado que el agradable paseo casi se ha convertido en una verdadera scape room. Mientras buscábamos la salida del pueblo, los más viejos del lugar nos miraban descaradamente al pasar, supongo que por nuestra pinta de astronautas.

En Calitri había depositado todas mis esperanzas, pero finalmente la vista del pueblo ha sido infinita mente mejor desde lejos que desde dentro. El pueblo, muy caluroso y desierto, no nos ha enseñado gran cosa, a excepción de una fuente en las afueras para refrescarnos.

Venosa, tras la comida a pie de carretera, ha servido para ver el imponente Castillo Aragonés -tengo que buscar por qué se llama así- y para tomarnos un pedazo de helado italiano -claro- de los que quitan el sentido y dan mucha sed.

Y el último pueblo del día ha sido Acerenza, que aparecía en el risco muy altanero y orgulloso. Por dentro no estaba mal, pero no supera, a mi entender, a Bovino.

Y finalmente el hotel en Potenza. Habitación moderna y acogedora, pero barrio aparentemente complicado. De hecho estoy esperando que comience la redada en cualquier momento.

La Ruta Turca. De Roma a Zungoli. 30JUN2019.

…Y comenzó el viaje. A alguno le sorprenderá lo curvada que puede ser la distancia entre dos puntos. Me refiero a que sí, que la ruta nos llevará a Turquía pero antes daremos unos cuantos rodeos. Y el primero comienza hoy.

Desde Civitavecchia ayer fuimos a Roma, y paseamos por los lugares más emblemáticos, ampliamente conocidos y repetidos en múltiples de nuestros viajes. Es el placer de repetir lugares sin presión por verlo todo en un tiempo limitado: esta vez vimos lo que más nos interesaba. La Fontana di Trevi, el templo de Adriano, el Panteón, la piazza Navona… Y esta mañana, paseo para saludar al Coliseo. Y ya. Arrivederci Roma.

Autopista hasta Nápoles, que no hay tiempo que perder. Quizá sea la última autopista que pillemos hasta dentro de semanas. La cosa era llegar a Pompeya a una hora decente, verla pausadamente y poder seguir ruta. Pompeya siempre impresiona. Cantidad de calles y callejuelas, templos y casas humildes, palacios, lupanares, anfiteatros… Si quitas a todos los chinos, te parecería estar en la antigua Roma. Y siempre con su majestad el Vesubio omnipresente, como recordándote lo efímera que es la vida… Pompeya, siempre recomendable.

Encontrar un supermercado abierto en Italia un domingo al mediodía es tarea casi imposible. Pero lo logramos. Nos apetecía comer fruta, y así lo hicimos, en una pequeña placita arbolada donde poder refugiarnos del solazo que seguía pegando. Refrescante y ligero. Porque las cenas en Italia van en contra de mi control de peso. Ya verás cuando le vuelva a dar a los pedales el mes que viene… miedo me da!

Y llegamos por carreteras secundarias, de un asfalto más que dudoso (sí, más que dudoso diría inexistente: ¡menuda sarta de baches uno tras otro nos hemos comido!), llegamos a Zungoli, uno de los pueblos más bellos de Italia, como así consta en la entrada. Luego lo comprobaremos.

Y no me extiendo más, que si no, la cosa se alarga y no me leéis. Hasta mañana!

Retorno a Marruecos

 

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(Lector impaciente, vídeos al final de la entrada)

Siempre es bueno retornar a aquellos lugares en los que disfrutas. No soy mucho de repetir destinos, ya que bastante grande es el mundo como para tener que repetir. Pero cuando el tiempo es limitado y los objetivos desconocidos están demasiado lejos, no hay nada mejor que revisar los que están más cercanos (relativamente), descubriendo nuevos, redescubriendo los ya conocidos.

En esta ocasión describiré el viaje en forma de tips, pequeños consejos que hemos ido recopilando en mis tres viajes a Marruecos, aunque fundamentalmente basados en nuestra última experiencia.

La frontera.

Sin duda, es la peor pesadilla de Marruecos. Tras dos viajes atravesando por Melilla por motivos personales -cosa que NO recomiendo en absoluto- esta vez decidimos Algeciras-Tánger Med. Los trámites fronterizo los haces en el ferry, así ahorras mucho tiempo. Pero no así los aduaneros, que se deben formalizar ya en tierra. Y como el ferry generalmente va con retraso (Transmediterránea al menos), una cómoda llegada a las 20:00 se transformó en una agónica entrada en Marruecos a eso de las 2 de la mañana. Y aunque la salida por la misma frontera fue bastante más «europea», la entrada fue caótica. Decenas (o cientos) de coches parados, sin orden ni concierto, y búscate la vida para que un funcionario te coja los papeles y te haga la tarjeta de entrada (desde principios de año no debes rellenar ningún formulario, lo hace el funcionario directamente con los papeles de la moto). Conclusión: al parecer la mejor manera de atravesar el estrecho es desde Tarifa a Tánger. Apuntadlo.

La autopista.

El primer día viajamos de Tánger a Marrakech, visitando alguna cosilla. Para ir más ràpido decidimos ir por autopista. En su web especifican que es posible el pago con tarjeta de crédito. No os lo creáis. Según me dijo el de la garita, solo para tarjetas nacionales. Así que preparad dinero en efectivo. Lo bueno es que son bastante baratas (calcula la mitad de lo que costaría el trayecto en España).

Asilah.

Fue uno de los descubrimientos de este viaje. Lo mejor, como suele pasar en las ciudades marroquíes, es adentrarte en su Medina. Una Médina muy parecida a los pueblos blancos de Andalucía, con múltiples detalles salpicando de un intenso azul. Fuera de la zona más comercial encontrarás rincones con encanto, y unas blancas murallas a pie de océano.

Casablanca.

De Casablanca solamente nos interesaba la Mezquita de Hassan II, que con su minarete de más de 200m de altura es el más alto del mundo árabe. Para llegar hasta ella cárgate de paciencia: el tráfico en las grandes ciudades es caótico.

Aparcar la moto en las Medinas.

Tanto en Tánger como en Marrakech o Fes teníamos el alojamiento dentro de la Medina. Allí es imposible aparcar a no ser que lo hagas en alguna pequeña plaza o lugar donde varios vigilantes te «invitarán» insistentemente a aparcar. No huyas, no tienes otra opción. Ahora, vigila mucho con los precios. En Tánger nos llegaron a pedir 200dh (unos 20€) por moto y noche. Aconsejados previamente por nuestro alojamiento, sabíamos que no debíamos pagar más de 40dh (4€) por las dos motos. El Marrakech es algo más caro, y el primer día pagamos 10€ por las dos, aunque vimos al día siguiente que podíamos haber apretado al menos hasta 7€. En Fes pagamos 5€.

Essaouira.

La ciudad costera tiene un encanto especial. La Medina, muy colonial, blanca y amurallada tiene su encanto, pero lo que la hace realmente especial es su puerto pesquero. Si vas a última hora de la mañana, encontrarás los pescadores vendiendo el género cerca de sus barcos. Y luego por un módico precio (13€ los dos, aunque podíamos haberlo conseguido más barato) te tomas una parrillada de pescado que te chuparás los dedos.

Los riads.

Sin duda mi opción preferida de alojamiento en las ciudades. Siempre se sitúan dentro de las medinas, por lo que es difícil (si no imposible) aparcar en la puerta. Y llegar hasta los lugares de aparcamiento puede suponerte unos buenos 20 minutos agobiado entre gente, burros, bicicletas y scooters. Luego está el problema de encontrarlos: no hagas como yo y no confíes en tu GPS: los callejones de las medinas son incompatibles con tu Garmin: las pérdidas de cobertura, y lo intrincado de sus callejuelas hace que aunque estés a 5 metros del riad la puerta se encuentre en otro callejón al que te costará una caminata de 300 metros llegar. Se ofrecerán muchas personas y niños a acompañarte, que insistentemente te preguntarán por el riad donde te alojas, sobre todo si vas acarreando maletas. No pierdas tiempo y deja que te acompañen. Solamente te costará unos pocos dinares.

Todos estos inconvenientes se verán recompensados en cuanto entréis a ese oasis de paz y de lujo a un módico precio: nunca te fíes de la primera impresión por fuera. Te sorprenderás.

Marrakech.

Sin duda la joya de la corona. Si tienes tiempo, hay varias visitas imprescindibles, como el palacio de El Badía, la Madrasa o los jardines de La Menara. Pero lo que nunca te puedes perder, vayas las veces que vayas, es el ambiente nocturno de la plaza de Jma el Fnaa. Como médico debería desaconsejarte tomar un zumo de naranja o comer en uno de los múltiples puestos callejeros, como máximo un refresco en la terraza del Café de París, pero no lo voy a hacer. Disfrútalo. Pero ojo con el precio.

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El regateo.

Imprescindible en Marruecos. Es su forma de comercio, no pienses que te quieren timar. Entre ellos también regatean. No conciben un precio fijo por las cosas. Obviamente intentan engrosar mucho el precio si eres extranjero, pero unos pequeños consejos pueden hacer que tu viaje sea mucho menos agobiante.

– Pacta el precio antes de recibir el servicio, ya sea un parking, una comida o lo que sea. Así no habrá sorpresas.

– Nunca des tú el precio primero. Ten en cuenta que el valor de las cosas es diferente aquí que en Europa. Pregunta siempre antes. Te servirá de referencia.

– Calcula como norma general que siempre podrás conseguir al menos la mitad del primer precio que te están dando. Pero no se lo digas a la primera, tira a la baja para poder negociar.

– Los «faroles» funcionan. Si te vas, no dudarán en ofrecerte mejor precio.

– Nunca pienses que te están timando. Nadie te obliga a comprarlo. Cuando aceptas el precio, es porque te parecía bien. Si piensas que podías haberlo obtenido más barato, te agobiarás a la primera. De hecho un consejo que me dieron y que funciona: piensa primero lo que pagarías tú. Y cuando llegues a ese precio, acepta y punto. Y si no llegas, a otra cosa.

Kasbah de Telouet.

Saliendo de Marrakech y pocos kilómetros después de coronar el Tiz’n Tichka verás el desvío. Hace unos años la carretera se convertía en pista, pero ya no. Por fuera verás la fortaleza muy destartalada (que también le da su encanto), pero por dentro (entrada 2€) alucinarás con las estancias nobles repletas de mosaicos y de una decoración increíble.

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Ait Ben Haddou.

Siguiendo la misma carretera llegarás a ese Ksar (Ksar es «ciudad fortificada», Kasbah sería un «castillo») donde se rodó entre otras Gladiator. Es sencillamente espectacular. Puedes llegar atravesando el río sobre unos sacos terreros, pero luego te harán pagar la entrada a alguna de las Kasbahs para acceder al pueblo. Lo mejor es atravesar el puente. Piérdete entre las casas y las kasbahs de adobo.

Valle del Draa.

Una vez pasado Ouarzazate y camino a Zagora atravesarás este valle, prácticamente de otro planeta, con cañones donde el río ha excavado su paso entre la roca más agreste. Es espectacular.

Zagora.

Poco te puedo explicar de Zagora, la puerta del desierto, ya que nos pasamos el día en el taller reparando la bomba de gasolina de la moto de Belén. Allí hay varios talleres míticos, como el de Mohammed «El gordito», que ya falleció pero que ahora regenta un discípulo. Mejor que no lo tengas que utilizar, pero si lo haces te aseguro que será una experiencia inolvidable.

Merzouga.

La otra puerta del desierto, donde tienes en las afueras del pueblecito el mar de dunas (erg) más grande de Marruecos. Espectacular el salir de tu albergue y en cuestión de cinco minutos estar en un desierto de arena como el de las películas. Te diría más: ES el de las películas. Cerca de allí se encuentra la llamada «cárcel portuguesa» o Gara Medouar, una montaña en forma de cráter donde puedes acceder al interior a través de un agujero de la muralla. Sí, es una muralla y…. es tan difícil de explicar, que mejor que lo veas en los vídeos o en la foto que abre esta entrada.

Gargantas del Todra y carretera N703.

Sin duda, visita obligada. Cerca están las del Dades, que no es más que una carretera con cuatro curvas estilo «Stelvio», y vista una vez, no tenía ningún interés repetir. Pero las del Todra… seguramente volveré en todos mis próximos viajes a Marruecos. La carretera acaba metiéndose entre las elevadas rocas del desfiladero, mientras que cientos de puestecitos afean algo el paisaje natural. Pero si me encantan las gargantas son por los siguientes 100 kilómetros hasta Agoudal o más allá, a Imilchil. Ni te imaginas los paisajes marcianos que encontrarás. Atravesando el Atlas verás poblaciones mucho más rurales y pobres de lo que ya has visto, incluidas las del sur del país. Pero abrígate, porque estarás muchos kilómetros a más de 2000 metros de altura.

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Fes.

La medina de Fes es extraordinariamente grande y extraordinariamente demencial. No creo que nadie -incluso los que vivan en ella- se la conozca completamente. Después de haber visitado unas cuantas en este viaje, la de Fes siempre «hace bola», y si vas con miedo puede llegar a agobiarte. Lo mejor es que la primera vez pilles un guía de los muchos que hay para poder encontrar los lugares míticos como los curtidores. Luego ya si eso, si te sabes orientar y tienes suerte, igual puedes entrar y salir por la misma puerta o encontrar tu riad. Avisado quedas.

Tetuán.

Agradabilísima medina plagada de arcos, pequeños pasadizos y paredes encaladas de blanco. Mucho menos agobiante que otras, con menos puestos de artesanía enfocada al turismo y más tiendas de comercio local. Ideal para relajarse un buen rato observando el quehacer cotidiano de sus moradores.

Chefchaouen.

El pueblo azul. Su medina es espectacular, con rincones súper especiales, siempre azules. Es sin duda la más turística y llena de gente extranjera, lo que le quita mucho encanto. Pero su atractivo fotogénico es tan alto, que lo puedo llegar a pasar por alto.

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La conducción en Marruecos.

Sin duda, es muy diferente a la española, algo más similar a la que he podido «sufrir» en el sur de Italia o los Balcanes… pero siempre más peligrosa. Las normas… existen para saltárselas, todos lo hacen. Pero no te aconsejo que tú lo hagas. La presencia policial es muy grande, y sueles encontrar controles cada pocos kilómetros. La manera de proceder es siempre muy sencilla: llegas a la señal de «Stop policía» y te paras. El agente, uno a uno, te irá dando paso. Y si dudas si te ha dado paso, te paras hasta que insista. Ten en cuenta que son la autoridad y les encanta que se lo demuestres.

En las ciudades, cuidado con los taxis, que hacen de todo menos respetar los carriles. En las carreteras cuidado con todo, autobuses de línea incluidos. El mayor consejo es que preveas que cualquier vehículo, mecánico o animal, pueda jugarte una mala pasada. Sé prudente pero no demasiado, adáptate: ni se te ocurra ceder el paso en un paso de cebra: nadie lo hace y nadie espera que lo hagas, así que lo más fácil es que te den por detrás.

Ten en cuenta que de noche muchas bicicletas, ciclomotores o incluso coches o camiones circulan sin luces. En cuanto a los animales -que tampoco llevan luces- hay menos problemas: verás muchas ovejas y perros, pero están ya muy resabiados, difícilmente se cruzarán. Las personas ya es otra cosa.

Y hasta aquí lo que os quería contar. Espero que sean consejos de utilidad. Y si puedes aportar alguno más, no dudes en dejarlo en los comentarios. Yo os dejo con nuestros dos vídeos que resumen el viaje de este año.

 

De Valencia a Cuenca

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(vídeo al final).

La verdad es que es la primera vez que me pasa en 9 años. ¿Me estaré haciendo viejo? Llegó el sábado por la mañana y no tenía ni idea de hacia dónde tirar. Y mira que generalmente preparo -igual demasiado- los viajes a conciencia… O igual es que ese fin de semana no deberíamos haber salido, con medio país con alertas de frío, nieve y viento. Ciclogénesis explosiva, lo llaman. Pero tenía tantas ganas de echarme a la carretera para demostrarme que el frío no me asusta, que decidimos salir hacia Valencia el viernes por la noche.

Y lo que comenzó en Zaragoza con sol y 14ºC rápidamente se convirtió en 5ºC y lluvia intensa. Hasta me pareció ver algún copo al pasar por Teruel a -1ºC. Llegamos a Valencia mojados, helados y cansados. Pero al menos habíamos iniciado la ruta. La ruta hacia… dónde?

El Hotel Silken Puerta Valencia*** fue nuestra guarida esa noche, con una curiosa cinta de correr dentro de la misma habitación, que no pude dejar de probar. Para cenar, elegimos al tuntún un gastrobar, el EmBogaBar**. Comida de excelente calidad, servicio muy mejorable y lento. Pulpo espectacular, chanquetes con huevo, entrecot y canelón con rabo de toro, todo amenizado con un Priorat que costaba más de lo que valía. En la cena le seguía dando vueltas a la misma pregunta: ¿Dónde iríamos el sábado?

Y eso mismo era lo que nos seguíamos preguntábamos desayunando un café con leche y una coca casera. Y lo cierto es que lo llevaba en teoría todo planificado: de Valencia a Cuenca, pasando por tres o cuatro puntos que quería visitar. Pero es que la noche anterior, y el resto de la mañana, daban nieve por la zona de Cuenca, y no sabía cómo podría estar la cosa atravesando la Serranía de Cuenca el domingo para volver a Zaragoza. Así que nos planteamos la idea de ir costeando hasta Alicante, ya que por el Mediterráneo no se esperaba nieve… pero sí vientos casi huracanados. Así que ahí estaba el dilema: o nieve, o viento.

— Pues mira, yo el viento es que no lo soporto— dijo Belén entre sorbo y sorbo de café con leche. Así que el dilema tenía por fin solución: Cuenca nos esperaba.

Primero nos acercamos al centro de Valencia, para admirar una vez más su Catedral* y su famoso campanario, «El Micalet». Puro gótico tardío, con un curioso rosetón triangular.

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Tras unos cuantos kilómetros de autovía, nos desviamos hacia el primer punto, una pequeña cascada que había localizado en Google Maps. Para llegar hasta la Cascada de Domeño* había que recorrer un pequeño camino de tierra, cosa que hicimos sin excesivo problema. Pero lo más sorprendente no fue la cascada en sí -que llevaba muy poca agua- sino cómo el fuerte viento levantaba oleadas de agua del curioso embalse que se abría montaña arriba. IMG_2804

Luego tocaba parada en el cercano pueblo de Chelva**, para admirar la fachada de su iglesia, con un enorme reloj y un campanario pintado de extraños colores. El viento arreciaba mucho. Pero mucho! No había manera de mantener un peinado en condiciones.

La sorpresa inesperada de la jornada fue la carretera CV-390*** entre Tuéjar y Utiel. Recién asfaltada casi en su totalidad, tiene un trazado espectacular, y unas vistas más espectaculares si caben sobre el pantano de Benagéber. Muy recomendable.

Comimos en Alarcón***, donde ya habíamos estado recientemente, pero nos faltaba una visita algo más en profundidad. Después de comer una sopa de cocido, unas chuletillas de cordero y -otro- rabo de toro, nos dispusimos a callejear visitando el par de iglesias interesantes que alberga el núcleo del pueblo. Y por supuesto, no debe faltar la vista desde el mirador de la hoz del Júcar y el castillo. Ya con eso vale la pena la visita.

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Y después de un fuerte viento, llegamos a Cuenca. Esta vez repetimos el Hotel NH Cuenca***, muy recomendable y de precio contenido. Tras descansar y calentarnos, salimos a recorrer las calles en busca de un restaurante. Elegimos El Bodegón***, donde no tuvimos mesa el año pasado. Y a pesar de que eran algo lentos -estaba el local bastante lleno- disfrutamos de lo lindo de una parrillada de verduras, un es-pec-ta-cu-lar sartén con crema de champiñones, huevo y morcilla, y unas setas de cardo a la plancha.

La mañana del domingo comenzaba con algo menos de viento del esperado, pero con -1ºC en el termómetro de nuestras BMW. Dejamos de lado el par de visitas previstas y nos dispusimos a volver a Zaragoza vía ruta del Mimbre -por enésima vez-, disfrutando de la Hoz de Priego*** y de Beteta***. La cuestión era sortear las placas de hielo y admirar todo el paisaje nevado que nos rodeaba hasta llegar a Molina de Aragón. Y luego, ya una vez en la autovía Mudéjar, luchar contra el fuerte viento en contra hasta Zaragoza.

En definitiva, un fin de semana muy gastronómico y con una meteorología adversa que esta vez no nos hizo quedarnos en casa. Aquí tenéis el mini-vídeo que grabamos.

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