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De Brescia a Venezia. La Ruta Adriática. 4

Vamos a ver, que 800 cl de cerveza 4 lúpulos no dan para mucho más que para acordarme ligeramente de qué ha ido el día de hoy. Intentaremos tirar de notas escritas y no hacer faltas de ortografía. 

El día comenzaba tensando mi cadena, que ya hacía demasiado ruido. SPOILER: tuve que volver a destensarla, porque me pasé de tensión. Añoro mi cardan de la BMW… Pero todo sea por disfrutar. ¡Para disfrutar, hay que sufrir!

Mira que el 99% de los recorridos que estamos haciendo por Italia son completamente prescindibles. Y eso que huimos de las autopistas. Pero es que en esta zona norte se van empalmando un pueblo con otro, una rotonda con la siguiente, un atasco con el próximo. Pero las curvas y el asfalto impoluto de la subida al Santuario de la Madonna della Corona, cercana al Lago di Garda, fueron espectaculares. Y una vez allí, una hora, 3 km y medio de subidas, bajadas y más escalones para llegar a ese santuario, colgado literalmente de una pared de piedra. Vale la pena el sitio, sí.

En Mantova llegamos cuando desmontaban el mercadillo de la plaza, rodeado de palacios ducales, iglesias y otras viviendas nobles. Pasabas de una plaza a otra, de un palacio medieval a otro, de una basílica a otra. La que veníamos a ver, la Basílica de San Andrea, resulta que estaba cerrada a mediodía, y no abrían hasta las 15:00. Así que volvimos a las motos admirando nuevamente la plaza, sus palacios y sus iglesias, mientras degustábamos un par de nectarinas y agua fresca, que se ha convertido en el bien más preciado en este viaje. Y sí, me tocó destensar un poco la cadena que parecía que estaba sufriendo más de lo previsto. ¿Os he dicho que añoro mi cardan de la BMW?

En Ferrara, buscando un lugar donde aparcar nuestras Ducati acabamos dando un garbeo por todo el centro peatonal de la ciudad, para acabar aparcando a unos cuantos cientos de metros de su catedral. Es impresionante cómo el mismo concepto -catedral- se pueda materializar de tantas formas diferentes. Porque la de Ferrara es, cuanto menos, espectacular, la mires desde donde la mires. Mármol rosa y blanco en su fachada (que aunque estaba parcialmente cubierta de andamios, éstos te dejaban hacerte una idea de la belleza que se escondía tímidamente detrás de los plásticos), y los laterales con tres pisos impresionantes de arcos hechos con ladrillo y columnas variadas de mármol. Un 10 de catedral. Y al lado, el palacio y el castillo comp,lentamente rodeado de un foso. Mucho mejor que el mejor castillo que haya yo podido construir de pequeño con el Exin Castillos.

Y por último Padova, con la Basílica dedicado a San Antonio (de Pádua). Impresionante por fuera, con sus grandes -y pequeñas- cúpulas que me transportaban casi a Estambul (o mejor dicho a Bizancio). Y el interior, tan variado como espectacular: tan pronto te encontrabas una capilla lateral completamente cubierta de mármol, como otra rematada con arcos ojivales y frescos de cientos de colores. Igual tenías unos techo perfectamente pintados con diferentes motivos, como una salida a un variopinto claustro. Otro 10.

Y ya temiendo por no encontrar restaurante para cenar (y resarcirnos del fuet de ayer en nuestra habitación) recorrimos la escasa hora que nos separaba de Mestre, donde dormimos hoy. Y sí, llegamos al restaurante, cayó una ensalada Caprese, una pizza con prosciutto y nosequé mas y unos spaghetti de nosequé que estaban de muerte. Y sí, los 800 ml de cerveza de cuatro lúpulos., Ahora me voy a dedicar en cuerpo y alma a metabolizar semejante cena y formar las proteínas suficientes para que mañana podamos pasear todo el día en Venezia, entre góndolas de los turistas que habrán pagado 60€ por un viaje de media hora, los chinos que habrán desembarcado en el último crucero o el españolito que grita entre los canales recién bajado de su avión de Ryanair. Buenas noches.

El track de la ruta:

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De Torino a Brescia. La Ruta Adriática. 3

A ver, hoy no esperéis muchas florituras que si supieseis el esfuerzo que estoy haciendo para escribir esto, fliparíais. A modo de resumen: 400 km a unos constantes 30-34ºC. Media de velocidad total de menos de 45 km/h. No he cenado y me muero de sueño. Así que vamos al lío.

Torino, un auténtico caos a las 8 de la mañana. Imposible llegar a los pies De la Torre Antonelliana. Al final, una foto mal hecha desde el paso de peatones. Y salimos corriendo entre el tráfico de la gran ciudad.

Llegamos a Ivrea. Queríamos visitar su castillo de tres torres (eran 4 antes de que cayera un rayo en la que precisamente albergaba el polvorín). Problemas para encontrar aparcamiento para las motos, pateada hasta el castillo, que no me parece tan impresionante como me lo imaginaba y listos.

Seguimos hasta el Ricetto di Candelo. Es una miniciudad amurallada (más bien un barrio) con 5 o 6 calles formando una especie de cuadrilátero. Es curiosa, cuanto menos. Pero le falta una vuelta de cara a que haya más turismo: hay un par de tiendas de artesanía, algunos bares -la mitad cerrados- y por tanto se encontraba casi desierto. Que le da un encanto, oye… pero vista una callejuela, vistas todas.

El Lago di Orta ha sido lo mejor de la jornada. Un estupendo lago con una isla en medio llena de palacetes y una basílica. Y todo ello lo puedes ver desde San Giulio, a pie de lago desde pequeños embarcaderos escondidos o desde la bulliciosa plaza llena de puestecitos de artesanía y terrazas. Pero para nada masificado a niveles de Como. Comimos allí un par de ensaladísimas. Por cierto, señores de La Carretilla… ¿desde cuándo no ponéis tenedores en vuestras ensaladas? Ha sido un poco desagradable comerme la ensalada de pasta y atún con un trozo del cartón del embalaje.

En Varese teníamos que ver el interior de la Basílica de San VIttore. Pero resulta que tenían un funeral dentro, por lo que ha sido entrar de puntillas, admirar rápidamente sus trabajados techos y ni hacer la foto por respeto. Luego nos hemos resarcido con una Coca-Cola en un bar de un centro comercial lleno de la tercera edad contando batallitas.

A partir de ahí todo ha sido un despropósito: el GPS me envía a Suiza camino del Lago di Como, Como lleno de atascos, y la carretera por el borde del lago hasta Bellaggio se hacía interminable, a 40 por hora, por la estrechísima carretera intentando sobrevivir a las tapias de las casas, los autobuses en sentido contrario o los peatones que circulaban por ella. Y Bellaggio no ha valido la pena. La verdad es que las vistas hasta llegar, si, pero tampoco podía apartar mucho la mirada. Luego, poner gasolina a 2,25€ (y descubrir luego que a 300m había una a 1,75€…).

En ese momento habíamos decidido que nos saltábamos Lecce (del que ya vimos a lo lejos su torre con una peculiar forma de lápiz) y Bérgamo (que ya visitamos en un viaje anterior). Así que nos dirigimos a nuestro hotel en un pueblecito cerca de Brescia. Llegamos a eso de las 21h, y -¡oh sorpresa!- no pudimos cenar en ningún lado. Así que ya me veis, en la cama hincando el diente al fuet mientras escribo estas líneas. Así que nada, a dormir que con el sueño se mata el hambre.

El track de la ruta:

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De Montpellier a Torino. La Ruta Adriática. 2

Calor. Lo único que quería era regresar a la fuente de Saignon para volver a refrescar mi gorra y esperar a que chorretones de gélida agua resbalaran por mi cuerpo, antes de desaparecer a los pocos segundos evaporados al entrar en contacto con los más de 40ºC de mi piel. ¿Exagero? Sí, un poco.

Pero es que el día ya amaneció caluroso en Montpellier. A pocos centenares de metros del hote estaba la primera parada, L’Arbre Blanc: un edificio de viviendas que se asemejaba a eso, a un gran árbol blanco donde cada balcón era una rama. Difícil de explicar, fácil de buscar en google y verlo. Así que ya tardas.

Atravesamos la Camarga de forma fugaz, destino de tantos viajes anteriores. Olores a lodo, a aceite y a heno. Caballos, garzas, garcetas… pero esta vez no hay toros de cuernos esbeltos.

En la Abadía de Saint Roman tuvimos que hacer una excursión desde el parking hasta el complejo troglodítico, donde las celdas, las tumbas e incluso la iglesia estaban excavadas en la roca. Mira que veo más fácil ir poniendo una piedra encima de la otra, construyendo una catedral si quieres… pero a estos franceses de Saint Roman les dio por excavar.

Ya estábamos a más de 34ºC cuando llegamos a Saignon, un típico pueblecito provenzal con las casas de piedra y los porticones de color lavanda. Subimos a La Roca, el castillo que suele tener en lo más alto cualquier pueblecito que se precie. Bueno, Belén se sube mientras yo la miro desde abajo. Tras la penosa ascensión, nos pusimos ciegos de sardinas con tomate al pie de la fuente. ¡Y vaya fuente! Fresca, refrescante, gélida,…

Pero había que seguir ruta. Pasamos por las Roches des Pénitents, una especie de Montserrat de pocas decenas de metros que admiramos desde las motos, sin parar. Teníamos que llegar a Sisteron, último pueblo francés que visitaríamos hoy. Conseguimos aparcar las motos, comprar un agua fría y pasear hasta la orilla del río para ver sus curiosas formaciones rocosas.

Y una vez visto, rumbo a Italia. Cambiamos la ruta prevista, ya que se iba haciendo tarde. Briançon y el Col de Montgenèvre, llegando a Italia cerca de Sestriére. Se agradecieron los 19ºC  que había en la cima. Y luego, la bajada, disfrutando de las curvas italianas, mirando cómo el termómetro volvía a subir hasta casi los 30ºC y teniendo cuidado de los italianos, que a pesar de ser el norte de Italia, ya ejercen de ser un poco caóticos en su conducción. Mil ojos para ir acostumbrándonos a lo que nos encontraremos en los Balcanes.

Finalmente llegamos a Torino sobre las ocho y media de la tarde. Tras alojarnos en el hotel, mirar por la ventana la inexistencia de vistas y ducharnos para recuperar una temperatura corporal normal, salimos a degustar nuestras primeras pizzas italianas acompañadas de Birra Moretti. Y con esa alegría en el cuerpo acabo de escribir esta crónica. Seleccionaré una foto cualquiera para ponerla ahí arriba de todo, y me dispondré a reponer fuerzas para mañana, que promete ser un día igual o más interesante y algo menos cansado. Ale, que a las 8 de la mañana comienzan a poner multas allá donde hemos dejado las motos. Buenas noches.

El track de la ruta:

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De Zaragoza a Montpellier. La Ruta Adriática. 1

Vamos a ver, que cuando hay pocas cosas que contar, lo mejor es ser conciso. Y en la ruta de hoy solamente hay un par de cositas que valen la pena ser contadas. La primera y mas importante, es… ¡que hemos vuelto! Salimos de nuevo en una ruta de tres semanas por Europa.  Es la primera vez desde la Era Covid. La primera vez que salíamos de España desde 2019 y la primera vez que sacábamos a nuestras Ducati a ver mundo.

Lo demás, después de eso… como que carece casi de importancia. Ni pasar el túnel de Bielsa, ni las 2.326 rotondas que hemos hecho en suelo francés, ni los 39ºC que hemos visto por el camino, ni la gruta de Mas d’Azil (que por cierto, ya la conocíamos), ni pasar por Carcassonne (que por cierto, ya sería la 5ª vez), ni saltarse Narbona porque no podíamos ya del calor y del cansancio. Y es que han sido 666 kilómetros en casi 10 horas, todas ellas (menos 20 kilómetros) por carreteras y pocas autovías.

¿Veis cómo teníamos poco que contar? Alguno se preguntará… “vale, has dicho que ibas a contar un par de cosas. ¿Cuál es la segunda cosita?” Pues mira, que son casi las diez y media de la noche y que estoy reventado. Con lo que yo era… Yo no sé si es la falta de práctica, los años o  yo qué se, pero me han sobrado un par de horas y unos cientos de kilómetros. Hoy la visita a Montpellier (cuarta vez que dormimos por aquí) ha dado para probar unos tacos en un chiringuito de comida rápida con un Sprite. Y es que mañana hay que madrugar:  mañana tenemos que atravesar los Alpes y seguir haciendo callo.

Os dejo el track de la ruta, para los más curiosos:

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Una ruta por… Segovia


Nuestro paseo de ese fin de semana nos deparó un par de agradables sorpresas en forma de agradables carreteritas secundarias en las que disfrutamos de la ruta. Pero no adelantemos acontecimientos, y pongamos el contexto.

El contexto era «ola de calor extremo en toda España», con lo que a la postre serían cifras récord de temperaturas para el mes de Mayo en toda la historia de registros meteorológicos. 35º a la sombra para el sábado, vamos. Así que nos pusimos nuestros trajes de verano, nuestro chaleco refrigerado por agua (una maravilla) y… al lío!

Comenzamos con un clásico, como es el cañón del Río Mesa, comenzando desde el embalse de la Tranquera. Para mí, uno de los cañones más espectaculares de la península, por lo cerrado y escarpado de sus paredes. Si no lo conoces… ya tardas! Parada a hacer la foto de rigor en Chaorna, un pueblecito incrustado en la pared de la montaña y seguimos hacia Sigüenza, donde no paramos por la cantidad de veces que hemos dormido allí y visto al Doncel.

La iglesia de Sta. Mª de la Varga nos sorprendió. Se encuentra a las afueras de Uceda. Es una bonita iglesia románica… a la que le falta la mitad frontal, además del tejado. Y que han reconvertido en cementerio! Digna de ver. Además de ahí mismo sale una antiquísima y empinadísima calzada romana que conserva varios tramos de piedra.

Santa María de la Varga

La ruta por los pueblos negros de Madrid comenzó torcida, ya que en Patones de Arriba no pudimos ni parar la moto, de la cantidad de coches que inundaban hasta los arcenes de la carretera. Decidimos dejarlo para otra ocasión. Seguimos hacia la Sierra del Rincón, que me sorprendió de la cantidad (millones de millones) de flores de jara que inundaban de blanco todo lo que abarcaba la vista. Además de ello, las vistas de las laderas de las montañas enmarcaban una carretera ratonera, que a decir verdad se nos hizo un poco bola a esas alturas de ruta que ya llevábamos. Los pueblos… pues pse: demasiado remodelados y restaurados, convertidos en segunda vivienda de urbanitas con cierto poder adquisitivo. Al menos paramos en La Hiruela, donde el poder lo ejercían los miles de mosquitos que pululaban por sus calles de piedra.

Y acabamos en Segovia, en las afueras, justo cuando las tormentas descargaron con fuerza, mientras nosotros las observábamos desde la seguridad del hotel. El Venta Magullo, donde cenamos con la presión de sustituir a nuestro habitual Mesón José María y su ribera del Duero «Pago de Carraovejas». No fue lo mismo, pero los postres bien vale que si pasáis por allí, os deis un homenaje.

El domingo amaneció con temperaturas mucho más agradables. Chaleco en la maleta e incluso nos tuvimos que parar a poner un forro. La primera parada, a presentar nuestras nuevas Ducati al Acueducto de Segovia. Paramos justo en su base, y con la atenta mirada de los policías locales, a los que perjuramos que solo era una foto y nos largábamos, inmortalizamos el momento.

Riaza, de la que utilizamos su plaza para abrigarnos algo más, sirvió de inicio de una espectacular carretera, con un trazado muy divertido y un asfalto perfecto que nos llevó a Madriguera y su espectacular color rojizo y luego a Somolinos, con curiosas formaciones rocosas. Paramos el Albendiego para volver a admirar el impresionante ábside de la iglesia de Santa Coloma, donde ya estuvimos hace unos años. Después, la última parada fue en Medinaceli, para conectar ese acueducto romano de Segovia donde comenzaba la ruta, con el Arco del Triunfo de Medinaceli, previamente a meternos en la autovía y acabar la ruta.



En definitiva, sorpresón en las carreteras de la Sierra del Rincón, así como en la SG-V-1111 entre Riaza y Madriguera. No os las perdáis. Tenéis los enlaces de las rutas en Wikiloc ahí abajo (y el vídeo del fin de semana ahí arriba).

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La Ruta de la Camarga, 2018

IMG_1473Siempre que podemos, volvemos a la Camarga. No es más -ni menos- que la desembocadura del Ródano, cerca de Marsella. Para el que no lo conozca, es un espacio natural con multitud de lagunas, aguarales, salinas y fauna salvaje donde abundan hasta flamencos. Y también lugares de interés artístico. Un todo en uno.

La sorpresa de esta nueva visita fue Montpellier. Habíamos dormido ya en algunas ocasiones, pero nunca nos habíamos adentrado en el casco antiguo. Y es espectacular. Callejones pintorescos con infinidad de restaurantes y terrazas repletas -al menos en verano- de gente. Bullicio y alegría por las calles. Un acierto.

El recorrido de esta ruta une los principales lugares de la Camarga, como fueron Le Grau-du-Roi, con su puerto prácticamente integrado en el pueblo que lucía un interesante mercadillo, la siempre interesante ciudad amurallada de Aigues-Mortes, la costera población de Saintes-Maries-de-la-Mer, los enormes estanques de Vaccarès o Fangassier o los tranquilos y delicados canales de Martigues.

IMG_1486Ya por la noche, Arles y su fantástico circo romano, o los lugares inmortalizados por Van Gogh como son la Place du Forum o el puente de Langlois no decepcionan.

IMG_1524Os dejo, en la página de Roadbooks el track de la ruta y nuestro cuaderno de viaje, con impresiones y dibujos rápidos de lo que vimos en esta ruta.