Archivo de la etiqueta: Marruecos

Retorno a Marruecos

 

photo_20190418113740_6553936_0

(Lector impaciente, vídeos al final de la entrada)

Siempre es bueno retornar a aquellos lugares en los que disfrutas. No soy mucho de repetir destinos, ya que bastante grande es el mundo como para tener que repetir. Pero cuando el tiempo es limitado y los objetivos desconocidos están demasiado lejos, no hay nada mejor que revisar los que están más cercanos (relativamente), descubriendo nuevos, redescubriendo los ya conocidos.

En esta ocasión describiré el viaje en forma de tips, pequeños consejos que hemos ido recopilando en mis tres viajes a Marruecos, aunque fundamentalmente basados en nuestra última experiencia.

La frontera.

Sin duda, es la peor pesadilla de Marruecos. Tras dos viajes atravesando por Melilla por motivos personales -cosa que NO recomiendo en absoluto- esta vez decidimos Algeciras-Tánger Med. Los trámites fronterizo los haces en el ferry, así ahorras mucho tiempo. Pero no así los aduaneros, que se deben formalizar ya en tierra. Y como el ferry generalmente va con retraso (Transmediterránea al menos), una cómoda llegada a las 20:00 se transformó en una agónica entrada en Marruecos a eso de las 2 de la mañana. Y aunque la salida por la misma frontera fue bastante más «europea», la entrada fue caótica. Decenas (o cientos) de coches parados, sin orden ni concierto, y búscate la vida para que un funcionario te coja los papeles y te haga la tarjeta de entrada (desde principios de año no debes rellenar ningún formulario, lo hace el funcionario directamente con los papeles de la moto). Conclusión: al parecer la mejor manera de atravesar el estrecho es desde Tarifa a Tánger. Apuntadlo.

La autopista.

El primer día viajamos de Tánger a Marrakech, visitando alguna cosilla. Para ir más ràpido decidimos ir por autopista. En su web especifican que es posible el pago con tarjeta de crédito. No os lo creáis. Según me dijo el de la garita, solo para tarjetas nacionales. Así que preparad dinero en efectivo. Lo bueno es que son bastante baratas (calcula la mitad de lo que costaría el trayecto en España).

Asilah.

Fue uno de los descubrimientos de este viaje. Lo mejor, como suele pasar en las ciudades marroquíes, es adentrarte en su Medina. Una Médina muy parecida a los pueblos blancos de Andalucía, con múltiples detalles salpicando de un intenso azul. Fuera de la zona más comercial encontrarás rincones con encanto, y unas blancas murallas a pie de océano.

Casablanca.

De Casablanca solamente nos interesaba la Mezquita de Hassan II, que con su minarete de más de 200m de altura es el más alto del mundo árabe. Para llegar hasta ella cárgate de paciencia: el tráfico en las grandes ciudades es caótico.

Aparcar la moto en las Medinas.

Tanto en Tánger como en Marrakech o Fes teníamos el alojamiento dentro de la Medina. Allí es imposible aparcar a no ser que lo hagas en alguna pequeña plaza o lugar donde varios vigilantes te «invitarán» insistentemente a aparcar. No huyas, no tienes otra opción. Ahora, vigila mucho con los precios. En Tánger nos llegaron a pedir 200dh (unos 20€) por moto y noche. Aconsejados previamente por nuestro alojamiento, sabíamos que no debíamos pagar más de 40dh (4€) por las dos motos. El Marrakech es algo más caro, y el primer día pagamos 10€ por las dos, aunque vimos al día siguiente que podíamos haber apretado al menos hasta 7€. En Fes pagamos 5€.

Essaouira.

La ciudad costera tiene un encanto especial. La Medina, muy colonial, blanca y amurallada tiene su encanto, pero lo que la hace realmente especial es su puerto pesquero. Si vas a última hora de la mañana, encontrarás los pescadores vendiendo el género cerca de sus barcos. Y luego por un módico precio (13€ los dos, aunque podíamos haberlo conseguido más barato) te tomas una parrillada de pescado que te chuparás los dedos.

Los riads.

Sin duda mi opción preferida de alojamiento en las ciudades. Siempre se sitúan dentro de las medinas, por lo que es difícil (si no imposible) aparcar en la puerta. Y llegar hasta los lugares de aparcamiento puede suponerte unos buenos 20 minutos agobiado entre gente, burros, bicicletas y scooters. Luego está el problema de encontrarlos: no hagas como yo y no confíes en tu GPS: los callejones de las medinas son incompatibles con tu Garmin: las pérdidas de cobertura, y lo intrincado de sus callejuelas hace que aunque estés a 5 metros del riad la puerta se encuentre en otro callejón al que te costará una caminata de 300 metros llegar. Se ofrecerán muchas personas y niños a acompañarte, que insistentemente te preguntarán por el riad donde te alojas, sobre todo si vas acarreando maletas. No pierdas tiempo y deja que te acompañen. Solamente te costará unos pocos dinares.

Todos estos inconvenientes se verán recompensados en cuanto entréis a ese oasis de paz y de lujo a un módico precio: nunca te fíes de la primera impresión por fuera. Te sorprenderás.

Marrakech.

Sin duda la joya de la corona. Si tienes tiempo, hay varias visitas imprescindibles, como el palacio de El Badía, la Madrasa o los jardines de La Menara. Pero lo que nunca te puedes perder, vayas las veces que vayas, es el ambiente nocturno de la plaza de Jma el Fnaa. Como médico debería desaconsejarte tomar un zumo de naranja o comer en uno de los múltiples puestos callejeros, como máximo un refresco en la terraza del Café de París, pero no lo voy a hacer. Disfrútalo. Pero ojo con el precio.

DCIM100MEDIADJI_0288.JPG

El regateo.

Imprescindible en Marruecos. Es su forma de comercio, no pienses que te quieren timar. Entre ellos también regatean. No conciben un precio fijo por las cosas. Obviamente intentan engrosar mucho el precio si eres extranjero, pero unos pequeños consejos pueden hacer que tu viaje sea mucho menos agobiante.

– Pacta el precio antes de recibir el servicio, ya sea un parking, una comida o lo que sea. Así no habrá sorpresas.

– Nunca des tú el precio primero. Ten en cuenta que el valor de las cosas es diferente aquí que en Europa. Pregunta siempre antes. Te servirá de referencia.

– Calcula como norma general que siempre podrás conseguir al menos la mitad del primer precio que te están dando. Pero no se lo digas a la primera, tira a la baja para poder negociar.

– Los «faroles» funcionan. Si te vas, no dudarán en ofrecerte mejor precio.

– Nunca pienses que te están timando. Nadie te obliga a comprarlo. Cuando aceptas el precio, es porque te parecía bien. Si piensas que podías haberlo obtenido más barato, te agobiarás a la primera. De hecho un consejo que me dieron y que funciona: piensa primero lo que pagarías tú. Y cuando llegues a ese precio, acepta y punto. Y si no llegas, a otra cosa.

Kasbah de Telouet.

Saliendo de Marrakech y pocos kilómetros después de coronar el Tiz’n Tichka verás el desvío. Hace unos años la carretera se convertía en pista, pero ya no. Por fuera verás la fortaleza muy destartalada (que también le da su encanto), pero por dentro (entrada 2€) alucinarás con las estancias nobles repletas de mosaicos y de una decoración increíble.

photo_20190416124906_6553898_0

Ait Ben Haddou.

Siguiendo la misma carretera llegarás a ese Ksar (Ksar es «ciudad fortificada», Kasbah sería un «castillo») donde se rodó entre otras Gladiator. Es sencillamente espectacular. Puedes llegar atravesando el río sobre unos sacos terreros, pero luego te harán pagar la entrada a alguna de las Kasbahs para acceder al pueblo. Lo mejor es atravesar el puente. Piérdete entre las casas y las kasbahs de adobo.

Valle del Draa.

Una vez pasado Ouarzazate y camino a Zagora atravesarás este valle, prácticamente de otro planeta, con cañones donde el río ha excavado su paso entre la roca más agreste. Es espectacular.

Zagora.

Poco te puedo explicar de Zagora, la puerta del desierto, ya que nos pasamos el día en el taller reparando la bomba de gasolina de la moto de Belén. Allí hay varios talleres míticos, como el de Mohammed «El gordito», que ya falleció pero que ahora regenta un discípulo. Mejor que no lo tengas que utilizar, pero si lo haces te aseguro que será una experiencia inolvidable.

Merzouga.

La otra puerta del desierto, donde tienes en las afueras del pueblecito el mar de dunas (erg) más grande de Marruecos. Espectacular el salir de tu albergue y en cuestión de cinco minutos estar en un desierto de arena como el de las películas. Te diría más: ES el de las películas. Cerca de allí se encuentra la llamada «cárcel portuguesa» o Gara Medouar, una montaña en forma de cráter donde puedes acceder al interior a través de un agujero de la muralla. Sí, es una muralla y…. es tan difícil de explicar, que mejor que lo veas en los vídeos o en la foto que abre esta entrada.

Gargantas del Todra y carretera N703.

Sin duda, visita obligada. Cerca están las del Dades, que no es más que una carretera con cuatro curvas estilo «Stelvio», y vista una vez, no tenía ningún interés repetir. Pero las del Todra… seguramente volveré en todos mis próximos viajes a Marruecos. La carretera acaba metiéndose entre las elevadas rocas del desfiladero, mientras que cientos de puestecitos afean algo el paisaje natural. Pero si me encantan las gargantas son por los siguientes 100 kilómetros hasta Agoudal o más allá, a Imilchil. Ni te imaginas los paisajes marcianos que encontrarás. Atravesando el Atlas verás poblaciones mucho más rurales y pobres de lo que ya has visto, incluidas las del sur del país. Pero abrígate, porque estarás muchos kilómetros a más de 2000 metros de altura.

photo_20190419101330_6553961_0

Fes.

La medina de Fes es extraordinariamente grande y extraordinariamente demencial. No creo que nadie -incluso los que vivan en ella- se la conozca completamente. Después de haber visitado unas cuantas en este viaje, la de Fes siempre «hace bola», y si vas con miedo puede llegar a agobiarte. Lo mejor es que la primera vez pilles un guía de los muchos que hay para poder encontrar los lugares míticos como los curtidores. Luego ya si eso, si te sabes orientar y tienes suerte, igual puedes entrar y salir por la misma puerta o encontrar tu riad. Avisado quedas.

Tetuán.

Agradabilísima medina plagada de arcos, pequeños pasadizos y paredes encaladas de blanco. Mucho menos agobiante que otras, con menos puestos de artesanía enfocada al turismo y más tiendas de comercio local. Ideal para relajarse un buen rato observando el quehacer cotidiano de sus moradores.

Chefchaouen.

El pueblo azul. Su medina es espectacular, con rincones súper especiales, siempre azules. Es sin duda la más turística y llena de gente extranjera, lo que le quita mucho encanto. Pero su atractivo fotogénico es tan alto, que lo puedo llegar a pasar por alto.

DCIM100MEDIADJI_0400.JPG

La conducción en Marruecos.

Sin duda, es muy diferente a la española, algo más similar a la que he podido «sufrir» en el sur de Italia o los Balcanes… pero siempre más peligrosa. Las normas… existen para saltárselas, todos lo hacen. Pero no te aconsejo que tú lo hagas. La presencia policial es muy grande, y sueles encontrar controles cada pocos kilómetros. La manera de proceder es siempre muy sencilla: llegas a la señal de «Stop policía» y te paras. El agente, uno a uno, te irá dando paso. Y si dudas si te ha dado paso, te paras hasta que insista. Ten en cuenta que son la autoridad y les encanta que se lo demuestres.

En las ciudades, cuidado con los taxis, que hacen de todo menos respetar los carriles. En las carreteras cuidado con todo, autobuses de línea incluidos. El mayor consejo es que preveas que cualquier vehículo, mecánico o animal, pueda jugarte una mala pasada. Sé prudente pero no demasiado, adáptate: ni se te ocurra ceder el paso en un paso de cebra: nadie lo hace y nadie espera que lo hagas, así que lo más fácil es que te den por detrás.

Ten en cuenta que de noche muchas bicicletas, ciclomotores o incluso coches o camiones circulan sin luces. En cuanto a los animales -que tampoco llevan luces- hay menos problemas: verás muchas ovejas y perros, pero están ya muy resabiados, difícilmente se cruzarán. Las personas ya es otra cosa.

Y hasta aquí lo que os quería contar. Espero que sean consejos de utilidad. Y si puedes aportar alguno más, no dudes en dejarlo en los comentarios. Yo os dejo con nuestros dos vídeos que resumen el viaje de este año.

 

LRM: De Fez a Zaragoza. Capítulo final.

La lluvia cae con fuerza sobre el tejado que cubre el patio de nuestro riad. No me apetece nada mojarme cargando las maletas en la moto. Además, es nuestro último día en Marruecos, y cierta melancolía se apodera de nosotros durante el desayuno. Nos cuesta arrancar. Fuera, diluvia. Avanzamos por las calles saliendo de la Medina de Fez. El sistema de alcantarillado se muestra insuficiente para la cantidad de agua que está cayendo. Algunas de las calles son verdaderos torrentes. Nos dirigimos al Fuerte del Norte, uno de los dos que dominan la Medina desde lo alto. Desde allí, la vista es fantástica. Las construcciones se amontonan casi una encima de otra dentro de las murallas, esparciéndose entre las colinas que rodean la Medina. Podemos distinguir la mezquita y poca cosa más. Es un buen lugar para admirar el enorme tamaño de la antigua ciudad. Desde dentro es imposible hacerse una idea.

Nos dirigimos a Melilla por autopista. La persistente lluvia deja las precarias carreteras en un peligroso y resbaladizo estado, así que decidimos ir por lo seguro. La autopista tiene sus peculiaridades, ya que los rebaños de cabras pastando en los arcenes, o incluso los niños acarreando sus mochilas de camino a la escuela siguen estando a la orden del día.

A pocos kilómetros de abandonar la autopista, el sol hace acto de presencia. Nos calienta y nos seca tras casi ciento cincuenta kilómetros bajo la lluvia. Aún quedan otros tantos por carretera en dirección norte. Y allí la cosa no pinta nada bien. El valle entre montañas que debemos coger parece la puerta del infierno. Negrísimos nubarrones, cortinas de agua a ambos lados y gráciles tornados de arena nos esperan. De repente, y casi sin avisar, nos cae encima uno de los aguaceros más grandes que he vivido encima de una moto. El viento nos lanza de lado a lado de la estrecha carretera, y la gran cantidad de agua me impide ver con claridad. Dudo en pararme o seguir, pero no hay ningún lugar donde resguardarse. Fue intenso, pero no duró más de media hora.

Llegando a la frontera de Melilla vuelve a salir el sol. El termómetro marca 19ºC, pero estamos tiritando. El frío ha calado literalmente hasta nuestros huesos. La frontera vuelve a ser el caos. Enormes y desordenadas colas de coches avanzan precariamente. Al final, siguiendo las instrucciones de un policía y de varios “conseguidores” -gente que intenta facilitarte el papeleo de la aduana por unas monedas-, podemos adelantar a todos los coches y ponernos los primeros. Esta vez no tengo ganas de pelear mucho, así que sigo las instrucciones de uno de los conseguidores que me ha caído simpático. Le doy una pequeña propina. En poco menos de media hora tenemos los pasaportes sellados y anulado el papel de importación temporal de la moto. Estamos en España. Esto es otro mundo.

***

Pasamos el día recorriendo la ciudad a un ritmo muy tranquilo, casi de bar en bar, acompañados por amigos que nos demuestran una enorme hospitalidad. El día se va casi sin querer y es momento de retornar en ferry a la península. Y luego, 840 aburridos kilómetros hasta Zaragoza.

Marruecos me ha enamorado. Es un país de contrastes marcados. De los 32ºC del desierto a los escasos 2ºC del Atlas. De los áridos paisajes del desierto a los verdes vergeles del otro lado de las montañas. De la pobreza casi extrema de los pequeños pueblos del sur a la alegría sincera de las sonrisas de los niños. Fantásticos y agrestes paisajes, casi lunares. Excelente comida. Modos de vida ancestrales, simples y auténticos que te hacen replantear tu vida al otro lado del estrecho.

Ahora, desde la comodidad del sofá me doy cuenta que me he infectado. Tengo el virus de África. Estoy deseando volver. Y espero que sea pronto. Inshallah.

De la nieve de los polos a la arena del desierto

Hace un par de días regresé de Nordkapp. Sí, en invierno. Pocos lo hacen, casi nadie. Ese es su encanto. Podéis verlo todo en la web AuroraBorealis del Club14. Dentro de unos meses, podré explicaros por aquí la experiencia, que como comprenderéis, fue inolvidable. Junto a mis amigos Carlos Llabrés y Pablo Sancho, conquistamos Nordkapp y fotografiamos auroras boreales saliendo en moto desde España. 40 días de aventuras.

Pero la rueda de la inquietud y la aventura sigue. Sirva este post para hacer de enlace entre la nieve de los polos y la arena del desierto. Mañana jueves por la noche Belén y yo tomaremos un ferry que nos dejará en Melilla junto con nuestra BMW. Marruecos nos espera.

No puedo asegurar crónicas puntuales y diarias, dependerá del WiFi, pero lo intentaré. Estad atentos. Comienza #LaRutaMarroquí.