Quizá la noticia del día es que no ha pasado nada extraño. Que ya es mucho decir, teniendo en cuenta lo que llevamos pasado en este viajecito. Hoy el sol me ha despertado a las 6:30, justo para ver cómo se elevaban los globos sobre la blanca silueta de Pamukkale. Imagen que quedará en mi mente, como la del amanecer en el desierto de Erg Chebbi en Marruecos o las auroras boreales de Islandia.
Pamukkale** y su travertino era uno de los objetivos principales del viaje. Así que le teníamos muchas ganas. Y el día, con esas vistas desde la ventana comenzaba pero que muy bien. Pero como suele pasar cuando le tienes muchas ganas a algo, luego te acaba decepcionando un poco. Porque te imaginas pozas y pozas de agua azulada sobre fondo blanco, y allí agua solo hay en las que llenan para las fotos. Fotos que es imposible hacer de la cantidad de gente que hay chapoteando… En fin, cosas del siglo XXI.
Lo que sí que fue una gran sorpresa fueron las ruinas de Hierápolis*** que se encuentran justo al lado. De hecho la entrada a los dos lugares es combinada. Además de ser bastante grande y conservar algunos edificios bastante imponentes, lo que verdaderamente imponía era su teatro. Y mira que de lejos me parecía otro más, incluso de bastante menor tamaño que el de Pérgamo. Pero al entrar y ver todas sus gradas intactas, y el frontal del escenario con todas sus columnas, te da un subidón. Valió la pena la caminata hasta lo más alto de la colina para verlo. Sí señor. Me deja un buen sabor de boca.
Y luego, carretera y manta. Mucha carretera y poca manta, a pesar de que hoy el día ha estado más fresco e incluso nos ha llovido algo. Por enésima vez en lo que llevamos de viaje, nos hemos vuelto a saltar la planificación para recuperar un par de días de los tres perdidos. Hemos prescindido de la zona de Anatolia, en el sur de Turquía para ir llegando más directos a la Capadocia, destino principal del viaje. Y por eso hoy no han habido más visitas turísticas. Al menos la carretera durante un tiempo ha dejado de ser desdoblada y presentaba algunas curvas y buen asfalto. Y los paisajes han comenzado a ser dignos de lo que se espera de ellos: algún salar, algún lago y algunas montañas. Esto ya es otra cosa.
Hemos llegado a Karaman, una ciudad nada turística donde ni en la recepción del hotel ni en el restaurante hablan inglés. Pero nos hemos entendido, como suele suceder. Es curiosa la doble sensación de inquietud, al no saber si te van a entender, y de satisfacción, al encontrar ese punto exótico que busca cualquier viajero. Y mañana llegaremos a la Capadocia pero antes pasaremos por un par o tres sitios que creo que nos van a sorprender. Pero eso será mañana.