De Kotor a Berane. La Ruta del Adriático. 11

Mira que cuando recorrí la Transfaragasan rumana por primera vez pensé que era la carretera asfaltada más dura que había recorrido. Y lo de asfaltada era un decir, porque por aquella época estaba toda desconchada, con tramos de tierra y millones de baches por su cara sur. Pero la P19 y la M9 desde Podgorica hasta Andrijevica han sido mil veces peor. 100 kilómetros sin más de 30 metros rectos. Curvas de 1ª o 2ª, llenas de baches, pésimo asfalto y estrechísimo. Habíamos venido a jugar, no?

Salimos de Kotor sin rastros de los incendios de ayer, afortunadamente. El primer punto era subir por la carretera llena de tornantis para ver la bahía de Kotor desde lo alto, cosa que en realidad ya hicimos ayer desde otro punto. Cuando vi el inicio de la subida (que en realidad no era la carretera, sino caminos de acceso para llegar hasta ella), pensé en Belén y decidí ahorrarle el mal trago (y más lo hubiera hecho sabiendo lo que le espararía después…). Así que tiramos directamente hacia Budva, que se encuentra a pocos kilómetros.

Desde Kotor hasta Budva puedes disfrutar, si el tráfico no te lo impide, de magníficas vistas del Adriático. Todo es maravilloso hasta que entras en la ciudad, 100% turística y volcada en el turismo de playa, que es peor. Pero la ciudad vieja, completamente amurallada al estilo Kotor me llamaba la atención. Tras dejar la moto algo lejos, y no como los italianos que se pasaron impunemente la barrera que impedía el acceso a los no autorizados (tengo que pensar en ser más latino y menos noruego…), paseamos por las estrechas callejuelas. Y sí, es un sucedáneo de Kotor,… pero no le llega ni a la suela de los zapatos.

A pocos kilómetros se encuentra la exclusiva Sveti Stefan, una isla solo conectada con la costa por un estrecho puente. En un viaje anterior habíamos llegado hasta la mismísima barrera de acceso, pero la foto no me decía mucho. Esta vez nos paramos en el mirador que hay en la carretera, y las vistas son mucho mejores para hacerse una idea de conjunto.

Un consejo: si no queréis que os pase como a los moteros húngaros que llevábamos delante, cerramos todas las cremalleras donde llevéis objetos de valor, no vaya a ser que se os desparramen por la carretera billetes, documentación y tarjetas de crédito. Aún deben estar buscando la VISA.

Después de eso, ascendimos los más de 500 metros de la montaña costera y nos adentramos en el interior, hasta Podgorica. Tras una breve visita a la catedral ortodoxa, moderna pero con estilo antiguo y profusamente ilustrada con sus frescos en el interior, repusimos fuerzas con cuatro pavías (AKA nectarinas) y enfilamos hacia el norte por la fatídica (pero muy recomendable si tienes ganas de curvas y baches) P19 y M9.

Belén me seguía a pocos metros en todo momento, portándose como una campeona a pesar de la migraña que llevaba encima; si a mi me hiciera la mitad de daño que a ella, estaría llamando al RACC para una repatriación express. Pero ella se comió con patatas los 100 kilómetros de curvas sin rechistar (o rechistando muy poquito y en voz baja).

Y llegamos a Berane con fresco, y disfrutamos de una buena cena a base de pollo con salsa espectacular y un rollo rebozado también de pollo pero con cecina y queso. Y hasta (casi) supimos pedir un cortado! Ahora a reponer fuerzas que mañana tocan dos países y dos fronteras.

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