Día 7. 30 de Julio. Bergen

Un minuto y 28 segundos. Eso es lo que tardé en recorrer todo el pasillo del hotel de Oslo. No he visto un pasillo tan largo en mi vida. Y esa mañana lo hice 5 veces, casi 7 minutos y medio de mi vida gastados en recorrer pasillos… Y es que bajé a la moto a por el forro del pantalón, que no quería pasar el frío que pasé ayer. Caía una ligera llovizna, suficiente para que me asegurara de que todas las cremalleras del traje estuvieran convenientemente cerradas.

El tiempo fue cambiante, variando desde lluvioso a soleado, pasando por todos los matices; temperaturas tan dispares como los 24ºC a mediodía y los 10ºC ya acercándome a Bergen. Y ahí es cuando comencé a valorar las bondades del traje Streetguard 3 de BMW y su membrana Bionic Climate, que se adapta a la temperatura exterior para dejar más o menos ventilación: no pasé frío a 10ºC ni calor a 24ºC. Mención especial para los guantes ProSummer, también de BMW: dotados de Gore-Tex para que no entre ni una gota de agua. Y con un tacto que me permitía operar los minúsculos botones del GPS sin problemas. Pero lo mejor de los guantes es el pequeño accesorio de goma del dedo índice de la mano izquierda, similar a un limpiaparabrisas, que deja la visera absolutamente impecable: se acabó de tener baja visibilidad cuando llueve!

Mientras me acercaba al interior del país, la carretera se iba haciendo cada vez más revirada, con unas curvas muy divertidas si se instaura un ritmo ni rápido ni lento… sino legal: 90 km/h. El asfalto iba pasando alegremente bajo mis pies, a ritmo, mientras la moto y yo jugábamos con las curvas. Los ratos de sol se alternaban con los de lluvia, que aparecía de improviso tras un viraje, así de sopetón. Junto con el peligro de los renos -siguen habiendo señales cada dos por tres, pero de animalejos ni uno- y el de los radares, ahora tenía que estar atento al asfalto mojado, que aparece cuanto menos te lo esperabas.

Junto con las curvas aparecieron los primeros fiordos, e incluso las primeras nieves, que se amontonaban a pocos cientos de metros de la carretera. Miraba al cielo, y entre las amenazadoras nubes se iban rasgando algunos girones, mostrando un cielo de un azul intenso. De un “azul esperanza”, diría yo. Esperanza de que amainara la lluvia y me iluminara el siguiente punto de interés turístico de la ruta.

La Heddal Stavkirkke, la mayor iglesia de madera de toda Noruega, comenzaba a vislumbrarse entre un grupo de árboles. Y apareció el sol. Como para mostrármela en todo su esplendor. Su madera ennegrecida por los años, su elegancia, su olor… todo bañado por ese sol que tanto añoro… Rodeada por un tranquilo y gran camposanto, la Stavkirkke parecía ser el fruto de un entretenimiento de Dios que no sabía qué hacer un sábado por la tarde con unas cuantas cajas de cerillas.

Andaba yo absorto en esos pensamientos, caminando tranquilo entre las tumbas, cuando me sorprendió el tañido -bonita palabra- de las campanas, que anunciaban ya la 1 de la tarde. Y entonces, me vino el sobresalto. Miré el GPS, que anunciaba la llegada al final de la etapa, Bergen, a eso de las 10 de la noche… ¿Cómo podía ser? Si yo creía haberlo planificado bien… Un examen más concienzudo me llevó a comprender que el GPS no contemplaba la posibilidad de coger ferrys… Y precisamente hoy tocaba uno. Entonces, respiré tranquilo.

Continué mi ruta entre montañas y paisajes desolados, de esos que recuerdan a Escocia, con peñascos cubiertos de hierba y musgo, riachuelos vigorosos que saltan de piedra en piedra y algún que otro árbol desperdigado. Coincidí con otro motero, uno de esos con letras mayúsculas… Matrícula holandesa y… con una Triumph!! Emulando a Ted Simon y sus Viajes de Júpiter… dando la vuelta al Mundo con una Triumph… Obviamente, se mereció un gran saludo!

Ríos que se tornan lagos. Lagos que se tornan mar… Fiordos… Todos tenían en común ser el reflejo sereno de las montañas que los circundan. Cascadas que no cascan, sino que se deslizan suavemente por las rocas hasta llegar al fondo del lago… Todo esto se iba sucediendo camino a Bergen. El día, que ya no era radiante -hacía tiempo que ya no se veía el sol, y los ratos de lluvia eran cada vez más largos- estaba siendo de lo más gratificante. Ferrys y túneles de más de 10 kilómetros de longitud me llevaron finalmente a la costa noruega, y desde allí, en pocos minutos a Bergen.

Bergen, segunda ciudad noruega en tamaño, pero sin lugar a dudas la primera en encanto. Encanto de las viejas villas pesqueras, con sus casas de madera que resisten el tiempo casi impertérritas, quizá algo más inclinadas, como un venerable viejecito apoyado en su bastón. Un rápido paseo por sus calles más emblemáticas antes de que comenzara nuevamente la lluvia, y a descansar, que mañana me esperan los fiordos de verdad.

Hoy he recorrido 597 kilómetros (sin contar el ferry), en 8 horas 20 minutos, a una media de 69 km/h. El consumo medio ha bajado a 4.0 l/100km. Ya llevo más de 4500 kilómetros recorridos.

Y la ruta la tenéis aquí:

The Long Way North. Day 7


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3 comentarios en “Día 7. 30 de Julio. Bergen

  1. Belén

    Y al final aun tendremos a un escritor con vena de poeta, muy bien Sergio vas a aprobar con nota ,genial ¡Qué envidia me das!

  2. smorchon Autor

    Bueno, cuando hay mal tiempo, con nubes bajas, etc… los HDR quedan más aparentes.

    Llevo una Nikon D300 con tres objetivos, el 12-24 de Tokina, el 18-200 VR de Nikon y el 50mm 1,8 de Nikon.

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