Son más de las 12 y media de la noche y el día ha sido duro. Pero lo más duro de este día es que mañana será igual. Pues eso, que es más de medianoche y aún me quedan cosas que contar. Aunque no muchas, porque en principio esta era una jornada de trámite. Porque atravesar Europa siempre es un trámite cuando viajas a Nordkapp.
Pero comenzaré hablando de la migraña que lleva unos cuantos días asaltándome a cualquier hora, incluso por la noche. Y la noche anterior no iba a ser menos, incluso siendo la víspera de un día importante. Es lo que tiene la migraña, que no respeta nada. Pero milagrosamente, fue sentarme en la moto -no sin antes pelearnos durante casi una hora con el equipaje- y desaparecer para siempre. Como por arte de magia. Ante nosotros nos quedaba por recorrer más de setecientos kilómetros que empezaron con la niebla de Olot, las cuatro gotas de Figueres, las caravanas inhumanas de Le Perthus, ya en Francia y unas cuantas cosas más. Porque esos pequeños detalles son los que sazonan un gran viaje. Pero sigamos por orden, que me noto algo disperso.
Cuando al verano le dio por aparecer, allá por Narbonne, el termómetro marcaba más de 30 grados. Nos acercábamos a uno de los puntos de paso que había marcado en fosforito en el planning de viaje: el puente. Porque de Millau, lo que más se reconoce es su puente. Y no lo atravesamos, sino que lo pasamos por debajo. Impresiona ver sus enormes columnas, aguantando en un supuesto equilibrio milagroso esa línea recta blanca y perfecta por donde la autopista A75 sigue su camino hacia el norte. Desde abajo, desde muy abajo, es el mejor sitio para observar la magnitud faraónica del puente. Es completamente recomendable su visita. Y los kilómetros pesan en el contador…
Y después, pero que mucho después, apareció Le-Puy-en-Velay. Pueblo muy interesante, con diversas iglesias que sorprenden por su situación. De hecho una de ellas está en equilibrio sobre un afilado peñasco. Habían pasado ya muchas horas desde que sonara el despertador, pero aún nos quedaba un buen trecho. Hasta que el GPS marcó más de 11 horas sobre la moto. En ese preciso momento y no antes, llegamos a Lyon, una ciudad que bien merecerá una visita más seria. Porque la que hemos hecho hoy ha sido un poco de risa. Ya habrán mejores ocasiones.
Y de todo eso, ¿con qué me quedo? Pues sin lugar a dudas con ver delante de mi a Belén y su Derbi conduciendo con una sola mano. Y es que aún recuerdo cuando hace unos pocos años se asustaba cuando a mi me daba por soltar una mano del manillar. Y mírala ahora. En nada, se suelta de las dos para bajar bordillos.
Juas bordillos, no pretendía que bajase uno y subiera otro seguidos de más de tres dedos??? hoy no podía Sergio, lo siento, gracias por guiarme.
Increíble que os sobren ganas para escribir la crónica. Cuidadin con el cansancio.
Muy chula la toma del puente desde tan abajo, que llevaréis en las maletas que el puente no soporta el peso y tenéis que cruzarlo por debajo, jajajajaja