LRP. Etapa 12. Pfronten. La Romantische Strasse

La carretera serpenteaba entre verdes colinas. Un asfalto impecable, unas curvas nobles y amables. De repente, al pasar una loma el paisaje me dejó sin aliento. Un giro a la derecha colocó a nuestra izquierda los majestuosos Alpes con el espectacular castillo de Neuschwanstein a sus pies. Y a nuestra derecha el sol intentaba colar sus últimos rayos entre un girón de las escasas nubes. Yo no sabía dónde mirar. Habíamos recorrido los trescientos cincuenta kilómetros de la Romantische Strasse. Era un buen final.

Amaneció un precioso día para ir en moto. Sol, temperatura agradable y una carretera que se mostraba excepcional para pasar el domingo. La Romantische Strasse recorre Alemania desde Würzburg hasta Fussen, ya al borde de los Alpes. También lo pensaron así cientos de motoristas que en una dirección u otra nos encontramos el ruta. Desde estridentes superdeportivas hasta maravillosas reliquias de hace cuarenta años. Y descapotables, muchos descapotables. Nadie quería perderse este maravilloso día de domingo.

La ruta está perfectamente señalizada con unos carteles marrones que indican cualquier cambio de carretera. Pero no está de más llevar apuntados los pueblos de paso, porque en algunas grandes ciudades es fácil perderse y encontrar la ruta de salida. Las primeras paradas fueron en pueblos que no mostraban nada especialmente interesante, cosa que puede llegar a desencantar. Plazas coquetas, callejuelas interesantes pero no demasiado… Pero no nos desanimamos, solamente era el comienzo. Así como sin quererlo paramos en Rothenburg y la cosa cambió. Tras pasar la muralla por una vieja puerta te reciben cientos de casitas con afilados tejados, todas primorosamente pintadas y con geranios adornando los balcones. Allá donde mires todo es de cuento. Carteles de hierro forjado con adornos dorados anuncian cada hotel y cada tienda, mientras que el nombre del establecimiento aparece pintado en las fachadas con una pulcra letra gótica. Tiendas de detalles con buen gusto, apetecibles restaurantes y cervecerías… Es con diferencia el mejor lugar de la ruta para realizar una parada. Muy recomendable.

La ruta va transcurriendo sin especial interés por lo que al trazado se refiere. Excepto algún tramo con algunas curvas, el resto es bastante recto y anodino. Pero no por ello los alemanes dejan de recorrerla en moto. Lo cierto es que casi no hacía falta seguir los carteles indicadores. Simplemente te dejabas llevar por el reguero inacabable de motos y descapotables. No hay pérdida. Paramos a comer en Harburg, a orillas del río y cerca del puente de piedra, frente al castillo. Las campanas de la iglesia cercana rivalizaban con el chapoteo de los niños que intentaban atrapar a los patos, que se mantenían a una distancia prudencial. ¿Qué mejor sitio para un picnic?

La Romantische Strasse sigue sin pena ni gloria hacia el sur, adentrándose en Baviera. A partir de Schongau la cosa cambió. Los dorados campos de cereales en plena cosecha se transformaron en inmensas praderas de hierba fresca. Aparecieron los bosques de abetos y el sol comienza su particular exhibición de tonos rojizos en el horizonte. El castillo de Neuschwanstein apareció al pie de las montañas, mientras que los primeros picos alpinos comenzaban a tomar protagonismo. Después de doce días eran prácticamente las primeras montañas, y realmente nos alegraron la vista. Llegamos al hotel casi de noche, con muy poco tiempo para encontrar un lugar para cenar. Pero no importaba. Habíamos recorrido de principio a fin una ruta mítica.

No creo equivocarme al decir que la Romantische Strasse está sobrevalorada como ruta motera. De trescientos cincuenta kilómetros me quedo con los cuarenta últimos. De los pueblos y ciudades que pasa, quizá destacable de verdad sea solamente Rothenburg. Los paisajes no son nada del otro mundo si volvemos a exceptuar los últimos kilómetros. Pero tiene un excepcional marketing. Primorosamente indicada, eficazmente anunciada y con gasolineras, hoteles y restaurantes disponibles en cualquier punto. En España tendríamos cientos de rutas quizá mejores que ésta. Pero el turismo de carretera sigue en pañales en nuestro país. Afortunadamente no nos faltan buenos moteros que impulsen esas maravillosas rutas por la península. Pero aún nos falta mucho por aprender.

Quedan dos días de ruta y tres días de vacaciones. Algo no cuadra. Para encajarlo tengo dos opciones: o comenzar a trabajar un día antes o… Sí, habéis acertado. La Ruta Polaca se alargará un día más. Las carreteras de la Provenza francesa tienen la culpa. Pero eso será otro día.

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