Que sí. Que está muy bien eso de ser un motero aunténtico y no pillar autopistas a no ser que lo exija el guión. Pero cuando los 284 kilómetros que separan Piacenza de Venecia son una sucesión de polígonos industriales concatenados uno detrás de otro, me pienso seriamente apearme del colectivo de moteros auténticos.
Al menos la experiencia me sirvió para confirmar un hecho que todos habremos sentido alguna vez: el cansancio sobreviene cuando quedan exactamente 50 kilómetros para el destino. Da igual lo larga o corta que sea la ruta: a 50 kilómetros de llegar, estás petao. Mira tú que la etapa de ayer fue de casi mil kilómetros… pues me empecé a cansar a 50 kilómetros del final. Y la de hoy? Pues lo mismo, aunque fueran muchos menos. Es como si programáramos al cerebro a aguantar determinado número de kilómetros en función de lo previsto.
Gracias a un chivatazo de mi amigo Xavi (Banana), nos acercamos a un pueblo (cuyo nombre voy a manener en secreto para no masificarlo, al menos hasta que publique la entrada correspondiente en el blog de viajes que nadie lee…) donde puedes llegar con la moto hasta los mismísimos canales que lo recorren de lado a lado. Un pueblo poco turístico y con encanto, aunque por supuesto no es comparable con Venecia.
Y por fin Venecia, la ciudad del amor, de los puentes repletos de turistas haciéndose selfies y de los 80€ por media hora de góndola. Pero solamente con un pequeño giro, un giro inesperado en ese callejón por el que nadie va, te transporta a otra Venecia. A la Venecia donde puedes oír el eco del silencio. A la Venecia donde los pequeños puentes atraviesan canales olvidados donde solo de vez en cuando un gondolero los navega camino a su casa. Ojo, que la Venecia de calendario mola un montón. La visión de llegar a la Piazza San Marco al atardecer no se me borrará de la memoria en la vida. Verdad Belén?
Tras un día entero pateando canales, puentecillos y callejones estrechos, lo cierto es que añoro la moto. Así que mañana toca madrugar para atravesar un par de fronteras y volver a ver el azul más intenso que jamás vi en un mar. Nos seguís acompañando?
EL Barrio Judío es perfecto, es como si estuvieras fuera de Venecia teniendo lo mismo que tienes en el resto….