Maramures, los Alpes rumanos. Retorno al Este. Cap. 16.


A ver, que yo me pensaba que los de Europa del norte eran los más civilizados y cumplían todas las normas. Después de cuatro Cabos Norte, este viaje por Balcanes y Europa del Este está siendo un shock en ese aspecto. Pues bien, no va la familia de holandeses y se salta por el forro todas las indicaciones de «no foto» en el monasterio de Dragormina? En los monasterios ortodoxos más conocidos tienes que pagar una «tasa» para poder hacer fotos o vídeos (no llega a 3€) y siempre por fuera, porque para preservar sus frescos algunos te impiden la foto por dentro (no todos, por ejemplo el de Secu, maravilloso, vacío y sin restricciones fotográficas, al menos de momento). Pues a lo que iba, que me vuelvo a dispersar: prohibido fotos dentro del monasterio? Pues los holandeses, foto al canto. Prohibido fotos en el museo? Pues allá que van otra vez con la camarita… Y luego decimos de los latinos… A todo esto, el monasterio bien, los frescos muy buenos, aunque se va haciendo todo algo repetitivo.

Después hemos pasado por el monasterio de Voronet. Este molaba, porque tiene frescos tanto por dentro como por fuera, y datan del siglo XVI. La cosa es que estaban allí concentrados todos los turistas del país.  Autocares, grupos de italianos, alemanes… Y como los monasterios son pequeños, parecía el metro en hora punta. De todas formas los frescos interiores son excelentes, y los exteriores, aunque un poco deteriorados, también.


Y luego tocaban más de 200 km hasta la siguiente y última zona que vamos a visitar en Rumanía: las montañas de Maramures. Carreteritas con el peor asfalto que hemos tenido en todo el viaje durante más de 50 kilómetros nos han llevado hasta los 1400 metros de altura, entre montañas repletas de abetos y algún que otro poblado rumano que vivían en caravanas y casas prefabricadas -o casi fabricadas- a pie de carretera.

Aquí la moda de las mujeres mayores es muy clara: falda de flores, calcetines de colores hasta media pierna y pañuelito en la cabeza. Glamour a raudales. Pero no veías una ni dos… TODAS visten así. Entre eso, la gran cantidad de carros tirados por caballos y las casitas de madera, parecíamos haber atravesado el túnel del tiempo. Además, las iglesias comenzaban a ser todos de madera, muy altas y esbeltas al estilo de las que he podido ver en Noruega. Muy curioso.

En el monasterio de Barsana nos encontramos a un rumano que vive en Zaragoza y nos preguntó si nos estaba gustando su país. Pues todo perfecto, menos el asfalto, majo. Que parece que tengan solo una máquina alquitranadora y que se vaya recorriendo todo el país pero pausadamente, porque hay zonas en las que no ha pasado en lo menos cincuenta años. Veis? Ya me disperso otra vez. El monasterio. Pues de madera, como toca por esta zona. El interior pintado pero como de cómic, curioso también. Alrededor habían plantificado una serie de edificios del mismo estilo que realmente no desentonaban, pero que en conjunto parece un parque temático. 


Y sí. Esta mañana hemos llegado lo más al este en este viaje. Hemos cruzado 26 meridianos para encontrarnos en un mundo muy diferente al del meridiano 0. Aunque quizá no lo sea tanto. A partir de mañana volveremos hacia donde se pone el sol, y seguramente encontraremos mundos diferentes cada día. O no. Porque querido lector, los paisajes, la gente y las culturas las hacemos nosotros diferentes en nuestra cabeza. En definitiva, todos somos iguales. O deberíamos serlo.

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