De Florencia a Bologna. La Ruta del Adriático. 20

A ver, señores de Ravenna: lo que no puede ser es que tengáis una basilica preciosa llena de mosaicos, y como el resto de museos no les hace nadie ni puñetero caso, pongáis una entrada conjunta a 5 museos por 10 euros y pico. ¿Y si solamente quiero ver la Basílica? 10€. Pero si solo queda una hora para cerrar todos los museos… 10€, que tienes 7 días para verlos con la misma entrada. Pero si me voy hoy mismo que tengo hotel en Bologna… 10€. Pues ahí os quedáis con vuestros mosaiquitos. Os voy a poner una crítica negativa en el TripAdvisor que os vais a quedar sin turismo los próximos 2 años. Ríete tú de la pandemia.

Pero todo era maravilloso por la mañana. Salir de Florencia entre viñedos, temperatura muy agradable, unas nubes bajas de lo más fotogénicas, unas cuantas curvas… y más curvas… y muchas más curvas. Me quejaba yo que el viaje tenía pocas carreteras chulas, pues hoy me he hartado. Hasta me han parecido muchas curvas y todo. Sobre todo porque el asfalto era pésimo, cosa que no parecía importarles a las decenas de moteros de fin de semana que venían aullando con sus Ducati volando sobre los baches de la carretera. Y así hemos llegado a San Leo.

San Leo es una fortaleza encaramada a un peñasco. Y como suele pasar con las cosas encaramadas a peñascos, las carreteras de acceso no son de acceso fácil. Y así era la cosa. Y luego llegabas a un parking donde aún no veías la fortaleza: me harto de buscar fotos para que luego no encuentre el lugar desde donde sacar la vista más chula. Al final, para abajo otra vez.

Y en nada, San Marino. Nuevo país que apuntar en mi lista de países. Unos cuantos tornantis y te encuentras en todo el centro histórico: unas cuantas calles empinadas repletas de tiendas de armas, de souvenirs o perfumerías. Porque eso es como Andorra. Y lleno de gente. Una foto del castillo, compramos las pegatinas pertinentes y a seguir viaje tras una comida rápida y visita al baño.

En Rimini ya el calor y los 120 kilómetros de curvas de la mañana van pesando. Visitamos, yendo de sombra en sombra, el castillo, la Plaza Cavour y el Templo Malatestiano (por cierto, curiosa forma de templo, no de iglesia).

Tras RImini nos desviamos exclusivamente para ver los mosaicos de Ravenna, pero como he dicho acabamos abortando la misión. Con el sol de cara, llegamos a Bologna, donde hemos aprendido que los spaghetti a la boloñesa no se hacen con spaghetti sino con tagliatelle, que no se llaman a la boloñesa sino al ragú, y que… están de muerte. Mañana, pues seguramente más.

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