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LRP. Etapa 2. Etretat. Conquistando Normandía

Podía oír mi respiración amplificada dentro del casco. Andando detrás de Belén, ambos vestidos de motorista y con el casco puesto deberíamos causar una interesante impresión a la gente que nos rodeaba. Pero lo cierto es que nadie nos miraba. No suelo andar así vestido, pero la ocasión lo requería. En ese momento la tormenta descargaba con mucha fuerza, y era la mejor manera de refugiarse de ella. Levanté la vista buscando algún sitio donde guarecernos, pero lo único que vi era hierba mojada. Una gran explanada de hierba con infinidad de cruces de mármol blanco puestas en línea con una precisión obsesiva. Estaba diluviando en el cementerio americano de Normandía.

Las obras nos impidieron salir de Nantes con rapidez. Una y otra vez jugábamos al gato y al ratón con los desvíos, que aparecían y desaparecían a la que menos te lo esperabas. Este juego del escondite nos permitió ver la catedral y el castillo, que la noche anterior se nos mostraron esquivos. Finalmente pudimos salir hacia Rennes por autovía. Y de allí hasta el Mont Saint Michel.

La abadía sigue ahí, como flotando en medio de la nada desde hace siglos. Los enormes parkings impedían acercarse al camino de acceso para tomar la pertinente foto, pero un escondido acceso a unas obras nos solucionó la papeleta. La ruta seguía hacia Normandía, pasando por carreteras olvidadas que enlazaban pueblecitos limpios, antiguos, cuidados y coloristas. Las casas de piedra con los porticones primorosamente pintados de colores, o la infinidad de hortensias, geranios y otras flores le daban un toque acogedor a los pequeños pueblos de la campiña francesa.

Desde la mañana las nubes amenazaban con descargar. Y así lo hicieron de manera intermitente. No tuvimos más remedio que ser los espectadores de excepción de ese juego caprichoso que se llevaban la lluvia y el sol, ahora mojando los campos, ahora iluminándolos para que luzcan resplandecientes. Y el arco iris, que aparecía y desaparecía siguiéndonos al lado camino de las costas de Normandía. Parecía tan cercano… En algunos momentos me pareció verlo delante de alguno de los bosques que recortaban el horizonte, casi al alcance de la mano.

Omaha Beach, la playa más famosa del desembarco de Normandía, se encontraba en marea baja. La gran extensión de fina arena albergaba a algunos niños jugando a volar cometas o hacer castillos. Nada de sombrillas, chiringuitos o tufillo a crema solar. Sí, ya se que el día no acompañaba a ir a la playa, pero me pareció respirar un aroma a profundo respeto por lo que allí aconteció.

Entrando en el cementerio americano comenzó a diluviar. Paseamos en silencio bordeando las miles de cruces de mármol blanco mientras la lluvia lo empapaba todo una vez más. Las cruces de los vencedores. Triste balance. Haciendo algunas fotos, buscando la simetría cambiante de las hileras de lápidas, me di cuenta que no estaba asociando cada una de ellas con una historia, una vida y una familia destrozada. Quizá el lugar es demasiado bonito. O quizá me estaba quedando en lo superficial una vez más.

Atravesamos el espectacular Puente de Normandía para llegar a Le Havre. Colosal, moderno y casi hipnotizador, cuando los tirantes de acero fueron pasando por la derecha y por la izquierda, de manera rítmica, acompasada y casi relajante. Seguía lloviendo.

Y finalmente llegamos a Etretat. Como dijo Belén, abrimos las páginas de un cuento y nos metimos en él. Casitas de madera, algunas con vigas vistas, otras con tejados de madera,… todas con encanto. El cuento de hadas continuó cuando llegamos a la playa y vimos sus espectaculares acantilados blancos. El sol se escondía tras las nubes dejando regueros escarlatas que teñían el horizonte. Las gaviotas graznaban a nuestro alrededor mientras se acercaba la hora de la cena. Una cena con sabor a mejillones y crepes.

Hoy me he dado cuenta de una cosa. A pesar del frío, la lluvia o mil incomodidades, si tienes paciencia acaba saliendo un arco iris o una inolvidable puesta de sol. A pesar de recorrer miles de kilómetros para buscarlos, los arco iris están mucho más cerca de lo que parece. Incluso a veces, están siempre a tu lado.

Polonia 02


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