Un día duro. Cuando bajé esta mañana al parking del hotel en Estocolmo ya lo sabía. Pero no hay vuelta atrás. El trayecto hasta Oslo iba a estar pasado por agua. Pero no pensaba que tanta!
Una primera parada a repostar y a revisar las presiones de los Metzeler Tourance EXP. Estaban algo bajas, teniendo en cuenta que voy cargado. Así que acabo de inflarlas y sigo ruta. El comportamiento de los neumáticos de momento es excelente. No he tenido ocasión de exprimirlos a fondo, pero la sensación en las frenadas y en el aplomo de la rueda delantera ha cambiado a mejor con respecto a los Tourance normales que montaba antes.
La primera parada es en Gripsholms Slott. Un castillo de los suecos, de ladrillo visto ennegrecido por los siglos. Grandes torres redondas asoman por encima de los muros exteriores. Se accede atravesando varios de sus patios interiores, pero la verdadera belleza del castillo se ve desde fuera, ya que está casi completamente rodeado por el agua del lago, lo que le confiere ese toque de belleza especial, incluso lloviendo como estaba.
Los kilómetros se fueron sucediendo bajo la lluvia uno tras otro. Cada vez hacía más frío; el termómetro de la BMW marcaba los 15ºC. En la próxima parada -pienso- me pondré el forro de la chaqueta. De repente, cuando ya tenía enfilada desde hacía tiempo la E18 que me llevaría directamente a Oslo, el GPS me indica que me desvíe, por una carretera. La perspectiva me parece interesante, porque estoy harto de autovía de 90 km/h, pero tuve que comprobar varias veces que la ruta propuesta es la buena. Vuelvo a tener el problema de la gasolina, pero esperaba encontrar algún lugar para repostar por la zona.
Y así fue. En un pequeño colmado con surtidor de gasolina pude repostar. Entré empapado al establecimiento donde una señora entradita en años me esperaba sonriente.
– Qué agradable día! -comenté con ironía.
– Sobre todo para ir en moto- me dijo ella, en la misma clave irónica.
– ¿Esta carretera lleva también a Oslo? -le pregunté.
– Sí- dijo. Y es mucho mejor que la autopista, sobre todo para ir en moto. Los paisajes son espectaculares. Cuando mi marido y yo vamos a Oslo en moto, siempre vamos por aquí.- me informó.
– Gracias! Aunque no creo que hoy los pueda disfrutar mucho.
Y tras ponerme el forro de la chaqueta y secarme mínimamente, continué camino por la carretera, fijándome primeramente en el culo de una reluciente Honda Goldwing que asomaba por la puerta del garaje contiguo al colmado.
Y agua, agua y más agua… Comenzaba a tener mucho frío. De hecho estaba tiritando e iba vestido igualito que cuando nieva en Barcelona… Debía de entrar agua por algún sitio, porque me notaba mojado. Quedaban más de 150 kilómetros para el hotel, pero parar sería peor. Además, las carreteras noruegas no tienen ni un mísero puente donde resguardarse. Así que, pasito a pasito, kilómetro a kilómetro, fui avanzando. Pensaba en que hace 6 días estaba en Barcelona y ahora estoy en Oslo, pensaba que un sueño que surgió de ver un programa de televisión y de un vistazo rápido a un mapa se estaba haciendo realidad… pasito a pasito. Y así llegué a Oslo, con la convicción de que cualquier cosa que se te ocurra puede hacerse realidad.
Ahora desde el Hotel Confort Runway, sentado en un comodísimo sofá, con unos grandes ventanales que dan directamente a la pista 01L del Aeropuerto de Gardermoen de Oslo estoy seguro de ello. Las penas pasan, la experiencia queda.
Hoy he recorrido 547 kilómetros en 6 horas y 35 minutos, a una media de 83 km/h. Velocidad máxima de 131 km/h y un consumo medio de 4,5 l/100km. Llevo en total 3934 kilómetros. La ruta de hoy: