Vale, me pasé planificando la ruta de hoy. 500 km en 8h parecía buena idea, hasta que tardas casi dos horas en hacer los 50 km que nos separaban de la frontera francesa, y otra hora y media en llegar a Montecarlo, atravesarla y salir de Niza. Acabamos de llegar al hotel de Nimes a las 11 de la noche, tras 10 hora y media encima de la moto. Pero… vaya disfrute nos hemos pegado hoy!
Lo dicho, las caravanas cercanas a Ventimiglia nos han servido para practicar un poco la conducción italiana que llevamos observando semanas: adelantar a los coches atascados por el carril contrario, aunque venga alguien de frente… siempre se apartan. Y después de Menton, donde hemos parado a hacer la foto anecdótica seguían habiendo caravanas… pero aquí ya eran franceses, y actúan de otra forma: generalmente te dejan pasar, pero si no cabes, tú no te haces el hueco, como se estila en Italia.
En Mónaco seguía el caos, incluso para encontrar un hueco donde aparcar las motos. Al final hemos triunfado y hemos encontrado hueco prácticamente en la zona de pole position de la recta de meta. Y además entre tiendas de Loewe, Armani y Bugatti hemos encontrado una tienda de souvenirs donde hacernos con el preceptivo imán y la indispensable pegatina.
Hasta Niza, seguíamos en caravana, intentando evitar atascos. Y al salir hacia el norte, todo cambió. Comenzaron las curvas. Y no acabaron hasta más de 250 kilómetros después, tras enlazar tres Gorges (gargantas) imprescindibles. Las primeras, las de Cians, quizá las más flojitas y menos conocidas. Pero al ser las primeras, todo gusta.
Luego, las Gorges du Daluis, espectaculares tanto por su altura como por sus característicos túneles de un solo carril.
Siempre que podemos, pasamos por aquí, como ya hicimos hace 12 años en nuestro primer viaje en moto juntos.
Por último, las Gorges du Verdon, donde ya estuvimos hace relativamente poco. El inicio de la carretera es algo insulso, pero acercarse a los miradores es… de vértigo. Más de 700 metros de desnivel hasta el río que circula abajo… muy abajo. Pero la última parte de la carretera… buf! Ahí la altura se abre a tus pies a la salida de una curva y te de la impresión de que literalmente estás volando.
Y ahí se acababan los puntos visitarles del día. Pero eran ya las siete de la tarde y nos quedaban más de dos horas y media hasta Nîmes. Belén con buen criterio ha propuesto cenar antes de llegar al hotel, y así lo hemos hecho en Charleval, donde nos hemos metido un tremendo chuletón entre pecho y espalda. Y desde ahí, la hora y media que quedaba la hemos hecho de noche, auque los faros LED adaptativos de la Ducati hacían que pareciera las 12 del mediodía.
¿Lo bueno de estas palizas en moto? Que hemos decidido alargar el viaje un día más, por eso de no pegarnos mañana otro palizón hasta Zaragoza. Y de carambola, igual cae un país más. Buenas noches.
Bonito el montaje con las fotos de Belén en el mismo sitio tras 12 años, y también bonita la foto que cierra el artículo. Ojalá sigáis así muuuuchos más. 🙂