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TheLongWayLeft, episodio4: El Síndrome de Stendhal

En León, el día ha amanecido rotundo. Una mañana luminosa y de cielos despejados. Al menos desde la ventana, porque al acercarme a la moto he descubierto una capa de escarcha helada sobre ella. Pobre, no está acostumbrada a dormir a la intemperie!
El único motivo para acercarme a León era visitar su Catedral. Ya he estado otras veces hace tiempo, pero no logro olvidarme de esas magníficas vidrieras que me han hecho regresar. El GPS me indica el camino más largo para llegar, y me recorro más de la mitad de las callejuelas de la capital hasta encontrar un sitio donde dejar la moto. Me encuentro de bruces con varias procesiones -recordemos que hoy es Jueves Santo- y las sigo al ritmo de sus tambores y cornetas. 
Se conoce como el Síndrome de Stendhal a la presencia de signos físicos como taquicardia, falta de aire o vértigo ante la presencia de alguna gran obra de arte. El primero que lo describió fue Stendhal, que lo detallaba al salir de la Santa Croce en Florencia. Desde entonces muchos turistas que han estado en la ciudad toscana lo han sentido. Yo no. Pero hoy en León, al entrar y ver las magníficas vidrieras, un nudo en la garganta me impedía respirar, se me aceleraba el pulso e incluso alguna lagrimita ha intentado asomar. Solamente por esta sensación ha valido la pena todo el viaje. 
Después, he seguido ruta que me acerque nuevamente a los Picos de Europa, ya con las pilas del alma cargadas a tope. A pesar del frío,  el sol inundaba todos los verdes paisajes de León, ya bañados por la primavera. He disfrutado mucho de estas carreteras sencillas, sin grandes pretensiones, con algunas rectas interminables y unas cuantas curvas rápidas. A la salida de una de estas curvas he tenido mi segundo Síndrome de Stendhal. Un par de cigüeñas, que estaban posadas en un campo cercano a la carretera, han emprendido el vuelo. Las cigüeñas volando siempre me recuerdan al Constellation, el bellísimo avión de la Lockheed de los años 40 y 50. Uno de estos “Constellation” se me ha acercado hasta unos 2 o 3 metros, y hemos continuado así durante un buen rato. Yo la miraba, y ella -o él- me devolvía la mirada, sin parar de volar a mi lado en formación. Y es que ir en moto es lo más parecido a volar que se puede hacer desde el suelo.
Pocas curvas después me he cruzado con 3 BMW -dos adventure y una 1200 GT- y nos hemos saludado más que efusivamente con V’s, ráfagas y todo lo disponible a mano. Y es que encontrarte por estos parajes, tan lejos de tu casa con gente que viene igual de más distancia que tú, te hace pensar en las motivaciones comunes que tenemos los motoristas. La segunda lagrimilla se ha resbalado por mi mejilla. Hoy será un gran día!
La subida desde el sur al Puerto del Pontón dejaba ver las últimas nieves a ambos lados de la carretera. 1ºC, el asfalto mojado… Bastantes experiencias tuve ya con la nevada en Barcelona hace unas semanas como para repetirlo! Mucha precaución, despacito y buena letra, sobre todo al bajarlo por su cara norte. Paisajes espectaculares, totalmente nevados, y el asfalto en no muy buen estado. Cuando llevas más de 300 kilos de moto -por ahí ira- tienes que estar siempre concentrado. Fallar una marcha en la bajada de un puerto de montaña te puede escupir hacia el exterior de la curva, con el consecuente susto tuyo y del coche de enfrente. No explico más detalles que luego lo lee mi madre y se preocupa. Curiosa situación, cuanto más disfruto yo del viaje, más sufre mi pobre madre… aishhhh…
Después de Oseja, por la N-625 atravieso el Desfiladero de los Beyos, con estrecheces incluso más espectaculares que el más famoso Desfiladero de La Hermida, aunque los Beyos se hacen más cortos. Justo antes de llegar a San Ignacio, me desvío hacia la izquierda en busca de la carretera de montaña que me llevará a Ponga. En un primer momento anuncian que la carretera está cortada -y ya van 3 en este viaje-, pero yo continúo, suponiendo que en Jueves Santo no van a estar con las obras. Y así fue, y pude llegar a Ponga para tomar el aperitivo -que a la postre será también la comida-.
Sigo la carretera, que ya no tiene tan buen aspecto como al principio y con algunos desprendimientos, por lo que hay que circular con precaución, no vaya a cruzarse una piedra en el camino y me indique mi destino. Paso Cangas de Onís y voy directamente al Santuario de Nuestra Señora de Covadonga. 
Como pasa en Montserrat, el Santuario se ha convertido en un templo del merchandising. Turistas que aparecen de todos los lados le restan encanto a este Santuario situado en un lugar natural privilegiado. Hago la visita y las fotos de rigor, y decido huir rápidamente. Los Lagos de Enol son únicamente accesibles desde autocar, y no me apetece dejar sola la moto tan cargada de cosas valiosas. Así que continúo hacia mi siguiente objetivo que no es otro que acercarme a ver el Naranjo de Bulnes -Picu Urriellu, le llaman por aquí-. Por la AS-114 me acerco a Cabrales -famoso por sus quesos. Yo quería comprar uno, pero es que no me cabe nada más en la moto!!- Desde Cabrales hay diversos miradores donde se puede distinguir sin dificultad la majestuosa silueta del Naranjo. 
Reculo por donde he venido hasta tomar la carretera que me lleva a Llanes, donde hoy tengo alojamiento. Llanes me ha sorprendido por la cantidad de gente que hay en las calles, por los atascos de tráfico en la única calle medianamente transitable y por sus sidrerías. Repongo fuerzas en una de ellas, y ya con el estómago y el alma calmada, ahora toca descansar el cuerpo.
Puedes descargarte la ruta de hoy para verla en el Google Earth aquí.
DATOS DE LA RUTA:
273km
4h56m en movimiento
Velocidad media: 55km/h
Consumo medio: 4,1 l/100km

TheLongWayLeft, episodio3: Los Picos

No tenía que haberle hecho caso al GPS. O al menos, tenía que haber puesto más atención ayer noche al introducir la ruta. Y es que cuando no conoces el terreno y depositas tu fe ciegamente en ese trasto, al menos tienes que haberlo preparado a conciencia. Porque se empeñó a meterme por un camino de cabras y yo le hice caso. Y además no tenía salida. Pero todo comenzó en Santander.
Me despido de Santander algo más tarde de lo previsto, y es que el cansancio comienza a hacer mella. Saliendo de la ciudad me llevo la sorpresa de ver, a lo lejos, los Picos de Europa nevados. Y es que era verano todas las veces que los he visitado, y por lo tanto es la primera vez que los veo blancos. La carretera que me lleva a Santillana y Comillas es una general con bastante tráfico en su primer tramo, saliendo de la ciudad, pero luego se convierte en una agradable ruta entre verdes campos y curvas amplias. No paro en ninguno de los dos vistosos pueblos, ya que tengo previsto hacerlo a la vuelta. 
Durante los primeros kilómetros de la ruta tengo una especie de bajón anímico. Y es que me duelen mucho los brazos! Sobre todo en la parte interna del codo. Esto hace que no esté disfrutando plenamente de la moto, y me hace pensar si vale la pena. Pero ayer me pasó lo mismo y en pocos minutos el dolor en los brazos fue desapareciendo, dando paso al dolor de culo y piernas. Por lo tanto, fuera tonterías y a continuar!
Es cerca de Santillana donde el GPS me indica que me desvíe por una carreterita y posteriormente por un camino de cabras, seguramente porque le introduje mal el punto ayer. La pista no tenía salida, y tuve que dar la vuelta, en un camino estrecho, con piedras y charcos y en pendiente. Procedo a bajarme de la moto y darle la vuelta a mano. Pero con la moto cargada es más difícil de lo que suponía, y acabo dejándola caer sobre un costado. Me quito el casco y los guantes, inmortalizo el suceso y la levanto con relativa facilidad -las maletas impiden que quede excesivamente tumbada-. Y tras acabar de darle la vuelta, desando el camino hasta la carretera nacional.
En Comillas me desvío hacia el sur, para encontrar Cabezón de la Sal. En Valle giro hacia el oeste por la carretera de Carmona. Estrecha, de montaña y con buen asfalto. El día continúa soleado y casi hace hasta calor; una gozada. Esta carretera me ha de llevar hasta La Hermida, donde comienza el famoso desfiladero con el mismo nombre. Pero en Puentenansa -a medio camino- un cartel anuncia que está cortada a pocos kilómetros de La Hermida. Reprogramo la ruta, que me llevará por un valle paralelo hasta la carretera de La Hermida.
Una vez allí, me dispongo a hacer los 30 kilómetros de desfiladero que me llevará hasta Potes. Preciosa carretera, con el río Deva acompañándola en el reducido espacio que queda entre las imponentes montañas. Poco tráfico, pero el que hay fue fácilmente adelantable ya que hay bastantes lugares para hacerlo. Una parada en la ermita de Santa María de Lebeña, que está cerrada ya a esas horas y continúo. Atravieso Potes ya a la hora de comer y me dirijo a Fuente De, ya que a medio camino se encuentra la Posada del Oso, lugar que me han recomendado para comer. 
Un calórico cocido lebaniego y un enorme entrecot al queso de Tresviso. Impresionante. Y no pude más que regarlo con un Viña Tondonia. Y rematarlo con un arroz con leche casero. Y es que un día es un día. Era la guinda perfecta a un día de moto casi perfecto. Al salir del restaurante me encuentro con que el día soleado que dejé tras la puerta, lo han cambiado por una lluvia intensa y más sensación de frío. Después de la lluvia y el viento de ayer, como que me da igual.
Continúo hacia Fuente De, admiro durante algunos minutos las imponentes montañas y reculo por la misma carretera hasta Potes, pasando previamente a visitar el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, que alberga en su interior uno de los miles de lignum crucis -madera de la cruz de Jesucristo- que se encuentran repartidos por todo el mundo. Si los juntáramos todos no solamente saldría una cruz, sino que con lo que sobra se podría construir un puente.
Me desvío hacia Portilla de la Reina, carretera que rodea por la parte sur todo el macizo de los Picos de Europa. Continúa lloviendo, la carretera es estrecha y el asfalto deja mucho que desear, con profundos desconchones y parches de asfalto. Asciendo hasta los 1.600 metros y la lluvia se convierte en agua nieve y posteriormente en nieve hecha y derecha. La temperatura ha bajado hasta los -1ºC, el suelo está mojado, estoy rodeado de nieve -incluso comienza a cuajar en mi chaqueta- y empiezo a temer por la formación de hielo. Con muchísima prudencia voy hilando las curvas esperando el descenso. En Portilla de la Reina tenía previsto coger una carretera en dirección norte hasta Caín, pequeño pueblo incrustado en medio de los macizos montañosos. Pero la climatología no me augura un buen futuro si intento llegar hasta allí, así que de una manera sensata me decido por seguir hasta León.
Repostaje en Riaño, con la nieve pisándome los talones. Rodeo el pantano, paso por encima de la presa y la carretera, esta vez con muy buen asfalto, serpentea jugueteando con el río Esla y sus hoces. Ahora está a la derecha, y luego está a la izquierda. La carretera continúa finalmente hasta León, en medio de un tráfico intenso. Ha dejado de llover, y puedo ver las torres asimétricas de la Catedral bañadas por el sol. Pero eso lo dejaremos para mañana. 
La ruta de hoy la podéis ver en Google Earth. Bájatela aquí.

DATOS DE LA RUTA:
361km
6h19m en movimiento
Velocidad media: 57km/h
Consumo medio: 4,4 l/100km

TheLongWayLeft, episodio2: La violenta costa Cantábrica

Un día tremendo. A las miles y miles de curvas hay que añadirle la lluvia y el viento. Un clima típicamente norteño, donde el sol y la lluvia se iban alternando e incluso solapando. Salí de Pamplona medio lloviznando, pero con el asfalto totalmente mojado de las incesantes lluvias nocturnas. La idea era hacerlo todo por carretera, así que tras el primer repostaje del día me dirijo a la carretera de San Sebastián. Ya a los pocos kilómetros me doy cuenta de lo especial que resulta viajar en moto: los olores están muy presentes en el trayecto, ya sea leña recién cortada, el olor a tierra mojada, el potaje preparándose en los caseríos o el olor al cantábrico cuando te vas acercando a su costa.

La carretera N-121a serpentea  entre las colinas donde los colores primaverales van sustituyendo a los del invierno. Los verdes lo comienzan a invadir todo, dejando a los ocres y marrones ya moribundos. Para disfrutar de esta ruta en moto es indispensable seguir las indicaciones que desvían a los camiones de materias peligrosas, y así saltarse los túneles que le quitan todo el encanto. En un momento de despiste, seguí la N-121b en lugar de la N-121a y acabé sin saber cómo en Francia. Durante varios kilómetros fui jugando con la frontera, ahora aquí, ahora allí, hasta que me topé con el Cantábrico de bruces, cerca de San Juan de Luz. Desde allí a Hendaya por la costa, con un viento casi huracanado que me hacía ir muy despacio y que inclinaba peligrosamente la moto con cada ráfaga. En un momento de desespero, y pensando que todo el camino por la costa cantábrica podría ser así, pensé en volver hacia el resguardo de las tierras de interior y modificar la ruta. Pero finalmente pensé que los planes están hechos para cumplirlos, así que seguiría adelante.
Cerca de San Sebastián, ya fuera de Francia, me crucé con el único motero que he visto hoy. Afortunadamente el viento ya comenzaba a amainar, y pude soltar el manillar y saludarle con la mano izquierda, al tiempo que él asentía con la cabeza. En ese momento me embargó la emoción y me di cuenta de que lo que estaba haciendo era lo que realmente quería hacer, y lo que quería seguir haciendo durante muchos años más: disfrutar de la moto.
Los grandes atascos en San Sebastián no me impidieron llegar hasta la Playa de La Concha a hacer las pertinentes fotografías. Desde allí me dirigía a Zarautz, Deba , Ondarroa y Lekeitio, preocupado por el asfalto mojado, agravado por una gran cantidad de pinaza que se acumulaba en alguna curva. El peso de la moto, que aligera demasiado el tren delantero, hace que entre en las curvas con muy poca seguridad.
Magistral la comida vasca. Y ya sé que es un tópico. Pero que te pares a comer en una taberna de mala muerte de Lekeitio, pidas un menú de 11€ y disfrutes como un enano de unos espárragos de un calibre considerable -y de un sabor incluso más grande que el calibre-, o de un bacalao con salsa de puerros que merece al menos una punta de alguna estrella Michelín, no tiene precio.
Después de reponer fuerzas, sigo costeando por Bermeo, pero la BI-3110 está cortada antes de llegar a Bakio. Toca recular y buscar alguna otra alternativa para llegar a Bilbao, aunque los últimos 10 km sean por autovía. En Bilbao -que no tenía pensado ni parar- me entra curiosidad por ver el Guggenheim, y me acerco con la moto. Durante la preceptiva parada para fotografiarlo, un grupo de animadas ancianas conversan alegremente debajo de unos soportales cercanos. Veo que una de ellas se separa del grupo y mira mi BMW con admiración. Yo ya estaba toqueteando el GPS y no le presto demasiada atención, pero la señora cada vez se acerca más, por lo que acabo levantando la vista y sonriendo.
-Si mi marido hubiese tenido una moto así hace 40 años, la habríamos disfrutado mucho- me dice. -Nos fuimos desde Vitoria hasta los Picos de Europa en una Lambretta!!
-Eso sí que es una aventura- le respondo. -Yo también voy a los Picos de Europa, pero desde Barcelona.
-¿Desde Barcelona vienes?- me pregunta. -Claro que con esta moto… Debe de correr mucho, no?- Y entonces me acordé de mi abuela, que disfrutaba mucho viendo los saltos del Free Style de motocross cuando lo daban por la tele, a pesar de sus setentaymuchos años.
La N-634 me lleva de Bilbao a Santander. Muy recomendable, con muy buen asfalto y, salvando algún tramo lleno de rotondas y de travesías de pueblos, con unas curvas rápidas muy apetecibles, después del historial de virajes de montaña que llevo hoy. Llego a Santander casi de noche, y al entrar al hotel comienzo a oír las trompetas y tambores que señalan alguna procesión cercana de la Semana Santa cántabra. Yo por mi parte inicio mi particular via crucis ascendiendo las maletas por la escalera del hotel.
Puedes descargarte mi ruta para verla en Google Earth aquí.
Y si no tienes Google Earth, también la puedes ver aquí.
DATOS DE LA RUTA:
449km
8h26m en movimiento
Velocidad media: 52km/h
Consumo medio: 4,3 l/100km

El viaje de prueba: 3.000 kilómetros por España en 6 días

Más de 20 días de travesía en solitario se me antojan en algunos momentos, muy cuesta arriba. ¿Seré capaz de aguantar tantos días en solitario? ¿Podría soportar medias de más de 400 kilómetros diarios durante tanto tiempo? No hay otra opción que la prueba piloto. La cercanía de la Semana Santa -muy anticipada este año- me facilita las cosas. Un viaje a una zona lo más similar posible a Escandinavia, en España, que me permita hacer medias de 400-500 kilómetros diarios por todo tipo de vías. Sin dudarlo elegí la Cornisa Cantábrica y los Picos de Europa para esta prueba piloto. Teniendo en cuenta que salgo de Barcelona, me permite hacer algunos días de ruta por autopista, meterme en carreteras de lo más revirado, y con una climatología similar a lo que espero encontrarme este verano. Así que he puesto GPS y mapas en marcha para planificar una ruta. Si a la del verano la llamo “The Long Way North”, a esta pequeña ruta la llamaremos “The Long Way Left”. Y éste es el resultado:
Saldré de Barcelona el lunes 29 de marzo a media tarde, en cuanto me dejen salir del trabajo. Desde allí autopista pasando por Lleida y Zaragoza, a hacer noche en Pamplona. En total, unos 500 kilómetros. No está mal para comenzar, sobre todo teniendo en cuenta que llevaré unas 8 horas trabajadas cuando salga. No es una jornada que me apetezca especialmente, porque tanta autopista me puede llegar a aburrir… pero seguro que durante mi LongWayUp encontraré mucha autopista, así que habrá que acostumbrarse.
El martes 30 la cosa cambia radicalmente, y quizá es un día al que le tengo muchas ganas. Desde Pamplona ascenderemos hasta San Sebastián por la N121a, seguiremos costeando por Zarautz, Lekeitio, Guernika, Bermeo y acabaremos en Santander tras más de 350 kilómetros de curvas y paisaje cantábrico.
Para el Miércoles 31 me adentraré en los Picos de Europa, por el mítico Desfiladero de La Hermida hasta Potes, Fuente De, llegaré a Caín y bajando por Riaño haré noche en León. Quizá la última parte del recorrido tiene menos curvas y será más aburrida, pero me apetece mucho volver a ver las magníficas vidrieras de la Catedral de León tras 380 kilómetros de ruta.
El Jueves Santo, 1 de abril desandaré lo andado y volveré a Riaño para rodear los Picos de Europa por su lado occidental, subiendo hasta Cangas de Onís, Covadonga, Lagos de Enol, Cabrales y llegaré a descansar a Llanes, ya en la costa. Nos conformaremos con 300 kilómetros.
Para el Viernes Santo, 2 de abril iré desde Llanes pasando por Treceño, Riocorvo y tras recorrer la N-623 llegaré a Burgos tras poco más de 200 kilómetros, en la etapa más corta de este LongWayLeft.
Y finalmente espero retornar a Terrassa el sábado 3 de abril, tras salir de Burgos, pasar por Salas de los Infantes, el Burgo de Osma y la A-2 hasta casa. Casi 700 kilómetros para el viaje de vuelta.
En total, unos 3000 kilómetros en 6 días que me pondrán a prueba de cara al verano. Ahora solamente falta poner la moto a punto y equiparla para la aventura.

El por qué de todas las cosas

08 de marzo de 2010
Leyendo otros blogs más respetables, de moteros que están dando la vuelta al Mundo, me parece de chiste que esté escribiendo esto. Relatar cómo preparo el viaje de preparación a la escapada al Norte de este verano no deja de provocarme cierta vergüenza. Pero es mi aventura, y por tanto, igual de respetable.
Todo comenzó cuando mi primo, motero de toda la vida, me habló de cierto documental que relataba la aventura del actor Ewan McGregor y su amigo Charley Boorman dando la vuelta al Mundo desde Londres hasta Nueva York vía Asia en sendas BMW 1150 GS. “The Long Way Round”, le llamaron. Comencé a verlos algo escéptico, porque suponía que iba a ser todo un montajillo hollywoodiense descafeinado. Pero la verdad es que me cautivó. Me cautivó tanto que quizá no he podido pensar en otra cosa desde que vi el primer capítulo hace casi dos meses. Tanto que seguí viendo las continuaciones “Race To Dakar”, donde Charley se aventuró en la carrera más dura del Mundo, y “The Long Way Down”, donde ambos viajaron desde Escocia hasta Ciudad del Cabo.
Era fantástico. Yo quería hacer eso. Países exóticos, aventuras en moto, buenos momentos, malos tragos… La moto ya la tenía. No por otra cosa, y a pesar de mi pasado más velocista que rutero, ahora dispongo de una fantástica BMW F800GS de la que estoy encantado. Ahora faltaba saber si yo me atrevería a embarcarme en la aventura. A mis más de 40 años la sensatez me decía que ya se me había pasado el arroz, aunque desde hace bastantes años no le hago caso a la edad que tengo. Pero quizá dejarlo todo durante varios meses no era lo conveniente para mi situación laboral en este momento. Así que me he aventurado a preparar el viaje al mítico Cabo Norte, el punto más septentrional de Europa. Ya dejaremos las aventuras de verdad para un momento más propicio. Así que un fin de semana me lié la manta a la cabeza y comencé a comprar guías de Escandinavia y saturé a Google de búsquedas referentes al viaje en moto al Cabo Norte. Y como tengo cierto ramalazo exhibicionista, y como no es lo mismo vivirlo que contarlo, no podía dejar de explicarlo al mundo.
En las próximas entradas iré contando todo lo que me sucede en relación a este viaje, que emulando a Ewan McGregor he llamado “The Long Way North”. No pretendo enseñar a nadie a preparar una hazaña épica de las dimensiones que supone 12.000 kilómetros de moto en solitario, sino que pasemos un buen rato yo explicando y tu, sufrido lector, leyendo y riéndote conmigo. Desde la planificación del viaje, los pasos que voy siguiendo o la preparación de la moto, hasta la aventura pura y dura, iniciando desde este momento un cuaderno de bitácora donde lo sabrás todo de mi aventura. Espero que me acompañes!
Por lo tanto, ponte el casco, que comenzamos!