Cádiz tiene un significado especial para mi, porque de ahí proviene el 50% de mis genes. Pero como suele pasar con las provincias de las primeras letras del abecedario, está demasiado lejos como para poder profundizar en todos sus encantos. Tengo la sensación de haber pasado de puntillas por ahí, pero a pesar de ello guardo muy buenos recuerdos de esos viajes.
Cádiz capital tiene una imagen mítica donde podemos observar su peculiar situación geográfica, casi completamente rodeada de agua. Y es que ver esa catedral con esos colores ocres y blancos tan típicos aparecer tras un interminable paseo al borde del Atlántico es de esas imágenes que se te clavan en la retina. Además, el castillo de San Sebastián y los múltiples baluartes defensivos nos dan una idea de la importancia de la ciudad en siglos pretéritos. No en vano por aquí llegó a pasar el meridiano cero cuando el Imperio Español dominaba el globo terráqueo casi por todos sus rincones. Para llegar a la ciudad, si no quieres rodear la bahía debes tomar uno de los dos larguísimos puentes, siendo el de la Constitución sin duda el más bello.
Mención especial por la zona tiene el Puerto de Santa María donde nació y creció mi padre. El castillo de San Marcos, la Iglesia Mayor con una puerta plateresca muy interesante o las famosas bodegas Osborne son paso ineludible.
Si seguimos la costa encontramos diversos puntos geográficos que me interesan especialmente, como son el Cabo Trafalgar, frente al cual se libró la famosa batalla, o Tarifa, a la postre el lugar más austral del continente europeo. Y para llegar a ellos, no te pierdas la carretera que atraviesa el mágico pinar entre Caños de Meca y Barbate, o Bolonia con su duna y sus ruinas romanas. Y el Mirador del Estrecho, que a pesar de estar a unos cuantos kilómetros de la costa, desde él se puede admirar el estrecho de Gibraltar, el peñón e incluso la costa africana.
Pero si algo me llevó a conocer Cádiz en moto, son sin duda las carreteras y los pueblos blancos de su serranía. Limítrofe con la quizá más famosa de Ronda, tiene unos atractivos impresionantes. Porque presenta pueblos como Setenil de las Bodegas, donde las calles se tornan cuevas, Grazalema que da nombre a la sierra, Ubrique que debería ser famosa por su belleza en lugar de por su torero, Alcalá de los Gazules o quizá el más pintoresco de todos, Arcos de la Frontera, encaramado a un risco cresteándolo con sus casas encaladas.
En definitiva, no te pierdas una provincia en la que se disfruta tanto en su costa como en sus montañas. Tanto en sus bodegas de fino y manzanilla como de tapeo, con un cazón en adobo que quita el sentío.