Si alguna provincia se queda corta con un post, es Asturias. Se me acumulan las reseñas de lugares que me han impresionado en mis viajes. Son tan variados que incluso me es difícil clasificarlos de alguna manera coherente, cosa que le da un encanto especial, sin duda. Pero vamos a intentarlo.
Son dos los ambientes que me seducen de Asturias. Por un lado, sus costas cantábricas, indómitas, casi salvajes y excepcionalmente fotogénicas. Tenemos lugares naturales como el Cabo de Peñas, quizá la joya de la corona de los cabos astures, muy turístico y generalmente muy visitado. Pero no dejéis de visitar sus primos pobres, los cabos de Vidio y Busto. Pero si hablamos de entorno natural, la costa asturiana me flipa fundamentalmente por sus playas, como la playa del Silencio, a la que se debe acceder por un camino a pie (aunque las mejores vistas las tendremos desde donde se puede acceder en vehículo, algo más arriba). La playa de Cuevas del Mar también tiene su encanto, pero quizá algo menor.
Pero si de playas hablamos, la de Gulpiyuri se lleva la palma: una playa que no está en la costa. ¿Raro? Pues sí, así que no os la perdáis. Mediante extraños pasadizos ocultos, el agua del Cantábrico llega a esta especie de lago, con su playa de arena fina, sus olas y sus mareas. Un espectáculo.
La costa también nos ofrece unos pueblos singulares y coloridos. Sin duda el más espectacular desde mi punto de vista es Cudillero, el Positano asturiano. Las casas de vivos colores se apelmazan en las laderas que se contonean frente al pequeño puerto. Es un buen sitio para degustar unas buenas fabes con almejas, ya que los restaurantes (como el Restaurante Bar Isabel) se amontonan cerca del puerto.
Otras poblaciones como Luarca bien merecen una visita, fundamentalmente si llegamos a ella desde la carretera del cementerio, ofreciéndonos una visión privilegiada de todoel puerto, abrazado por el núcleo de la población. Y Llanes, famosa por sus cubos de la memoria de Ibarrola que adornan con sus vivos colores su espigón (aunque quizá ya les falte una restauración). Ya en una hipotética segunda división pondría a Tazones, pequeño pueblo costero o Lastres, el famoso pueblo del ficticio Dr. Mateo, que aunque debería hacer algo de corporativismo, nunca me ha entusiasmado. Ni la serie, ni el pueblo.
El segundo ambiente asturiano que me seduce son sus montañas. Se reparte con Cantabria los espectaculares Picos de Europa, imponente barrera montañosa a muy pocos kilómetros de la costa. Desde el Mirador de Fitu podemos apreciar, de una sola tacada, estos dos ambientes. Por supuesto debemos rendir pleitesía a la Santina en Covadonga, monumental basílica incrustada entre montañas. Y si las restricciones nos lo permiten, subir a los Lagos de Enol, cosa que no he podido aún conseguir… aunque me dicen que es mejor subirlos en bicicleta.
Espacios naturales interiores como el Parque Natural de Somiedo, o toda la cuenca del río Navia también merecen ser visitados, ya que disponen de unas carreteras excepcionales en cuanto a trazado y paisajismo. O recorrer las diversas iglesias prerrománicas como la de San Salvador de Valdediós. Pero de prerrománico hablaremos más adelante.
Un lugar completamente mágico es La Cuevona, donde la carretera atraviesa literalmente cientos de metros de una cueva espectacular, con sus estalactitas incluidas. Es uno de esos lugares poco conocidos pero indispensables de visitar. O pueblos con encanto como Torazo, con sus hórreos y su tranquilidad.
Asturias tiene dos grandes ciudades, cada una con diferentes lugares de interés. En primer lugar Gijón, de la que huí en mis primeros viajes por la zona, pensando en una urbe industrializada y fea. Pero no te dejes engañar como yo. Destaco fundamentalmente la megaescultura de hormigón de Chillida, el Elogio del Horizonte. No es que sea muy amante del arte moderno, pero Chillida tiene algo que me flipa en su sencillez de formas y en su integración en el paisaje. En segundo plano tenemos la Universidad Laboral, situado a las afueras de la ciudad. No dejes de visitar su patio interior, que con la iglesia y la torre, conforman una bella estampa arquitectónica.
Y he dejado la capital para el final. Oviedo, donde podemos disfrutar de su Catedral o de la belleza neorrománica de la Basílica de San Juan el Real. Pero sin duda, mi lugar preferido de la capital es la belleza simple y pura de la iglesia de Santa María del Naranco, a las afueras. Ejemplo emblemático del prerrománico español, preside unas preciosas vistas de la ciudad rodeada de un perfecto prado verde. Su vecina San Miguel de Lillo no llega a hacerle sombra, a pesar de sus peculiares formas alargadas. Aunque quizá menos interesante, San Julián de Prados es el tercer exponente del prerrománico de la capital ovetense, y se encuentra en el mismo núcleo urbano. Para cenar no hay más que pasarse por la Calle Gascona, donde el problema será elegir dónde degustar de un buen cachopo o unas sidras, ya que miremos hacia donde miremos tendremos lugares para ello.
Si has llegado hasta aquí, te habrás dado cuenta de la riqueza turística asturiana. No tengo ninguna duda si afirmo que Asturias es de mis lugares favoritos para viajar por España. Y eso que sin duda me he dejado mil sitios que posiblemente sean también de interés. Siéntete libre de añadirlos en los comentarios.