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Ruta realizada junto a Belén y su Derbi Terra 125 hasta Nordkapp, en verano de 2014

NK7. Sundsvall-Luleå. Orcos que vienen y van.

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¿Que qué es lo peor que llevo del viaje? Sin ninguna duda hacer y deshacer maletas. Más concretamente, cargar y descargar la moto. Cincha para arriba, cincha para abajo; Encaja la maleta, asegura las bolsas… Llevamos justo una semana haciéndolo todos los días y esta mañana mis bíceps se han quejado (sí, escuálidos y raquíticos bíceps, pero bíceps al fin y al cabo). El proceso de carga y descarga ha durado, desde que ha sonado el despertador hasta que me he puesto el casco, más de hora y media. Y eso sin desayunar. Pues como que no me sentía los brazos cuando hemos rodado calle abajo a buscar la salida de Sundsvall. ¡Qué dolor! Por supuesto, añadido a mi normal cabreo de buena mañana, daba como resultado tener la simpatía de un orco.

Con esa actitud afrontaba los seiscientos kilómetros de la etapa del día, presumiblemente toda por autovía/carretera. Sí, porque en esta zona de Suecia las carreteras se vuelven autovías y las autovías se tornan carreteras con un solo chasquido de los dedos. De pronto tienes un carril y debes ir a 90 por hora, como súbitamente aparece otro carril como de la nada y puedes ir a… 90 por hora. Bueno, puedes ir más rápido, pero estas velocidades supersónicas son cosas de la Derbi.

El ánimo me lo ha cambiado el bar del desayuno, a escasos cuarenta kilómetros de Sundsvall. Casi no paramos, pero al final lo hemos hecho. Y menos mal! Unos bocadillos desbocadillizados -término que voy a acuñar y voy a vender a Ferràn Adrià- estupendos. ¿Qué son los bocadillos desbocadillizados? Cójase el pan, NO lo parta por la mitad. Agréguese los ingredientes ENCIMA del pan. Y ya. Pues mira, estaba bueno. Sobre todo si te lo tomas en una terraza con vistas al lago. Maravilloso. Me he desorquizado de golpe.

A partir de ahí el ánimo ha cambiado. He comenzado a disfrutar de los abetos (sí, de los mismos abetos de ayer, y de antes de ayer) de los lagos (de lagos muy parecidos a los de ayer y antes de ayer, sí) y de la carretera/autovía rectilínea. Y es que las cosas, con mejor humor, son siempre más bonitas.

Tras un par de reportajes, un RedBull y una visita al WC, ha llegado la hora de la comida. Y visto el éxito del desvío de ayer, he intentado lo mismo, sabiendo que la probabilidad de que volviera a salir bien era más bien escasa. He mirado el GPS, he localizado una ensenada cercana a la que llevaba una pequeña carreterita, y nos hemos dirigido hasta allí. Cinco kilómetros de pistas -de carreterita nada- que han acabado en un pequeño embarcadero, con los palos para secar pescado e incluso una mesa de picnic. La pequeña calita estaba rodeada de bosques de abetos y disponía de una pequeña salida al Báltico. Espectacular.

Y a lo tonto a lo tonto, hemos llegado a Luleå, ciudad casi completamente rodeada de agua, de un agua completamente quieta y tranquila. Tranquila como la ciudad, que parece desierta a las siete de la tarde. Los bares ya cerrando, y solamente algunos habitantes por las calles. Y la mitad de los que hemos visto eran españoles, y no turistas precisamente. Bueno, una pareja sí, fotografiando con una réflex las más horribles calles de la ciudad.

Y casi sin temor a equivocarme, para Belén el momento más feliz del día ha sido disfrutar de su café sentada en el sillón de masajes de la recepción del hotel. Déjala que disfrute. Le queda un día. Un día para llegar al Círculo Polar Ártico. ¡Mítico! Aunque no nos lo ponen fácil, que mañana dan lluvias. Pero ya se puede engalanar el gordo de rojo que vive por esos lares, que mañana le haremos una visitilla.

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NK6. Estocolmo-Sundsvall. Carreteras secundarias

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Jo, no es normal comenzar el día cabreándose. Pero es que la jodida máquina de café del hotel la ha tomado conmigo. Que si ahora no te doy leche, que si la leche que te he puesto en ese espectacular latte macchiatto te la corto para que los cuajos floten en ese café flojucho. Que si ahora que has vuelto a hacer un espresso normal, la leche caliente se ha acabado,… Ah! y a todo esto el café no era para mí. Pues mira, que me ha cruzado el inicio del día.

Para solventarlo, nos hemos ido a dar un último garbeo por el casco antiguo de Estocolmo. Hoy teníamos tiempo, porque la ruta solamente eran 360km casi íntegramente por autovía. Así que no había prisa. ¡Pero cómo estaba Estocolmo de guiris! Ya, no me doy cuenta que nosotros también somos guiris, pero hay guiris y guiris. Los hay que disfrutamos de las ciudades en silencio, de la mano de tu pareja y saboreando cada rincón, y los hay de los que entorpecen al grupo preguntándole a la guía por el significado de las letras «SV» en las alcantarillas de la ciudad… Vamos a ver, mameluco! La «S» será de «Stockholm», no? Y la «V»… pues de «Vassen» o como se diga «agua» en sueco. Pero además… ¿A ti qué carajo te importa lo que signifique? Ya que preguntas, pregunta con algo de inteligencia, que si no se te nota la estulticia! Guiris…

Y nos metemos en faena. 360 kilómetros de autopista que se van volviendo pesados. No hay poblaciones, no hay nada. Solamente bosques de abetos que se hacen eternos. Nada que cotillear, a excepción de los coches que nos van adelantando por nuestra izquierda. Me aburro…

Tras la comida (hoy ha tocado butifarra blanca), a poco menos de 70 kilómetros de Sundsvall, nos desviamos por una carretera secundaria. Hace un rato que voy jugando con el GPS mirando el mapa, y he visto que desviándonos 5 o 6 kilómetros podríamos llegar a alguna población costera. Mola la idea.

Y vaya si moló. Primero, un lago idílico donde una familia se refrescaba ejerciendo de domingueros al huso (excepto que no llevaban tortilla de patatas para comer). Y luego, Hårte. Un bonito pueblito pesquero, con su embarcadero formado por preciosas casitas de madera roja. El agua calma y el sol aún en lo alto. Ha sido quizá uno de los lugares más bonitos de lo que llevamos de viaje. Era tan bonito que hasta la tortuga de ganchillo del llavero de la moto de Belén ha decidido quedarse. Hemos tenido que volver atrás a buscarla. La he encontrado en medio de la carretera, como cuando las tortugas van a desovar cruzando la playa… Y nosotros tres (tortuga incluida) hemos vuelto a la carretera principal por unos cuantos kilómetros de pista, rodeados de esos bosques que veíamos durante tanto tiempo al otro lado de la valla.

Sundsvall era una vieja conocida para mí. Me pasé un par de días volviendo de la expedición Aurora Borealis. Volver a ver sus calles, ahora sin nieve ni hielo, me han dibujado una sonrisa en la cara. Es curioso, porque todo me resulta conocido pero lo veo extraño sin su manto blanco. Es un semi dejà-vu. Así que aprovechando la larguíiiiiisima hora azul de estas tierras en estas épocas nos dejamos llevar por sus calles completamente vacías y cobijadas bajo un precioso cielo azul y esa luna llena grande, la más grande del año, dicen.

Parece que hoy vamos más pronto de lo habitual, así que aprovecharé para descansar y planificar para mañana una improvisada visita a las carreteras secundarias. Porque ahí está la verdad. La autovía es una auténtica mentira.

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NK5. Copenhague-Estocolmo. La ciudad de la hora azul infinita

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Oresund, a pesar de atravesarlo en ayunas, es un puente que mola. Sí, es verdad que a mí me mola más el de Storebaelt, que es más… rotundo. El de Oresund combina tanto el túnel submarino como un gran tramo sobre pilares que va ganando altura y finalmente el majestuoso tramo colgante. Muy chulo, simulando velas de barcos con sus tirantes. Pero a mi me mola más el de Storebaelt. Pero sí, el de Oresund también mola. [y así podríamos estar toda la noche, que si el de Oresund que si el de Storebaelt…] 25 eurazos de puente por moto.

Y así, en ayunas, entramos en el país de los pueblos con nombre de estantería de IKEA. Coge una palabra, por ejemplo, almohada. Cambia la terminación por -asan. Ya tenemos almohadasan. Ahora añade una «å». Ålmohadasan. Un toque de «ø» y nos queda ålmøadasan. Una pincelada de «ä», una repetición y ponerlo en mayúsculas nos deja ÅLMØADÄSAAN, la nueva lámpara de pie de IKEA. De igual manera podemos transformar las poblaciones.  Soria se queda en SØRÏÅESEN. Y así durante los seiscientos y pico kilómetros de la etapa de hoy.

Como veis, la cosa ha estado aburridilla y me ha dado tiempo de pensar en chorraditas. Es lo que tiene Escandinavia. Un bosque muy chulo, un lago de ensueño, un bosque que no está mal, un lago mono, un bosque que es igual que el anterior, otra vez un lago, el PUTO BOSQUE QUE NO SE ACABA, el LAGO DE LOS COJONES QUE PARECE EL MISMO DE HACE TRES HORAS y así sucesivamente.

Pero nos hemos divertido mucho. En realidad en este viaje no paramos de reírnos. Cuando me funciona el intercomunicador, claro. Porque lleva un par de días que a las cinco horas dice que ya ha trabajado bastante. Y a todo esto, el Turning Torso de Calatrava, el emblemático edificio de Malmö (¿veis? Ya han colado una «ö» en el nombre…) sigue donde estaba hace un par de años. Y hace tres. Y hace cuatro. Es la cuarta vez que lo veo. Y las señales de alces, que han empezado a aparecer como las setas. Pero yo esto ya me lo conozco: no haces más que mirar a todos lados en cuanto salen las señales. Y luego no ves ni un reno ni un alce hasta dentro de muchos paralelos. Al 65 por lo menos. Y estamos en el 59. Pero vamos, que como salga el alce despistado estamos listos. Así que será mejor seguir mirando.

También hemos visto cientos de coches americanos años 60-70 por el camino. Y cuando digo cientos no exagero. Primero creía que habría una concentración o algo. Pero muy concentrados no pueden estar si los llevamos viendo seiscientos kilómetros. Yo creo que los suecos han visto el radiante día que hacía hoy, con sus 25º en canal, y han decidido salir a pasear con sus descapotables.

Y la joya de la corona, Estocolmo. Una de mis ciudades favoritas. La hemos recorrido en una hora azul interminable, como suelen ser las noches de verano por estas latitudes. Gamla Stan y sus edificios de colores con personalidad, de sus callejuelas adoquinadas y de sus pasajes imposibles. Los canales, los embarcaderos y los edificios iluminados ofreciendo mil reflejos en un agua tan quieta como oscura… Quien no sueña con volver a esta ciudad es porque nunca ha estado (por otro lado, la frase arroja cierta lógica…).

Y sí, al final desayunamos. En un McDonalds. Y esta vez no fue por el wifi… Pero es que más allá de los Pirineos no tienen esa costumbre tan nuestra de dar una patada y que salgan veinte bares. Aquí, quien encuentra un McDonalds a la hora del desayuno, tiene un tesoro. Por cierto, que se ve que la costumbre aquí es pedir las cosas para llevar y comérselas dentro del coche… en el mismo parking del establecimiento. Al menos, tú eliges la música. Buenas noches.

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NK4. Hamburgo-Copenhague. Jeg elsker Danmark

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¡Jo! ¡Cómo me gusta Dinamarca! Porque después del calvario de las autopistas alemanas asesinas (bueno, los coches a 200 son los asesinos, las autopistas están ahí paradas sin hacer nada), subes un poco y te encuentras con Dinamarca. La de la Sirenita. La de las galletas de mantequilla. La de las matrículas con ribete rojo. Y eso que desde Hamburgo hemos cogido unas carreteritas entre bosques que nos han hecho disfrutar desde primera hora de la mañana. Sin mencionar el pedazo de desayuno en Nur Hier, una fábrica de pan alemana. Pero entrar en Dinamarca es especial.

Bueno, no tiene nada de especial, realmente. Pasas una frontera vacía, un par de banderitas y ya estás en Dinamarca. Pero lo que yo os diga, que vale la pena. Quizá era el sol y un cielo azul de los azules de verdad. Y la temperatura, muy agradable para estar ya por estas latitudes. ¡Qué digo agradable! ¡Que hacía un calor de mil narices! Pero se agradecía.

Y de agradecer a la Divina Providencia es haberme desviado por una carretera lateral para buscar un lugar donde comer. Ya lo intuía en el GPS, y no me he equivocado. Hemos llegado a un pequeño embarcadero, con unas mesas de picnic y un WC portátil. ¿Qué más podíamos pedir? Bueno, que no hubiera avispas, que no se puede tener todo.

Así que después de una espectacular comida, con sardinas en aceite y fuet, nos hemos metido de lleno en el puente de Storebaelt. ¡Qué pedazo de puente! Aún recuerdo cómo se bamboleaba la moto a la vuelta de la expedición Aurora Borealis al pasar entre sus pilares. ¡Qué miedo! Pero hoy hacía un día estupendo, y las gaviotas volaban a nuestro alrededor despreocupadas y elegantes.

¡Y qué decir de Copenhague! Me encanta Nyhavn, sus terrazas repletas de gente comiendo y bebiendo y sus barcos antiguos atracados para siempre (porque es imposible que salgan por debajo del minúsculo puente donde todo el mundo hace la foto de rigor). Comida en sitio bien (bien que nos han clavado en el precio, pero es que hoy valía la pena el despilfarre económico), y después paseíto para ver a la Sirenita en modo nocturno. Vamos, que no se veía un carajo. Entre negra que es y que no le han puesto ni un triste foco, casi había que imaginársela. Menos mal que me he llevado mi supercámara y que el RAW hace milagros. Un día os lo explico con más calma. Pero quedaros con esto: Pasad del jpg, disparad en RAW (para muestra, la foto de arriba).

Así que hoy que tenía tiempo y podía editar fotos, y poner en orden todos los vídeos, me veo aquí, tumbado en la cama a las doce y media de la noche y sin haber acabado aún la crónica. Es que no aprendo. A ver si mañana Suecia me centra un poco. Aunque a mí, lo que me gusta, es Dinamarca. Jeg elsker Danmark. Buenas noches.

 

NK3. Münstermayfeld-Hamburgo. Qué larga es Europa, coñe!

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Pues ya me tenéis aquí, a las tantas de la noche, para contarle al que quiera oírlo lo que ha dado de sí el día. Y si me fío por las horas encima de la moto -casi diez- parece que sí, que el día ha dado de sí. Y la noche, porque llegar al hotel más allá de las 00:20 tiene tela. Al menos el de recepción no nos ha mirado mal. Igual es porque era una pantalla táctil, quién sabe.

Tarde. Salimos muy tarde del hotel. Es lo que tiene acostarse tarde. Parece la pescadilla que se muerde la cola: nos levantamos tarde-llegamos tarde-hay que dormir-me levanto tarde. Habrá que romper el círculo vicioso en algún punto, pero aún no he decidido dónde. Pues eso, que tarde nos levantamos, y además nos dio por perder el tiempo en el precioso castillo de Eltz. No dentro, que lo de las visitas en este viaje están vetadas por cuestiones de tiempo. Pero las vistas desde el mirador eran espectaculares.

Luego, un pequeño pueblo a orillas de un río. Monreal, se llama. El pueblo, digo. El río ni idea. Casas medievales, con porticones de colores y todo eso. Y el castillo en lo alto que no falte. Después de una visita relámpago, nos vamos hacia Saltzvey. ¿Y por qué?, diréis. Pues porque sí. Porque pillaba de camino y además tiene un bonito castillo con lago y todo. Muy vacío, pero se ve que lo animan por la noche, con bares, torneos medievales y todo lo que se os ocurra hacer en un castillo medieval.

Y después Colonia. Köln, como la llaman por aquí. Hace más de 25 años que no me acercaba. Y la catedral sigue ahí, mira tú. Negra de roña, pero altiva y elegante.  Nos dimos una vuelta por su interior y me doy cuenta que podría ser más espectacular con esa materia prima, pero se ve que los alemanes no aprenden de la catedral de León o la de Burgos… Seguimos ruta, que queda un huevo de kilómetros y ya es hora de comer.

Pues que paramos a comer por el camino. Hoy tocaba ensaladísimas. Una delicia, oye. Al lado del carril bici. Y seguimos, que quedan más de 400 kilómetros. Seguimos hacia Hamelín, a ver nosequé flautista que había ahí. Pero la verdad es que el tiempo se nos echa encima y pasamos del flautista. Total, dicen que es cuento. Y con la noche por sombrero, seguimos por la autopista hacia Hamburgo. Sí de esas autopistas alemanas sin límite de velocidad. Pues nosotros a 90 km/h, como dos campeones. Miro el GPS y me dice que la velocidad máxima de hoy ha sido de 102 km/h. Se me abrá ido la cabeza y me habré despistado… A todo esto, debo haber batido un récord del mundo inverso con esa velocidad estratosférica en las autopistas alemanas.

Y aquí estamos, deseando que desde la habitación no se oiga el paso de los trenes por la vía cercan….. MIERDA, se oyen! Buenas noches.

NK2. Lyon-Münstermayfeld. 36

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Resulta que no había wifi en la habitación. Ni 3G pagando ni nada. Y yo era feliz. Porque tras el licor griego de los cojones y la cerveza cargadita, mas la musaka y nosecuántas exquisiteces griegas más, lo que me apetecía era irme a dormir. Ah, supongo que las casi diez horas encima de la moto influyen en quererse acostar. Pero no, ha sido meterse en la cama y tener wifi disponible. Así que aquí me tenéis, escribiendo la crónica nuevamente a las tantas.

¿Que cómo ha ido el día de hoy? Pues un día de mierda. Concretando, 700 kilómetros en 9:36 horas encima de la moto. Con lluvia y todo. ¿Que qué hemos visto? Pues nada. Nada de nada. Y eso que el día prometía. Pero la aventura es así, un día te da ración doble, y al día siguiente no te da ni las migajas. Primero, unas carreteras chulas -rectas pero chulas- saliendo de Lyon. Con sus laguitos y sus observatorios ornitológicos. Pero la cosa es que este viaje no es para ver pájaros. Así que nos dispusimos a chuparnos los casi quinientos kilómetros que hay hasta Luxemburgo. Que mola eso de visitar Luxemburgo, oye. Exótico es.

Pero que va y se le ocurre ponerse a llover antes de llegar, oye! No pasa nada, chubasquero y punto. Y al entrar el Luxemburgo… un atasco de mil narices. Y se me ocurre pararme en la estación de servicio. Son muchos años viendo fórmula 1, y al final sabes que el mejor momento para repostar es cuando sale el safety car. Y como íbamos más lentos que el caballo del malo, ahí que nos metemos en el área de servicio. La cosa era tomar un café y ver si tenían pegatinas de Luxemburgo, que esa me falta. Pues no veas el atasco que había en la gasolinera. ¿Habéis visto alguna vez un atasco en una gasolinera? Yo tampoco. Pero se ve que en Luxemburgo eso está de moda. No sé, igual es la única gasolinera de todo el país. Resumiendo, hora y media haciendo cola para poner gasolina. Y eso que no necesitábamos repostar. Pero era imposible salir de esa cola. Absolutamente imposible. Bueno, de esa ni de ninguna cola, porque al menos diez colas se dirigían a otros tantos -o más- surtidores. En definitiva, estábamos atascados ahí dentro.

Y claro, ni pegatina ni café ni nada. Eso sí, ya que estábamos, repostamos. Y luego, ni visita a la ciudad, ni nada de nada. Directos al hotel que ya íbamos tarde. Un pueblo de difícil nombre y peor wifi. Mañana a ver si por lo menos hacemos algo de turismo.

Por cierto, Luxemburgo: país 36 que recorro en moto. Buenas noches.

 

NK1. Terrassa-Lyon. Con una mano

SMR_20140805_Nordkapp_003Son más de las 12 y media de la noche y el día ha sido duro. Pero lo más duro de este día es que mañana será igual. Pues eso, que es más de medianoche y aún me quedan cosas que contar. Aunque no muchas, porque en principio esta era una jornada de trámite. Porque atravesar Europa siempre es un trámite cuando viajas a Nordkapp.

Pero comenzaré hablando de la migraña que lleva unos cuantos días asaltándome a cualquier hora, incluso por la noche. Y la noche anterior no iba a ser menos, incluso siendo la víspera de un día importante. Es lo que tiene la migraña, que no respeta nada. Pero milagrosamente, fue sentarme en la moto -no sin antes pelearnos durante casi una hora con el equipaje- y desaparecer para siempre. Como por arte de magia. Ante nosotros nos quedaba por recorrer más de setecientos kilómetros que empezaron con la niebla de Olot, las cuatro gotas de Figueres, las caravanas inhumanas de Le Perthus, ya en Francia y unas cuantas cosas más. Porque esos pequeños detalles son los que sazonan un gran viaje. Pero sigamos por orden, que me noto algo disperso.

Cuando al verano le dio por aparecer, allá por Narbonne, el termómetro marcaba más de 30 grados. Nos acercábamos a uno de los puntos de paso que había marcado en fosforito en el planning de viaje: el puente. Porque de Millau, lo que más se reconoce es su puente. Y no lo atravesamos, sino que lo pasamos por debajo. Impresiona ver sus enormes columnas, aguantando en un supuesto equilibrio milagroso esa línea recta blanca y perfecta por donde la autopista A75 sigue su camino hacia el norte. Desde abajo, desde muy abajo, es el mejor sitio para observar la magnitud faraónica del puente. Es completamente recomendable su visita. Y los kilómetros pesan en el contador…

Y después, pero que mucho después, apareció Le-Puy-en-Velay. Pueblo muy interesante, con diversas iglesias que sorprenden por su situación. De hecho una de ellas está en equilibrio sobre un afilado peñasco. Habían pasado ya muchas horas desde que sonara el despertador, pero aún nos quedaba un buen trecho. Hasta que el GPS marcó más de 11 horas sobre la moto. En ese preciso momento y no antes, llegamos a Lyon, una ciudad que bien merecerá una visita más seria. Porque la que hemos hecho hoy ha sido un poco de risa. Ya habrán mejores ocasiones.

Y de todo eso, ¿con qué me quedo? Pues sin lugar a dudas con ver delante de mi a Belén y su Derbi conduciendo con una sola mano. Y es que aún recuerdo cuando hace unos pocos años se asustaba cuando a mi me daba por soltar una mano del manillar. Y mírala ahora. En nada, se suelta de las dos para bajar bordillos.

La Ruta de Nordkapp

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Otra vez. Y van tres. Nuevamente me dispongo a salir rumbo norte, hacia Nortdkapp. Siempre es diferente, pero esta vez será aún más diferente que las otras veces.

La primavera vez que subí a Nordkapp, hace ahora justo 4 años, fue especial. En solitario, mi primer viaje largo, y con muchas dudas en la maleta. De ahí salió el libro «En busca del Norte». Y ahí cambió mi vida. ¡Cómo no iba a cambiarla!

La segunda vez fue hace año y medio. Y también fue especial y diferente. La Expedición AXA-Club14 Aurora Borealis nos llevó a lo más septentrional del continente en invierno, con temperaturas gélidas y hielo sobre el asfalto, fue mi primera gran aventura.

Y mañana inicio con Belén mi tercer viaje a Nordkapp. No hay dos sin tres, dicen. Pues esta también es especial. El primer gran viaje de Belén, a justo 1 año de haber cogido por primera vez una moto. Y para más inri no se le ocurre otra cosa que ir con una Derbi 125cc. ¡Por supuesto este viaje también será especial! Además, es el último viaje -al menos conmigo- de mi querida BMW R1200GS. Ahora tiene 165.000 kilómetros y rondará los 180.000 a la vuelta. Su sustituta ya está esperándome en su concesionario, y me sentía con la obligación de llevármela a un lugar especial en su último vuelo. ¡Y qué mejor que a Nordkapp, donde ella aún no ha estado!

Como siempre, iremos actualizando a diario nuestro viaje. En dos blogs, ya que Belén escribirá sus reflexiones siempre sorprendentes en el suyo propio, Los viajes de MaryPomppins.

Así que arrancamos. ¿Os venís con nosotros? ¡Hay sitio para todos!