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Día 9. 1 de Agosto. Trondheim

Hoy he visto un troll… seguramente. Había tanta niebla que a duras penas podía divisar el coche que me precedía, pero si algún día tenía que ver un troll, ha sido hoy. Al menos estaba en el lugar adecuado. La Trollstigen, o “camino de los trolls” es una mítica carretera que discurre entre montañas, saltando de fiordo en fiordo hasta Andalsnes. Incluso cuenta con su propia señal de carretera que lo advierte: “Peligro, trolls”. La subida es lenta y penosa, sobre todo con lluvia y niebla. Finalmente se llega a la cumbre, que hasta donde me alcanzaba la vista (que era realmente poco) era una llanura plagada -infestada- de torres hechas con piedra. La tradición eslava cuenta que estas torres no son más que los trolls convertidos en piedra cuando les dio la luz del sol.

Pero lo más alucinante es la bajada, la llamada “escalera de los trolls”, donde se suceden una tras otra auténticas paellas -cada una con su propio nombre-, y enmarcada por una espectacular cascada que va deslizándose junto a la carretera durante sus trescientos metros de caída. Allí íbamos yo y mi momentáneo compañero alemán con su K1200R, que lo estaba pasando peor que yo, si cabe. Y es que el asfalto mojado, la niebla, el desnivel del 10% y la moto cargada no es una buena combinación.

Los minutos y las horas encima de la moto se iban sucediendo uno tras otro, sin más visión que la de las gotas de lluvia en la visera y lo que buenamente la niebla me dejaba. Es en esas circunstancias cuando se te agudizan los otros sentidos y los olores toman las riendas. El olor a mar concentrado y el de las fresas -es zona de cultivo- se confunden con la fresca fragancia de mi pañuelo, que no se separa de mi cuello, sobre todo en días fríos.

Tras unos penosos 120 kilómetros finales, donde las caravanas se unieron a la lluvia, llegué a Trondheim; a la media hora de llegar, y cuando ya todo indicaba que no iba a pasar nada… salió el sol. Ese sol del atardecer que lo baña todo con su color cálido, y que contrasta tanto con el suelo recién mojado. Trondheim se mostró en todo su esplendor, agudizando el encanto que ya tiene de por sí esta coqueta ciudad. Las casas de madera del embarcadero, con sus caprichosos colores, es quizá uno de los mejores lugares donde pasar la tarde.

Y aquí tenéis el segundo vídeo del viaje:


Tierra de Fiordos
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Hoy he recorrido 406 kilómetros durante 6 horas y 10 minutos, a una media de 66 km/h. El consumo ha sido de 3,9 l/100km. Llevamos 5471 kilómetros. Aquí tienes la ruta de hoy.

The Long Way North. Day 9


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Día 8. 31 de Julio. Eidsdal

No todos los días se tiene la suerte de desayunar en vajilla de porcelana, pero esa mañana lo hice, en un salón decimonónico con parejas susurrando -la gente educada no habla en público, susurra- en las mesas contiguas. Y yo vestido de motorista! Pues tras en frugal ágape (mira, la porcelana me ha puesto finolis) toca revisión de la cadena y de neumáticos. Subí la presión hace unos días a lo que dice BMW, pero me da la sensación de que están demasiado inflados: 2,5 delante y 3,0 detrás, para moto cargada… La noto como si volara… ágil pero menos estable, cosa que mejoró tras subirle algo más de media vuelta la precarga al amortiguador trasero.

Creo que llevo varios días adelantando en línea continua… si es que se le puede llamar continua a una línea discontinua… pero más largas que las discontinuas de verdad. Supongo que el lector despistado se ha perdido… pues yo también… por eso seguramente me las salté. Me explico: existen tres tipos de líneas en las carreteras noruegas: la más fácil, dos líneas continuas; aquí no hay duda. Pero luego existen dos tipos de líneas discontinuas, unas más largas que otras… así que supongo que las discontinuas largas son discontinuas para ahorrar pintura… Me estoy volviendo a liar.

El paisaje de hoy fue imponente. Fiordos repletos de cascadas que bajan como hilillos de plata hasta el mar, de un agua tan negra que asusta (supongo que a más negra, más profundidad deben de tener). Y las carreteras… Impresionantes. Sobre todo la 63 que llega a Geiranger. Una subida por el Dalnsnibba con paisajes desolados, con nieves perpetuas allí mismo, y una carretera llena de curvas caprichosas. La bajada hasta Geiranger tendría que estar en todos los carnets de baile de los moteros que se precien. No dejéis de hacerla en vuestro futuro viaje al Cabo Norte. Los casi 40 kilómetros de la carretera que lleva al glaciar de Nigardsbreen son también bonitos, al lado del río que viene directo desde las nieves del glaciar. Es una carretera franca, sin sustos ni sorpresas, que se puede ir haciendo a ritmos rápidos de 90 – 100 km/h. En cambio la que desde allí lleva a Lom es muy traicionera, llena de rasantes y curvas que cambian de radio y yo diría que casi de trayectoria; mucho cuidado ahí.

Hoy he tenido encuentros de diferentes tipos: por un lado han aparecido diversos animales en la carretera. No han sido renos, pero ya puedo tachar las vacas y las ovejas. Ah! y un gato despistado. Los otros tipos de encuentro han sido en la espera del ferry. No sé qué me pasa, que siempre llego a la estación de ferrys cuando acaban de salir, y he de esperarme un buen rato. Es un buen momento para socializarse. Primero se me ha acercado un tipo, mientras yo apuntaba ideas en mi libreta y me dice, en perfecto castellano:

– Apúntalo todo, no se te olvide nada!-

– Eso hago, que luego no me acuerdo de la mitad de las cosas- contesté.

El hombre era un cubano que pasó 25 años viviendo en Alemania, pero como no había trabajo, hace 5 que vive en Noruega. Como se cortó el dedo pulgar en el trabajo con una sierra -se lo volvieron a implantar y me lo enseñaba con júbilo, aunque yo lo veía con bastante mal aspecto- estaba de baja y había aprovechado para tomarse unas vacaciones.

Seguía esperando a mi ferry cuando llegaron 3 alemanes en BMW, dos K1200RT y una R1150R. Eran de una pareja y de otro acompañante de unos 50 años más o menos. Lo más curioso es que uno llevaba una parrilla de hacer chuletas atada con un pulpo! Se me acercó uno de ellos para interesarse por la moto. Me dice algo en alemán, que obviamente no entiendo. Casi más curioso que lo de la parrilla era que ninguno de ellos tenía ni idea de inglés! Así que toda la conversación fue algo así como “Güten BMW!!” “Ja, Ja, güten moto!”

Pasadas las ocho de la tarde, llegué a mi destino, Eidsdal, donde había reservado una cabaña cerca del fiordo. Cuando llegué la recepcionista del camping me dice que el anterior inquilino de la cabaña se ha puesto enfermo y que no ha podido abandonarla, por lo que no tenía sitio para dormir. Dice que me envió un mail por la mañana… Finalmente me encontró otra cabaña en un camping cercano, donde la gobernanta -le va mejor ese nombre, con el aspecto rudo y poco cultivado que tenía la señora- me la deja por… -se lo piensa- 500 NOK. Un robo, pero no me sale regatear, y menos en Noruega. Así que esta noche no tendré internet con buena conexión; por eso este post tiene las fotos de menos calidad; la ruta, como la de ayer, la colgaré en otro momento más propicio.

Hoy he recorrido 553 kilómetros en 7 horas y 52 minutos, a una media de 70 km/h, El consumo sigue bajando; hoy 3.9 l/100 km. Ya hemos superados los 5000 kilómetros, concretamente llevo 5065!

Y la ruta del día, la tenéis aquí:

The Long Way North. Day 8 at EveryTrail

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Día 7. 30 de Julio. Bergen

Un minuto y 28 segundos. Eso es lo que tardé en recorrer todo el pasillo del hotel de Oslo. No he visto un pasillo tan largo en mi vida. Y esa mañana lo hice 5 veces, casi 7 minutos y medio de mi vida gastados en recorrer pasillos… Y es que bajé a la moto a por el forro del pantalón, que no quería pasar el frío que pasé ayer. Caía una ligera llovizna, suficiente para que me asegurara de que todas las cremalleras del traje estuvieran convenientemente cerradas.

El tiempo fue cambiante, variando desde lluvioso a soleado, pasando por todos los matices; temperaturas tan dispares como los 24ºC a mediodía y los 10ºC ya acercándome a Bergen. Y ahí es cuando comencé a valorar las bondades del traje Streetguard 3 de BMW y su membrana Bionic Climate, que se adapta a la temperatura exterior para dejar más o menos ventilación: no pasé frío a 10ºC ni calor a 24ºC. Mención especial para los guantes ProSummer, también de BMW: dotados de Gore-Tex para que no entre ni una gota de agua. Y con un tacto que me permitía operar los minúsculos botones del GPS sin problemas. Pero lo mejor de los guantes es el pequeño accesorio de goma del dedo índice de la mano izquierda, similar a un limpiaparabrisas, que deja la visera absolutamente impecable: se acabó de tener baja visibilidad cuando llueve!

Mientras me acercaba al interior del país, la carretera se iba haciendo cada vez más revirada, con unas curvas muy divertidas si se instaura un ritmo ni rápido ni lento… sino legal: 90 km/h. El asfalto iba pasando alegremente bajo mis pies, a ritmo, mientras la moto y yo jugábamos con las curvas. Los ratos de sol se alternaban con los de lluvia, que aparecía de improviso tras un viraje, así de sopetón. Junto con el peligro de los renos -siguen habiendo señales cada dos por tres, pero de animalejos ni uno- y el de los radares, ahora tenía que estar atento al asfalto mojado, que aparece cuanto menos te lo esperabas.

Junto con las curvas aparecieron los primeros fiordos, e incluso las primeras nieves, que se amontonaban a pocos cientos de metros de la carretera. Miraba al cielo, y entre las amenazadoras nubes se iban rasgando algunos girones, mostrando un cielo de un azul intenso. De un “azul esperanza”, diría yo. Esperanza de que amainara la lluvia y me iluminara el siguiente punto de interés turístico de la ruta.

La Heddal Stavkirkke, la mayor iglesia de madera de toda Noruega, comenzaba a vislumbrarse entre un grupo de árboles. Y apareció el sol. Como para mostrármela en todo su esplendor. Su madera ennegrecida por los años, su elegancia, su olor… todo bañado por ese sol que tanto añoro… Rodeada por un tranquilo y gran camposanto, la Stavkirkke parecía ser el fruto de un entretenimiento de Dios que no sabía qué hacer un sábado por la tarde con unas cuantas cajas de cerillas.

Andaba yo absorto en esos pensamientos, caminando tranquilo entre las tumbas, cuando me sorprendió el tañido -bonita palabra- de las campanas, que anunciaban ya la 1 de la tarde. Y entonces, me vino el sobresalto. Miré el GPS, que anunciaba la llegada al final de la etapa, Bergen, a eso de las 10 de la noche… ¿Cómo podía ser? Si yo creía haberlo planificado bien… Un examen más concienzudo me llevó a comprender que el GPS no contemplaba la posibilidad de coger ferrys… Y precisamente hoy tocaba uno. Entonces, respiré tranquilo.

Continué mi ruta entre montañas y paisajes desolados, de esos que recuerdan a Escocia, con peñascos cubiertos de hierba y musgo, riachuelos vigorosos que saltan de piedra en piedra y algún que otro árbol desperdigado. Coincidí con otro motero, uno de esos con letras mayúsculas… Matrícula holandesa y… con una Triumph!! Emulando a Ted Simon y sus Viajes de Júpiter… dando la vuelta al Mundo con una Triumph… Obviamente, se mereció un gran saludo!

Ríos que se tornan lagos. Lagos que se tornan mar… Fiordos… Todos tenían en común ser el reflejo sereno de las montañas que los circundan. Cascadas que no cascan, sino que se deslizan suavemente por las rocas hasta llegar al fondo del lago… Todo esto se iba sucediendo camino a Bergen. El día, que ya no era radiante -hacía tiempo que ya no se veía el sol, y los ratos de lluvia eran cada vez más largos- estaba siendo de lo más gratificante. Ferrys y túneles de más de 10 kilómetros de longitud me llevaron finalmente a la costa noruega, y desde allí, en pocos minutos a Bergen.

Bergen, segunda ciudad noruega en tamaño, pero sin lugar a dudas la primera en encanto. Encanto de las viejas villas pesqueras, con sus casas de madera que resisten el tiempo casi impertérritas, quizá algo más inclinadas, como un venerable viejecito apoyado en su bastón. Un rápido paseo por sus calles más emblemáticas antes de que comenzara nuevamente la lluvia, y a descansar, que mañana me esperan los fiordos de verdad.

Hoy he recorrido 597 kilómetros (sin contar el ferry), en 8 horas 20 minutos, a una media de 69 km/h. El consumo medio ha bajado a 4.0 l/100km. Ya llevo más de 4500 kilómetros recorridos.

Y la ruta la tenéis aquí:

The Long Way North. Day 7


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Día 6. 29 de Julio. Oslo

Un día duro. Cuando bajé esta mañana al parking del hotel en Estocolmo ya lo sabía. Pero no hay vuelta atrás. El trayecto hasta Oslo iba a estar pasado por agua. Pero no pensaba que tanta!

Una primera parada a repostar y a revisar las presiones de los Metzeler Tourance EXP. Estaban algo bajas, teniendo en cuenta que voy cargado. Así que acabo de inflarlas y sigo ruta. El comportamiento de los neumáticos de momento es excelente. No he tenido ocasión de exprimirlos a fondo, pero la sensación en las frenadas y en el aplomo de la rueda delantera ha cambiado a mejor con respecto a los Tourance normales que montaba antes.

La primera parada es en Gripsholms Slott. Un castillo de los suecos, de ladrillo visto ennegrecido por los siglos. Grandes torres redondas asoman por encima de los muros exteriores. Se accede atravesando varios de sus patios interiores, pero la verdadera belleza del castillo se ve desde fuera, ya que está casi completamente rodeado por el agua del lago, lo que le confiere ese toque de belleza especial, incluso lloviendo como estaba.

Los kilómetros se fueron sucediendo bajo la lluvia uno tras otro. Cada vez hacía más frío; el termómetro de la BMW marcaba los 15ºC. En la próxima parada -pienso- me pondré el forro de la chaqueta. De repente, cuando ya tenía enfilada desde hacía tiempo la E18 que me llevaría directamente a Oslo, el GPS me indica que me desvíe, por una carretera. La perspectiva me parece interesante, porque estoy harto de autovía de 90 km/h, pero tuve que comprobar varias veces que la ruta propuesta es la buena. Vuelvo a tener el problema de la gasolina, pero esperaba encontrar algún lugar para repostar por la zona.

Y así fue. En un pequeño colmado con surtidor de gasolina pude repostar. Entré empapado al establecimiento donde una señora entradita en años me esperaba sonriente.

– Qué agradable día! -comenté con ironía.

– Sobre todo para ir en moto- me dijo ella, en la misma clave irónica.

– ¿Esta carretera lleva también a Oslo? -le pregunté.

– Sí- dijo. Y es mucho mejor que la autopista, sobre todo para ir en moto. Los paisajes son espectaculares. Cuando mi marido y yo vamos a Oslo en moto, siempre vamos por aquí.- me informó.

– Gracias! Aunque no creo que hoy los pueda disfrutar mucho.

Y tras ponerme el forro de la chaqueta y secarme mínimamente, continué camino por la carretera, fijándome primeramente en el culo de una reluciente Honda Goldwing que asomaba por la puerta del garaje contiguo al colmado.

Y agua, agua y más agua… Comenzaba a tener mucho frío. De hecho estaba tiritando e iba vestido igualito que cuando nieva en Barcelona… Debía de entrar agua por algún sitio, porque me notaba mojado. Quedaban más de 150 kilómetros para el hotel, pero parar sería peor. Además, las carreteras noruegas no tienen ni un mísero puente donde resguardarse. Así que, pasito a pasito, kilómetro a kilómetro, fui avanzando. Pensaba en que hace 6 días estaba en Barcelona y ahora estoy en Oslo, pensaba que un sueño que surgió de ver un programa de televisión y de un vistazo rápido a un mapa se estaba haciendo realidad… pasito a pasito. Y así llegué a Oslo, con la convicción de que cualquier cosa que se te ocurra puede hacerse realidad.

Ahora desde el Hotel Confort Runway, sentado en un comodísimo sofá, con unos grandes ventanales que dan directamente a la pista 01L del Aeropuerto de Gardermoen de Oslo estoy seguro de ello. Las penas pasan, la experiencia queda.

Hoy he recorrido 547 kilómetros en 6 horas y 35 minutos, a una media de 83 km/h. Velocidad máxima de 131 km/h y un consumo medio de 4,5 l/100km. Llevo en total 3934 kilómetros. La ruta de hoy:

The Long Way North. Day 6


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Preparando la segunda parte: Estocolmo – Cabo Norte


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Grandes dilemas han pasado por mi cabeza durante la planificación de esta parte del viaje, quizá la más importante. TheLongWayNorth no es simplemente un viaje en moto, de carreteras reviradas y experiencias moteras, sino que quiero compaginarlo con cierto contenido turístico y sobre todo fotográfico. Sé que es difícil contentar por igual a todas esas partes de mi: la motera, la fotógrafa y la viajera, pero he intentado llegar a un equilibrio, que si bien no es perfecto, creo que satisfará todas mis ambiciones.

Por eso la subida hasta Cabo Norte la realizaré por Noruega. Muchas ruteros prefieren subir lo más rápidamente posible, para cumplir el objetivo sin sorpresas, y bajar haciendo turismo por los fiordos. Pero mi regreso está previsto por otro lado, por los países del Este (es la parte que me falta planificar, y la que me entusiasma realmente… sin desmerecer los fiordos!),  así que mi viaje al norte será realmente largo y revirado, atravesando Noruega de sur a norte.
Oslo, Bergen, los fiordos del Sur, el glaciar Jostedalsbreen o las Islas Lofoten están dentro del trayecto. En total, desde Estocolmo serán -siempre que se cumpla la planificación, cosa que no tengo nada claro- 9 jornadas hasta Nordkapp. No hay descanso, excepto el día que pasaré en las Lofoten, en el que solamente recorreré unos 250 km. 
La jornada más larga serán casi 590 kilómetros de carreteras reviradas -ahora encontrar una autopista es misión imposible,… y aburrida-. Me he dado cuenta que en Noruega las jornadas no hay que planificarlas por kilómetros, sino por tiempo… ya que depende qué carreteras se tienen que recorrer extremadamente despacio, y además los ferrys te trastocan toda la programación. Así, tengo previsto una media de 8 horas diarias de conducción real, siendo alguna de ellas hasta de 9 horas y 45 minutos. Intentaré madrugar, sobre todo en estas etapas maratonianas, aunque la gran cantidad de horas de sol de las que dispongo en esta época del año seguro que me ayudarán a concluir alguna jornada que otra. A esto hay que sumarle que no tendré alojamientos reservados, y no es plan de buscarlos a eso de las 9 de la noche en un país escandinavo, donde supongo que los horarios no son como en España.
A decir verdad, lo que más me preocupa es aguantar día tras otro este ritmo… Pero sin dificultades,  los retos y las aventuras dejan de serlo. La satisfacción de realizarlos es directamente proporcional a las dificultades encontradas.
Como vengo haciendo, ahí arriba tenéis el mapa. Y aquí el rutómetro más detallado.
Por favor, si has estado por la zona y me quieres dar alguna recomendación en vistas de la ruta prevista, no dudes en dejar un comentario. Me irá de fábula!