Oresund, a pesar de atravesarlo en ayunas, es un puente que mola. Sí, es verdad que a mí me mola más el de Storebaelt, que es más… rotundo. El de Oresund combina tanto el túnel submarino como un gran tramo sobre pilares que va ganando altura y finalmente el majestuoso tramo colgante. Muy chulo, simulando velas de barcos con sus tirantes. Pero a mi me mola más el de Storebaelt. Pero sí, el de Oresund también mola. [y así podríamos estar toda la noche, que si el de Oresund que si el de Storebaelt…] 25 eurazos de puente por moto.
Y así, en ayunas, entramos en el país de los pueblos con nombre de estantería de IKEA. Coge una palabra, por ejemplo, almohada. Cambia la terminación por -asan. Ya tenemos almohadasan. Ahora añade una «å». Ålmohadasan. Un toque de «ø» y nos queda ålmøadasan. Una pincelada de «ä», una repetición y ponerlo en mayúsculas nos deja ÅLMØADÄSAAN, la nueva lámpara de pie de IKEA. De igual manera podemos transformar las poblaciones. Soria se queda en SØRÏÅESEN. Y así durante los seiscientos y pico kilómetros de la etapa de hoy.
Como veis, la cosa ha estado aburridilla y me ha dado tiempo de pensar en chorraditas. Es lo que tiene Escandinavia. Un bosque muy chulo, un lago de ensueño, un bosque que no está mal, un lago mono, un bosque que es igual que el anterior, otra vez un lago, el PUTO BOSQUE QUE NO SE ACABA, el LAGO DE LOS COJONES QUE PARECE EL MISMO DE HACE TRES HORAS y así sucesivamente.
Pero nos hemos divertido mucho. En realidad en este viaje no paramos de reírnos. Cuando me funciona el intercomunicador, claro. Porque lleva un par de días que a las cinco horas dice que ya ha trabajado bastante. Y a todo esto, el Turning Torso de Calatrava, el emblemático edificio de Malmö (¿veis? Ya han colado una «ö» en el nombre…) sigue donde estaba hace un par de años. Y hace tres. Y hace cuatro. Es la cuarta vez que lo veo. Y las señales de alces, que han empezado a aparecer como las setas. Pero yo esto ya me lo conozco: no haces más que mirar a todos lados en cuanto salen las señales. Y luego no ves ni un reno ni un alce hasta dentro de muchos paralelos. Al 65 por lo menos. Y estamos en el 59. Pero vamos, que como salga el alce despistado estamos listos. Así que será mejor seguir mirando.
También hemos visto cientos de coches americanos años 60-70 por el camino. Y cuando digo cientos no exagero. Primero creía que habría una concentración o algo. Pero muy concentrados no pueden estar si los llevamos viendo seiscientos kilómetros. Yo creo que los suecos han visto el radiante día que hacía hoy, con sus 25º en canal, y han decidido salir a pasear con sus descapotables.
Y la joya de la corona, Estocolmo. Una de mis ciudades favoritas. La hemos recorrido en una hora azul interminable, como suelen ser las noches de verano por estas latitudes. Gamla Stan y sus edificios de colores con personalidad, de sus callejuelas adoquinadas y de sus pasajes imposibles. Los canales, los embarcaderos y los edificios iluminados ofreciendo mil reflejos en un agua tan quieta como oscura… Quien no sueña con volver a esta ciudad es porque nunca ha estado (por otro lado, la frase arroja cierta lógica…).
Y sí, al final desayunamos. En un McDonalds. Y esta vez no fue por el wifi… Pero es que más allá de los Pirineos no tienen esa costumbre tan nuestra de dar una patada y que salgan veinte bares. Aquí, quien encuentra un McDonalds a la hora del desayuno, tiene un tesoro. Por cierto, que se ve que la costumbre aquí es pedir las cosas para llevar y comérselas dentro del coche… en el mismo parking del establecimiento. Al menos, tú eliges la música. Buenas noches.