Mirando a Cuenca

Después de redescubrir Soria hace unos meses, busqué con casi desespero otro lugar para explorar, a una distancia razonable de casa como para ir y volver en un fin de semana. Y el lugar elegido fue Cuenca. Mi ansia por haceros llegar mis experiencias lo más fiel y puntualmente posible pasaba esta vez por twittear todo el viaje (en la medida de lo posible), así que esta vez mis dedos han estado más pegados al móvil, twitteando y 4squareando todo lo que hacía.

@DrJaus: En unos minutos comienza mi ruta motera a Cuenca. Cielos grises en BCN. Huele a lluvia. #rutaacuenca #BMW #R1200GS.

Y es que la previsión meteorológica no auguraba un buen fin de semana. Los cielos habían comenzado a oscurecerse hacía horas en Barcelona, y lo peor estaba aún por llegar.

@DrJaus: Parada a la media horita para repostar. Ahora, del tirón hasta Zaragoza. #BMW #R1200GS #rutaacuenca.

Un repostaje en la gasolinera de El Bruc, como tantas y tantas veces en otras rutas, es el pistoletazo de salida a los más de 1200km que me esperaban. La A-2, ya casi tan conocida como el pasillo de casa, serviría para saborear nuevamente el placer dulce y meloso de las rutas en moto. Esta vez probaría algo distinto, no me metería por la autopista en Soses, sin que seguiría por la carretera, algo que hacía años que no probaba. Afloraban imágenes desde lo más profundo de mi recuerdo… Los Monegros, Peñalba,… Pequeños pueblos iban sucediéndose kilómetro tras kilómetro de manera mucho más agradable que por la insulsa autopista.

@DrJaus: En Peñalba. Carretera nacional. Divertido adelantar camiones, aunque el viento hace que haya que estar atento. #BMW #R1200GS #rutaacuenca.

Y finalmente, Zaragoza. Final de etapa por hoy. Punto de inicio de otras rutas, y punto y seguido en ésta. Estaba más cansado de lo habitual, posiblemente debido al viento, que golpeaba con fuerza desde el sur, desplazando la gran tormenta que ya había descargado en tierras andaluzas. Si mis previsiones se cumplían, el frente nuboso pasaría Zaragoza por la noche, dejándonos el sábado algo más sereno de lo inicialmente previsto.

@DrJaus: Primera etapa concluida. Zaragoza. Mucho viento y algo cansado, más de lo que me gustaría. Hay que entrenar más. #BMW #R1200GS #rutaacuenca.

Y así fue. Noche pasada por agua, que arreciaba con fuerza sobre el tejado, dejando una mañana aún lluviosa pero con visos de mejorar.

@DrJaus: Tras una noche de tapas, copas y repiqueteos de lluvia en el tejado, toca levantarse y comenzar la #rutaacuenca. Llueve. #BMW #R1200GS.

@DrJaus: El pronóstico es bueno. En pocos km al sur dejará de llover. #rutaacuenca http://yfrog.com/h3v4xrdj

@DrJaus: Con dos horas y media de retraso… pero comenzamos ruta!! #BMW #R1200GS #rutaacuenca.

Y se cumplieron las previsiones. En pocos minutos, aún por la autovía Mudéjar, camino de Cariñena, dejó de llover. El problema se centraba ahora en la gasolina. Desde que salimos de Zaragoza no había visto ninguna señal anunciando la estación de servicio que tanto necesitaba. Como hacía escasas dos semanas, volviendo de Carcassonne, el ordenador de la BMW marcó la fatídica cuenta atrás. 3… 2… 1… Y las tres rayitas indicando que no podía calcular cuantos kilómetros de autonomía quedaban, volvieron a aparecer.

@DrJaus: Nuevamente me he quedado a 0km de rango de gasolina. Ya repostando. #BMW #R1200GS #rutaacuenca.

Una vez hecho el repostaje, proseguimos nuestro camino hacia el sur, envueltos en una niebla que nos acompañó durante la travesía por el Puerto de la Paniza, con unas curvas coquetas y orgullosas, y un asfalto que acusaba ya los achaques de la edad, haciendo trabajar de lo lindo a las suspensiones de la BMW. Al llegar a Daroca, nos dimos el primer respiro para contemplar las sorpresas que depara la población al viajero que allí se detiene. Sus iglesias, su calle principal plagada de comercios sacados de otra época, y por qué no, sus maravillosas bravas nos ayudaron a reponer fuerzas y ánimos.

Campos de tierra roja se iban sucediendo a un lado y otro del asfalto. Una tierra roja casi africana, donde comenzaban a despuntar tímidos toques de verde, presagiando la primavera y una nueva cosecha en el ondulado horizonte, salpicado aquí y allá por redondas encinas y floridos almendros desperdigados sin orden ni concierto alguno.

Y así llegamos a Molina de Aragón, que ni tiene molinos, ni está ya en Aragón. Como no podía ser de otra forma, la información digital de mi Garmin y la analógica de mi rutómetro casero no coincidieron por primera vez en la ruta. Me decanté por las indicaciones rancias del roadbook elaborado días antes con amor y cariño, equivocándome de manera casi consentida, buscando nuevos horizontes rojizos y paisajes por descubrir a cada kilómetro que me separaba de la buena ruta. A pesar de ello, nos íbamos acercando al nacimiento del Río Cuervo mientras la nieve nos observaba, aburrida y esperando el deshielo, a ambos lados de la carretera. Una parada junto a un bosque, cuatro fotos y un estirar las piernas. Eso y nada más nos acompañaba en una encrucijada inventada en la nada, a pocos kilómetros del Río Cuervo y a otros tantos de Solan de Cabras. Nada más excepto el silencio, tanto silencio que dolía.

El Nacimiento del Río Cuervo nos explotó en la cara. Cuando no esperas mucho y encuentras todo pasan esas cosas. Cientos de pequeños manantiales caían entre las ramas y el musgo, rompiendo aquí y allá en brillantes hilos de agua entre la vegetación, formando un pequeño lago de un verde esmeralda que haría palidecer la mejor de las joyas. Paz. Naturaleza. Una nueva sonrisa vital apareció en mi semblante, haciéndome recordar que para mí, como supongo para la mayoría de los viajeros, estas pequeñas perlas inesperadas son el alimento de los pesares y penurias de la ruta. Recordé otros viajes casi masoquistas, donde la recompensa estuvo siempre acorde con el sacrificio realizado en la ruta. Para rubricar estos pensamientos casi de exaltación teresiana, un rayo de sol lo inundó todo, haciendo más bellos si cabe este tesoro escondido.

Seguimos la ruta por carreteras secundarias, perdidas entre pequeñas localidades, descubriendo rincones anónimos, pequeños secretos que solamente conocen los lugareños, hasta llegar al Ventano del Diablo, ya cerca de la capital conquense. A ritmo del reguetón que vomitaba el Astra tuneado del pequeño parking, comenzamos a percibir que las expectativas sobre dicho ventano no iban a ser cumplidas. Un pequeño lugar, suspendido a una considerable altura, formado por varios arcos de roca que cuesta creer sean naturales, no ofrecían las vistas que yo imaginaba. Quizá el reguetón que seguía de fondo tenía algo que ver.

Reculamos unos pocos kilómetros para visitar la Ciudad Encantada. Hacía años (más de 25) que no paseaba por esas formaciones rocosas caprichosas -kársticas con “k”, me dijeron- que esta vez me resultaron ciertamente rancias. Carteles pintados a mano por manos poco hábiles iban explicando lo que una mente supuestamente imaginativa había visto en las rocas. “Amantes de Teruel” o “Lucha entre elefante y cocodrilo” eran algunas de las visiones en las que debías tener fe. Casi con el ocaso cortándonos la retirada, huimos hacia la ciudad, por una agradable carretera que mostraba los últimos rayos de sol en lo alto de sus montes.

Y así llegamos a Cuenca, donde ya las casas colgadas anónimas -no las famosas- se encargaron de darnos la bienvenida, como el aperitivo suculento que luego deja pobre el plato principal. Una primera visita al hotel, cambio de indumentaria y saldríamos a cenar. La bodeguilla de Basilio, fuertemente recomendada para cenar, se nos resistió nuestra primera embestida. Creo que toda la ciudad se encontraba dentro, intentando degustar esas famosas tapas en un ambiente más parecido a un autobús en hora punta que a un local donde disfrutar de la cena. Así que desafortunadamente para nosotros, tuvimos que cenar en otro lugar, no tan famoso, no tan suculento, pero igual de rancio como lo fue la Ciudad Encantada.

@DrJaus: Ya en el hotel. He de pedir la clave del wifi. Poniendo en orden los apuntes para hacer la entrada del blog y luego a cenar. #rutaacuenca.

@DrJaus: Cuenca amanece completamente escondida tras la niebla. Y hoy toca retratarla convenientemente. Esperemos que disipe pronto. #rutaacuenca.

Y vaya si disipó la niebla. En cuanto pasé la mano por el cristal y comprobé que lo que en un primer momento parecía niebla, no era más que el vaho acumulado en la ventana, que se encontraba justo encima del radiador de la habitación. Un agradable paseo por Cuenca, ahora con sol, ahora nublado, nos descubrió las Casas Colgadas y su puente, la Catedral con su curiosa y única fachada, y un educadísimo gitano armado con una guitarra que bordaba, más que cantaba, una versión aflamencada del Mammy Blue al estilo de José Mercé. Fue corto, pero intenso.

Dejamos la ciudad rumbo a la Hoz de Beteta, un cañón poco conocido que nos retornaría primero a Guadalajara y después a Aragón por la llamada “Ruta del Mimbre”. El cañón no creo que merezca excesiva atención ni por sus curvas ni por su angostura, aunque nos ofreció bellas imágenes para recordar. Pero la desconocida ruta del mimbre nos cautivó. Pequeños pueblos como Priego, Cañamares o Cañizares presentaban a su alrededor curiosos campos plagados de altos y elegantes arbustos que comenzaban en un color verde intenso para acabar en un llamativo rojo anaranjado, en penachos perfectamente ordenados. El mimbre estaba en su momento de más esplendor, y muchos de esos campos ya lo mostraban recogido y apilado en coloristas pirámides casi surrealistas. Otro de esos secretos bien guardados y misteriosos que hacen que viajar sea esa experiencia tan placentera y adictiva.

Volvimos a Molina de Aragón con su castillo y sus tres torres gemelas que presiden el pueblo. Allí, y guiándonos por el instinto y por sendos coches de la Guardia Civil -que como los camioneros generalmente no se equivocan en la elección de los bares de carretera- degustamos una suerte de tapas, a cuál más apetecible, sobre todo cuando el hambre comienza a hacerte mella.

@DrJaus: En Zaragoza. Primera parte del retorno concluido. La #BMW se porta fenomenal. #rutaacuenca.

Y como viene siendo habitual, pequeño parón en Zaragoza para descansar, y luego vuelta a recorrer la A-2 camino de casa, ya cansado pero con el alma saciada de hambre de viaje, gracias a esa suerte de perlas que, como de manera invariable pasa en ruta, te vas encontrando por el camino, sea donde sea que se viaje.

@DrJaus: Retornando a casa. Palazo a estas horas, pero es lo que hay. 3 horitas más de #BMW #R1200GS #rutaacuenca.

@DrJaus: En Terrassa, después de 1200km. Los últimos 14, todo de curvas, ha sido una delicia. La guinda del pastel. #BMW #R1200GS #rutaacuenca.

Este fin de semana hemos recorrido 1282 kilómetros en 13 horas y 49 minutos, a una media de 93km/h. El consumo total ha sido de 5,7 l/100 km. Como viene siendo habitual, la ruta la tenéis aquí:

Mirando a Cuenca


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La conquista de Carcassonne

La ciudad amurallada, tantas y tantas veces vista desde la autopista camino de Toulouse, siempre ha sido esquiva conmigo. Unas cosas u otras habían impedido en el pasado visitarla. Ahora, a lomos de mi fiel cabalgadura, acompañado de otros caballeros, armadura bien encinchada y con la certeza del éxito, me disponía a conquistarla.

Sobre las 8:30 de la mañana, y no sin antes haber tenido algún que otro problema en la nueva colocación del GPS, partíamos Vicente, Montse, Juan Pedro y Mayka hacia La Jonquera. Teníamos por delante toda una autopista, algo de frío pero un día radiante y estupendo. Después de la parada para desayunar, comenzaba lo bueno. Una ruta por carreteras secundarias francesas, descubriendo pueblos perdidos, trazando curvas imposibles, cabalgando por baches amables,… disfrutando de la moto, de los paisajes y del día primaveral.

En Saint-Paul-de-Fenouillet comienza una carretera (es mucho decir, pero lo dejaremos ahí) que se adentra en el Bosc del Gran Bac, pasando por la garganta. Corta pero intensa, de las que sin lugar aparente por donde pasar, la pista queda colgada del barranco, ahondada en la roca durante varios cientos de metros. Allá abajo se adivina el ruido de los rápidos que durante miles de años han esculpido este paso. Una vez superado el tramo, continuamos hacia el norte, acercándonos poco a poco a Carcassonne.

Juan Pedro y su F800R deciden amenizarnos la tarde con un pinchazo de esos lentos pero efectivos, que le iban desinflando tanto su neumático como sus pretensiones de conquistar la ciudad amurallada. Logramos sin excesivos problemas, como cualquier aventurero urbano que se precie, localizar un taller de neumáticos donde intentaron infructuosamente reparar el pinchazo. Salimos de allí con la rueda convenientemente hinchada y la promesa de un neumático nuevo -ya le tocaba- en Carcassonne.

Comenzó a llover, primero tímidamente, luego con más fuerza, como si el destino quisiera impedir, de una manera algo ingenua y como ya lo hizo otras veces, que tomara Carcassonne. Pero no pudo. La ciudad -la cité y su castillo- me aparecieron de bruces a través de la visera de mi casco nada más cruzar un puente, allí colgada en el peñasco, como flotando por encima del vulgar pueblo. Pero la aventura no había acabado; teníamos que encontrar el taller donde cambiarían la rueda de la BMW. Y entonces ocurrió el milagro; de la nada, apareció una Z750 a la que paramos para preguntar por el taller. Como no podía ser de otra manera, y haciendo gala del mejor espíritu motero, el señor -entradito en años, aunque aún hacemos apuestas sobre cuántos- dio media vuelta y recorrió media ciudad bajo la lluvia para acompañarnos al taller.

Una hora y 210 euros después, ya teníamos todo dispuesto para llegar al hotel, cambiarnos y visitar la ciudad amurallada. Un pasaje casi secreto nos adentró en sus murallas, amparados por la oscuridad incipiente de la noche y camuflados por el ruido de las gotas de lluvia al caer sobre el empedrado. La ciudad que se supone infestada de turistas estaba casi vacía, como correspondía a un lluvioso fin de semana de invierno. Paseamos por las callejuelas a nuestro antojo, eligiendo con parsimonia el lugar donde repondríamos fuerzas. Luego, una excursión -planeada a medias- alrededor de las murallas para bajar las viandas y un feliz reposo nocturno.

La mañana del domingo se presentaba perezosa, luchando con las nubes y la lluvia, que no se decidía a retirarse. Comenzamos ruta nuevamente hacia el sur. Cambiamos planes, ya que tras conquistar la fortaleza uno se siente con fuerzas de conquistar paredes más altas, como quizá la del Col de Porté-Puymorens. Y hacia allí dirigimos nuestras R1200GS, F800R y GTR1400, peleándonos nuevamente con mil curvas, cientos de baches y decenas de paisajes inolvidables, salpicados primero, inundados después de millones de copos de nieve.

Me las prometía felices con la conquista, pero subestimé el poder del destino, que intentaba cercenar mi retirada haciéndome pensar que podía llegar con la gasolina que me quedaba hasta tierras donde las gasolineras tienen gente trabajando los domingos. El ordenador me iba disminuyendo, lenta pero inexorablemente, la cuenta atrás. 50 km de autonomía… 40… 30 y enfilando las primeras paellas llenas de nieve… 6!!! al iniciar el ascenso al Col de Porté-Puymorens… Y ni una gasolinera. 5…4…3…2…1… y el cero no apareció. En su lugar, unas insípidas tres rallitas ( – – – ) indicaban que el ordenador se había quedado sin números para calcular. Sorprendentemente llegué a la cima del Col y bajé… y llegué hasta Puigcerdà, 30 km más allá de las tres rallas. Había vuelto a ganar al destino. Había conquistado los Pirineos!!

El retorno a casa, ya por Berga y vías extremadamente rápidas, fue como un paseo triunfal a este fin de semana donde se conquistó Carcassonne y los Pirineos. Fue casi perfecto. Lo mejor de todo es que lo que le queda para la perfección tendré ocasión de conquistarlo en otra ocasión, esta vez sin tanto espacio en las maletas y con el asiento trasero de la BMW algo más… ocupado. Verdad?

Hemos realizado 641km en dos días, a una media de 51,1 km/h y un consumo medio de 5,8 l/100km. Como siempre, puedes ver la ruta aquí:

Carcassonne


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Actualizarse

El invierno es una época de transición si de motos nos referimos. No tenemos ese aliciente quincenal de los grandes premios, el clima no acompaña excesivamente a viajar en moto, y tras las fiestas navideñas la mayoría tenemos que esperar a la lejana Semana Santa para engranar unos cuantos días seguidos y sacar nuestras motos a pasear. Es por ello que es un buen momento para actualizarse.

Actualizar la moto; mi BMW R1200GS tiene ahora una nueva imagen más “Adventurera”, con las defensas y los faros suplementarios. Además le acabo de “actualizar” su neumático trasero, que comenzaba a pedir un cambio a gritos.

Actualizar el estado de la ruta del verano. El objetivo esta vez serán los confines de Europa por su lado oriental. Intentaremos pisar Estambul, allá donde Asia y Europa se dan la mano. Como no podía ser menos, el aliciente del viaje será atravesar países tan poco visitados como Albania, Bulgaria o Rumanía. Seguiremos informando.

Actualizar la web, que en pocas semanas sufrirá un cambio en su contenido, dejando atrás el “rumbo norte” del anterior viaje con la F800GS y modernizándose con la R1200GS y su próximo baile por tierras orientales.

Pero de momento, no puedo parar. Y para dar muestra de ello, una pequeña ruta desde Barcelona hasta Peratallada, en Girona. Un fantástico día motero con Belén, y por supuesto con Vicente, Montse y su GTR1400, del que “extraigo” esta foto que me hizo mucha ilusión. Y la semana que viene, más. Carcassonne será el destino. Seguiremos informando, también.

Actualizándome… 100% completado!!

TheLongWayNorth en Televisió de l’Hospitalet

El viernes pasado me hicieron una entrevista en directo en el programa Districte 8 de Televisió de l’Hospitalet. Fue una bonita experiencia, estar hablando en un plató de televisión de una de las cosas que más me gustan: los viajes en moto! Estas semanas estoy muy mediático, porque además de esta entrevista (que tenéis a continuación), está saliendo en Solo Moto el reportaje del viaje (mañana martes 25 la última entrega).

La entrevista está en catalán, espero que eso no sea un impedimento para que la disfrutéis tanto como yo lo he hecho haciéndola!!


TheLongWayNorth en Tv L’H
Cargado por Dr_Jaus. – Explora vacaciones y escapadas en vídeo.

Los primeros 10.000

Hoy acabo de hacerle a mi querida BMW R1200GS 30 Aniversario sus primeros 10.000 km. Y mañana hará 3 meses que la saqué del concesionario nuevecita. A mí me parece que lleva un buen ritmo… Múltiples mini-escapaditas por Catalunya y Aragón, un viaje a Córdoba, Sevilla, Cáceres y Madrid, y otro a Soria. La verdad es que mi BMW no se puede quejar de que no la saco a pasear. Porque ya es mía. Sin desmerecer a mi querida F800GS, la Aniversario ya es MI MOTO. Se me revela un poco en parado, donde saca todo su volumen y peso. Pero en marcha… en marcha es otra historia. Tanto en solitario como a dúo, los viajes
son otra cosa. Disfrutar de su motor, de sus suspensiones, de su protección aerodinámica es un auténtico placer. Y no sigo, que va a parecer un anuncio de BMW

Nos quedan varias asignaturas pendientes, como el hecho de marcarnos alguna excursioncita por lo marrón. Pero de momento esperaré a tener los neumáticos adecuados.
De momento, ya le voy dando algún detalle de dónde iremos este verano. No será tanta aventura como la que hice con su hermana pequeña, pero… todo se andará, tiempo al tiempo. Porque espero hacerle muuuchos kilómetros más a mi querida GS. Y vosotros seréis
puntualmente informados de los planes moteros de este verano. FELICIDADES, GS!

Camino a Soria

Vuelvo a recorrer la A2 camino a Zaragoza, vieja amiga hasta casi la intimidad, no en vano conozco sus secretos curva a curva, bache a bache, radar a radar. Esta vez el otoño me regaló esos colores rojizos en sus extensos campos de perales cercanos a Lleida o los amarillos de los majestuosos álamos que rodean los escasos riachuelos, casi a punto de ser despojados de las hojas que pronto inundarán las carreteras secundarias como si de una mullida y acogedora alfombra se tratara. El sol, siempre al frente en las tardes de viernes, cubría todo el paisaje con ese manto anaranjado de las últimas horas de luz.

Después de una breve parada en Zaragoza para cargar pasaje y equipaje, retornamos a la A2, ahora dirección a Madrid y ya de noche cerrada. Las frecuentes obras que nos encontramos en la autovía nos demoran algo del horario previsto. En Calatayud abandonamos la vía rápida -cuando no hay obras, claro- y por la N-234 llegamos y sobrepasamos Soria, no sin antes ser iluminados a traición por algún flash noctámbulo, gajes del oficio. Nuestro campamento base sería Ucero, en el extremo sur del magnífico Cañón del Río Lobos, y para llegar hasta allí el travieso GPS se marcó un camino de cuento, entre oscuros bosques y pequeños salpicones de piedras que en su día alguien llamó pueblos. Muriel, Talvella o Fuentecantales quedaron a los márgenes de esa oscura carretera comarcal.

Finalmente llegamos a Ucero, alojándonos en la magnífica Posada Los Templarios, algo esquiva al principio, a pesar de encontrarse pared con pared con la iglesia del pueblo. Sabiendo este dato, no hubo más que otear el oscuro horizonte en busca del austero campanario para encontrar nuestro lugar de reposo. Más de 500 km recorridos en un viernes laborable, pero que se hicieron livianos gracias a las excelentes cualidades ruteras de la BMW R1200GS.

El nuevo día amaneció en la Posada con el aire impregnado de tostadas y zumo de naranja recién exprimido, mientras fuera comenzaba a desperezarse un magnífico día. Los 6 kilómetros que nos separaban del parking del Cañón del Río Lobos no dieron tiempo a que se nos quitara el calor acogedor de la casa de piedra con esos muros de más de medio metro donde habíamos pasado la noche. Unas breves palabras con el guarda forestal nos invitan a seguir hasta el segundo (y último) parking dentro del espacio natural. Desde allí, un agradable paseo de ida y vuelta entre chopos y pinos nos deja, en menos de 1 kilómetro en la ermita de San Bartolomé, rodeada de abruptas paredes de piedra repletas de jirones, nidos de buitres y quién sabe qué alimañas.

Después de adentrarnos unos pocos metros en una gran cueva cercana, y de asomarnos al precipicio de una de las hoces del Río Lobos, emprendimos nuevamente la marcha hacia San Leonardo de Yagüe, por una carretera zigzagueante que va ganando altura por el cañón. Allí ascendimos hasta el Castillo Abaluartado, prácticamente en ruinas donde se puede obtener una buena vista sobre el recoleto pueblo.

Por carreteras secundarias, similares a las del día anterior, nos dirigimos al sur, pasando por paisajes cambiantes, desde cerros de piedra salpicadas de pequeños bosquecillos de pinos, hasta suaves colinas peinadas de infinitos ocres e incipientes verdes que comienzan a dar color a la próxima cosecha. Nos atrevemos incluso con alguna pista fácil, haciendo los primeros pinitos con las suspensiones electrónicas de la BMW fuera del familiar asfalto.

Llegamos así a San Esteban de Gormaz. De esta agradable población me quedo con el puente de piedra sobre el Río Duero, aún joven y chisposo por estas latitudes, y con sus jardines amarillentos que desprenden melancolía otoñal. También agradable fue el paseo por el casco antiguo hasta la Iglesia de Nuestra Señora de Rivero, que preside, junto a su arruinado castillo, las partes altas de la villa. A pesar de que estaba cerrada -y es que ya es casi la hora de comer- fue interesante el porche románico que protege la entrada lateral de la iglesia, y desde donde se tiene una buena vista de los alrdedores del pueblo.

A unos pocos kilómetros se encuentra Burgo de Osma, de obligada visita si el viajero pasa por estas tierras. Como lo primero es lo primero, dimos presta cuenta de las viandas que nos ofreció uno de los varios asadores que allí se encuentran ubicados. Sopa castellana y un crujiente cochinillo asado, como no podía ser de otra manera, nos proporcionaron energía suficiente para pasar la tarde. Interesante la Calle Mayor, que conecta la imponente catedral y su campanario con el Ayuntamiento, algo más austero.

Ya con la caída del sol, más temprana de lo deseado, enfilamos rumbo norte por la rectilínea carretera que une Burgo de Osma con Ucero, donde nos esperaba un relajante circuito de spa, incluido junto con la sofisticada pero rural cena, entre las exquisiteces que ofrece la Posada Los Templarios.

Ya era domingo y llovía en Soria. Poca cosa, eso sí, pero lo suficiente como para empaparlo todo. Afortunadamente el agua nos respeta mientras cargamos la moto, y comienza nuevamente cuando danzamos otra vez por las carreteras secundarias sorianas, altamente embaucadoras y peligrosas, sobre todo en mojado. Llegamos a Catalañazor al mediodía -sí, salimos muy tarde del hotel…- En lo alto de la peña se erige una villa casi de cuento medieval, desafiando a los campos de cientos de colores que la rodean. Una agradable visita a su castillo donde apenas queda la Torre del Homenaje y cuatro murallas mal contadas, da paso posteriormente a pasear por las empedradas y cuidadas callejuelas del pueblo, curioseando en las múltiples casas rurales, restaurantes y tiendas de souvenirs y recuerdos. El plan era comer en Zaragoza, así que continuamos ruta con la lluvia acompañándonos hasta poco antes de Calatayud. Poco después, incluso saldría el sol. Tras comer y descansar unas horas salí nuevamente para Barcelona, ya de noche y nuevamente con lluvia, pero cargado de buenos recuerdos y sensaciones -y algún que otro virus que me ha fastidiado el inicio de la semana- de un siempre estimulante viaje a Soria.

Como suele ser habitual, la ruta la podéis ver aquí:

Camino a Soria


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Camino del Sur

The Long Way North cambió rumbo sur. Y con otra montura. Todo proyecto evoluciona, y lo que fue un diario de viaje de una aventura se ha convertido en un diario diario de la aventura de la vida. Y la vida (y mi flamante BMW R1200GS) me llevó al cálido sur de la península. La idea era simple: aprovechar el puente del Pilar para un viaje relámpago a Sevilla. Un par de días junto a la Giralda y al Barrio de Santa Cruz siempre me han sentado bien y me recargan las pilas. La vuelta, por Madrid, pero pasando por la desconocida (al menos para mí) Extremadura.

Todo comenzó el viernes, después del trabajo. Como viene siendo habitual, la A2 hasta Zaragoza desapareció en un plis-plas bajo la GS. La comodidad de su asiento casi insultante para una moto y la protección aerodinámica rivalizan con el motor lleno de par en ser los protagonistas. Después de pasar noche en la capital aragonesa, y huyendo un poco de todo el bullicio pilarense, enfilamos rumbo a Madrid, ya acompañado. A pesar del aspecto algo elevado del asiento del pasajero, continúa siendo casi tan cómodo como un butacón del AVE, gracias al respaldo que forma el top-case de la BMW. A unos 150 km de Madrid se cumplieron las predicciones de lluvias torrenciales para ese sábado, y la N-2 fue cortada en diversos puntos a nuestro paso. Así continuó el viaje, a un ritmo lo suficientemente elevado como para no tener que sufrir por la hora de llegada a Sevilla, cuando nos adentramos en Ciudad Real y finalmente Córdoba. Los olores a tierra mojada y a canela (sí, a canela… no sé de dónde salía, pero a mí me olía a canela…) nos iban acompañando en el viaje por las larguísimas cintas de asfalto que discurre entre mares infinitos de olivos perfectamente dispuestos, como topos verdes sobre un fondo rojizo de un imaginario traje de sevillana. Largas rectas y algún que otro puerto de montaña amenizaron el viaje, mucho más interesante por las nacionales 401 y 420 que por la insulsa autovía A4.

A mediodía parecía que la lluvia amainaba, y comenzamos a ver los primeros girones azules entre las nubes. Ahora eran los pueblos blancos los que salpicaban las tierras empapadas de agua de lluvia, salpicando de viruela el paisaje que comenzaba a iluminarse con el sol. Montoro surgió de la nada tras una curva, como un gran pañuelo blanco extendido sobre el monte andaluz. Córdoba nos recibió con todo su esplendor bañada del sol de la tarde, que la hizo más bella si cabe. Su mezquita, siempre altiva y elegante, nos abrió sus puertas, nos acogió en su imponencia, y nos dejó salir para contemplar una tarde magnífica, clara y luminosa, que nos acompañó hasta Sevilla. Al entrar en la capital andaluza, el cielo comenzaba a lagrimear tímidamente, pero estábamos seguros que nos brindaría todo su sol a la mañana siguiente.

Sevilla seguía siendo magnifica en Otoño. No desprendía ese característico olor a azahar de la primavera, pero la agradable temperatura y la radiante luz invitaban a pasear. La Catedral y su Giralda, el Barrio de Santa Cruz y sus callejuelas imposibles, sus balcones salpicados de geranios y sus paredes tan blancas que dolían… La Plaza de España aún en obras, intentando recuperar la elegancia que otrora tuvo, o Triana, con su fiesta contínua y su calle Betis a orillas del Guadalquivir. El cazón en adobo, los boquerones fritos, el fino y la cerveza fueron compañeros de ese día de ensueño en la capital andaluza.

El lunes partimos hacia el norte, hacia Cáceres. Día soleado y pocos kilómetros por delante (menos de 300 kilómetros es “pecata minuta” para la gran GS…). Partimos tarde de Sevilla, como remoloneándonos en una ciudad que siempre cautiva. Tras 70 km de autovía, acompañados por sendas R1200GS que viajaban a un ritmo más tranquilo que el nuestro. Cansados de tanta recta, decidimos seguir la N-630, que discurre paralela a la autovía (que se me antoja desmesurada para el tráfico que vimos), y mucho más divertida. Los olivos se convirtieron en encinas y los campos en dehesas, donde seguramente engordan jamones y paletillas en grupos de 4 en 4.

Corta parada en Mérida, junto al acueducto romano. El resto de bellezas latinas de la ciudad quedarán para otra ocasión, ya que priorizamos el llegar a comer a Cáceres. Además, en los viajes siempre es bueno dejarse algo en el tintero, para tener una buena excusa para volver. El centro histórico de Cáceres parecía jugar al escondite con nuestro GPS, y se hizo tremendamente esquivo. Tras varias acometidas por diferentes puntos cardinales, pudimos asaltar la Plaza Mayor, que desgraciadamente también se encontraba en obras. Unas migas y unos huevos rotos, con la exquisitez previa de unas tostadas con torta del Casar nos alimentaron tanto el cuerpo como el alma. Nos costó trabajo visitar las maravillas arquitectónicas de la parte histórica de Cáceres con esa pesadez de estómago. Pero lo que realmente me lo revolvió fue ver decenas de focos y atalajes metálicos que afeaban tremendamente los palacios, con el único fin de embellecerlos con sus luces al anochecer. Pero antes de que eso sucediera, salimos huyendo hacia Trujillo, que nos impresionó, ya de noche, con su plaza y su gigantesca estatua de Pizarro. Una cena ligera y al hote Izan, antiguo convento, a dormir.

La mañana siguiente es la del retorno. Rápida visita diurna a Pizarro y su plaza, y carretera (autovía, más bien) hacia Madrid, donde llegamos tras tragarnos alguna caravana tempranera del día del Pilar. Arroz magnífico en Chueca y 300 kilómetros más para hacer la digestión camino de Zaragoza, donde llegamos ya de noche. El retorno a casa sería al día siguiente, con los 300 kilómetros de rigor que ya me son tan familiares. En definitiva, un puente con una buena moto, unas buenas ciudades y una inmejorable compañía.

La ruta del viaje la tenéis como siempre aquí:

Camino del Sur


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El Valle de Hecho. Primera ruta con la R1200GS

En estas semanas he estado meditando cuál tenía que ser el futuro de este blog. Su nombre hace referencia al viaje del verano pasado, que cada vez está más lejano ahora que comienza a refrescar. Aún quedan algunos flecos para cerrar el círculo y algunas entradas relacionadas con aspectos mas funcionales de la organización de la ruta. Por descontado escribir el blog ha sido uno de los grandes placeres del viaje, y no quiero dejarlo en el abandono. Mis andanzas ruteras o no tan ruteras en moto seguirán esparciéndose por “la nube”. The Long Way North hace referencia a un punto mítico para todo motero, por lo que finalmente he decidido conservar el nombre y seguir contando estas modestas aventuras a quien quiera escuchar, sean o no sean hacia el norte. Por lo tanto, bienvenido al nuevo The Long Way North, que apuntará a partir de ahora en todas direcciones, y no solamente hacia arriba.

Estrenar moto con una ruta de varios días era algo muy apetecible. Sobre todo cuando es una BMW R1200GS. Llevaba años deseándola, y por fin se hizo realidad. Planifiqué una ruta por una zona del Pirineo de Huesca que hacía tiempo no visitaba, antes de que comenzaran los rigores del invierno. Desde Barcelona, y siempre por carretera, haría la primera parada en Zaragoza. Para ello enfilaría rumbo sur, hacia Reus para luego acercarme a la capital aragonesa por Alcañiz.

La N340 la conocía desde hacía muchos años. Bajar hasta cerca de El Vendrell cada fin de semana por el Puerto del Ordal era una rutina desde los 7 años de edad, en un Seat 131. Así que, a pesar de sus múltiples cambios y variantes, la carretera era una vieja conocida. Pero como cuando te reencuentras con alguien al que hace tiempo que no ves, pero con el que no tienes nada de que hablar, me resultó pesada. Pocos lugares para adelantar, muchos camiones y mucho tráfico para un jueves por la tarde, solamente festivo en Barcelona. Finalmente llegué a Reus, donde comenzaría la diversión. La R1200GS se estaba adormilando detrás de tanto coche. La N420 me acercó a Alcañiz por lugares tan vinícolas como Falset o Gandesa, sobre todo en esta época de vendimia. Las carreteras estaban plagadas de cientos de tractores transportando la uva a los cellers y cooperativas. El ambiente estaba impregnado de ese olor agridulzón de la cosecha. Curvas de radio generoso, ideales para ir a 90 km/h disfrutando del paisaje y de la conducción, con un ritmo muy similar al que llevé por las carreteras escandinavas hace unos meses. Los poderosísimos bajos de la 1200 me sacaban de cada curva en volandas, y las magníficas suspensiones me proporcionaban el aplomo necesario para negociar las curvas sin ningún contratiempo, a pesar de los muchos kilos que llevaba entre maletas y equipaje.

Nada más entrar en Aragón, a la altura de Calaceite comenzó a oscurecer y a llover. Primero de manera tímida, pero luego de forma mucho más intensa. Bajé el ritmo, extremé las precauciones y conecté los puños calefactados, y a pesar de estar en Septiembre agradecía la cálida sensación en las palmas de mis manos. Reposté en Alcañiz, y siguiendo las largas rectas de la N232 llegué a Zaragoza entrada ya la noche, y con la meteorología algo más serena, después de la importante tromba de agua que había tenido que soportar.

El sábado enfilamos hacia el norte, camino de Huesca, y desviándonos por carreteras comarcales por el embalse de la Sotonera. Un fuertísimo viento de más de 40 km/h arreciaba desde el noroeste, lo que no impidió que disfrutáramos de la ruta. La gran protección aerodinámica de la GS y el modo “confort” de las suspensiones electrónicas minimizaron sobremanera el molesto viento y los peligrosos baches. La BMW parecía volar grácilmente sobre el asfalto arrugado. Tras una parada en el Castillo de Loarre, continuamos hasta que los Mallos de Riglos aparecieron majestuosos en el horizonte y comenzamos a disfrutar de una carretera que cada vez serpenteaba más. Después de atravesar Puente la Reina llegamos al valle de Hecho rodeados de bosques que comenzaban a teñirse tímidamente de otoño. Siresa y su Monasterio de San Pedro nos permitieron comer y reposar del viaje. Tras reponer fuerzas, continuamos hacia el norte hasta la Selva de Oza, adentrándonos en lo más profundo del valle por unas pistas que comenzaban a ser de barro. Los modos “enduro” de las suspensiones trabajaron perfectamente una vez más. Después de algunas fotos, tocaba desandar la pista hasta Hecho, donde pasaríamos la noche.

El domingo partimos hacia el embalse de Yesa, realizando una breve parada en Artieda, pequeño pueblo cerca del embalse. Seguimos ruta por carreteritas comarcales hasta llegar a Javier, famoso por su castillo, que visitamos tranquilamente. El viento no era tan fuerte como el día anterior, pero aumentaba cuanto más nos separábamos del abrigo de las altas montañas pirenaicas. Las sinuosas y divertidísimas carreteras que llegaban a Sos del Rey Católico pusieron la diversión del día. El modo “Sport” de las suspensiones las endurecieron para que las curvas fueran cayendo una tras otra. A partir de allí, largas rectas por Tauste y Alagón, hasta volver a Zaragoza.

El retorno a Barcelona fue de noche y por autovía, con altos ritmos que me hicieron apreciar la comodísima R1200GS, comparándola con mi anterior F800GS. Los kilómetros literalmente desaparecieron iluminados como nunca por el magnífico foco que transformaba la noche en día, de una manera jamás vista. Llegué a casa al filo de la medianoche, sin ningún atisbo de cansancio y con una sonrisa de oreja a oreja… Comenzaba a sentir que la 1200GS era mi nueva moto. Comenzaba a sentirla como mía. Una digna sucesora de la anterior. Desde luego.

Puedes ver la ruta aquí:

Barcelona – Valle de Echo


EveryTrail – Find hiking trails in California and beyond


El Relevo

Una sensación contradictoria me invadía mientras conducía mi querida BMW F800GS hacia el concesionario BMW Scrath de Terrassa. Los poco más de 5 kilómetros que haría serian los últimos con ella. Después de no pocas aventuras y momentos de gloria, después de cientos de días de caravanas entrando a Barcelona, y sobre todo después de un gran viaje al Cabo Norte, me cambiaba de moto.

La F800GS había cumplido a la perfección en la gran aventura noruega, y respondió sin rechistar a todas mis exigencias, ya fueran 1200km por autopista a ritmo elevado o 10 horas interminables de curvas salvando fiordos. Pero si pensaba repetir con frecuencia este tipo de viajes, debería pensar en otra moto más adecuada para ellos, como es la BMW R1200GS.

Ese desasosiego que sentía me había acompañado en cada cambio de moto. Porque al contrario que pasa con los coches (al menos a mi), mis motos parece que tienen vida. El sentimiento de tristeza se combina con el de alegría por estrenar una nueva moto. En pocos segundos olvidas a tu vieja amiga y la sonrisa invade tu rostro ante la visión de la sustituta. Pero sabia que en esta ocasión no seria así.

Han sido poco menos de 2 años con ella, pero 53.000 kilómetros de placer. Desde el primero hasta el último, todos los kilómetros con la F800GS han sido extasiantes. Hasta estos definitivos 5. Me cambiaba de moto pero seguía disfrutando con ella. Me sentía como si la traicionara, como si la abandonara sin motivo, como si la llevara al matadero.

La BMW R1200GS seguro que se convertirá en la moto de mis sueños. Tras los casi 100 kilómetros que le hice ayer ya le veo todo su potencial… y eso me ilusiona. Ya por la noche me vi enfrascado en una búsqueda de rutas por el Pirineo de Huesca. Pero el post de hoy es para rendir homenaje a una campeona, una moto que aguantó sin rechistar todo lo que le propuse.

Mi moto (ya no la tengo, pero sigue siendo MI moto… la 1200 aún no la siento como mía… aunque ya falta poco para eso) se quedó ahí en la acera, mirándome con cara tristona mientras yo arreglaba todo el papeleo en el concesionario. Finalmente, cuando ya salí con la 1200GS 30 Aniversario y me sumergí en el tráfico de vuelta a casa, no pude dejar de hacer algo que nunca había hecho en los cambios de moto: miré hacia atrás, para darle el último adiós. Y me pareció verla sonreír, tranquila, sabiendo que me dejaba en buenas manos a lomos de su hermana mayor. Ojalá yo pudiera decir lo mismo. Espero que mi F800GS también acabe en buenas manos.

El equipamiento personal

Siguiendo con los posts técnicos sobre el viaje al Cabo Norte, analizaré el equipamiento personal que he utilizado durante el viaje. No quiero sentar cátedra, solamente quiero dar mi opinión tras un uso exhaustivo del material.

Traje BMW StreetGuard 3.
Fantástico. Lo he comentado varias veces s lo largo de estos días, pero es que el viaje ha sido más fácil gracias a las características del StreetGuard 3. yo pensaba que excepto en caso de caída, y partiendo de la base de prendas de calidad, no existirían apenas diferencias entre los trajes. Pero no es así. Una de las cosas que no tuve en cuenta a la hora de planificar el viaje fue la gran diferencia de temperaturas que me iba a encontrar. Desde los tórridos 35°C de la costa italiana hasta los escasos 5°C de algunos puntos escandinavos. Pensaba que con un un buen traje con forro térmico desmontable sería suficiente. Pero todos los moteros hemos sufrido llevar un traje negro de cordura en una ciudad en agosto: parar en un semáforo es una autentica tortura.

El StreetGuard 3 presenta dos características que hacen que la dureza de un viaje como este se haya minimizado. Por un lado, el C_change o membrana biónica climática  abre o cierra los poros según la temperatura. No diré que llega a la ventilación de una chaqueta perforada de verano, pero desde luego mucho mejor que las corduras de todo tiempo sin forro. La segunda característica sorprendente es el tratamiento Coldblack , que hace que los rayos solares de reflejen en un gran porcentaje, a pesar de ser negra; un gran confort sobre todo en ciudades. Obviamente, como buen equipo motero que se precie, tienes la posibilidad de incorporarle el forro que te protegerá de temperaturas más extremas, así como una cremallera que une pantalón y chaqueta dejándolas en una sola pieza. Si hablamos de seguridad, el material del StreetGuard 3 es capaz de resistir la abrasión del asfalto de una manera impecable, aunque afortunadamente este punto no tuve que comprobarlo.

Casco BMW System 6.
Tenía muchas ganas de probar este casco. Estéticamente impactante, sobre todo por la parte posterior, con las nervaduras verticales que marcan el estilo del casco y con las siglas BMW en material refractante negro. Por delante, tengo mis dudas sobre su diseño estético con la mentonera cerrada, pero para gustos, los colores. Por cierto,el blanco perla metalizado le queda genial a este casco.

Si hablamos del confort de marcha, no hay discusión. No será el casco más ligero (aunque tiene un o eso muy contenido para un convertible), pero el nivel de confort es excepcional. Y puedo hablar con conocimiento de causa, después de tantas horas de uso durante tantos días seguidos. El interior de Alcántara y la cuidada aerodinámica hacen que cruceros a alta velocidad se traduzcan en completo confort para la cabeza y los hombros. El ruido a alta velocidad es otro de los aspectos donde el System 6 se merece un sobresaliente, ya que es el convertible más silencioso que me he probado. Puede que haya algún integral más silencioso, pero en su categoría creo que BMW gana por goleada.

Guantes BMW ProSummer
El complemento ideal a todo el equipo. No son guantes de invierno ni de verano, lo dejaríamos en «entretiempo». O lo que es lo mismo, que vale casi para cualquier época. Aguanté tranquilamente con ellos temperaturas de hasta 10ºC sin pensar siquiera en cambiarlos por los de invierno. Y soporté los más de 25ºC de algunos lugares con ellos puestos, lo que demuestra su polivalencia. Sobre todo cuando llueve, donde su membrana de Gore-Tex los hacen completamente impermeables. Y todo ello con un tacto sorprendente. Podía accionar sin problemas los minúsculos botones del GPS (toda una hazaña con los guantes de invierno), cosa que es de agradecer cuando tienes que recalcular o buscar rutas alternativas.

En definitiva, he llevado un equipamiento que sorprende por su versatilidad en todos los frentes, tanto bajo la incesante lluvia noruega como en los gélidos días por encima del Círculo Polar Ártico o las calurosas jornadas de Croacia o Eslovenia.