—Noto algo raro en el manillar —me dijo Belén por el intercomunicador. —Es como si la moto vibrara.
No sabía bien qué era. El neumático trasero se había ido gastando, y yendo cargados es normal que el manillar se mueva cuando no lo agarras fuerte. Pero así de golpe… No me cuadraba. Incluso cogí yo su moto unos cientos de metros y sí es cierto que algo parecía pasar. La verdad es que el asfalto entrenado en Crema** dejaba bastante que desear, pero…
Seguimos así algunos kilómetros. En la siguiente parada revisé si había juego en la rueda trasera y… zasca! Vi la viruta de metal que salía del alojamiento del rodamiento. Se acabó. No podíamos continuar.
“¡Qué mala suerte!”, pensé. Porque ya es mucha mala suerte que en un mismo viaje te roben la moto, te quedes sin pastillas de freno en la Turquía profunda, o rompas un rodamiento de la moto. Dan ganas de tirarlo todo por la borda, coger un avión y regresar a casa. Necesito descansar ya de tanta tensión. No podemos estar solucionando problema tras problema día tras día. Es agotador. Faltaban solamente dos días y… “Qué mala suerte”, me volví a repetir.
Que sí, que hay que revisar las motos antes de afrontar un viaje de más de 10.000 kilómetros. Y sí, la moto de Belén había pasado no una sino dos veces por el mecánico justo antes del viaje para tenerla a punto y sin problemas. Pero a veces tienes mala suerte. Esa mala suerte que te pone justo en el límite de tu aguante. Porque ya son muchos cambios de planes. Ya son muchos encajes de bolillos para poder seguir con este viaje inolvidable. “Te acordarás de él toda la vida”, me decís algunos. Pues qué quieres que te diga… me gustaría recordarlo por otras cosas, la verdad.
Y es mala suerte que no os pueda hablar con más entusiasmo del Lago di Garda***, de la Strada della Forra*** o de la Iglesia de Santa Maria della Croce en Crema. Porque no estoy de ánimos. Llevamos un día perdido en Milán esperando que mañana lunes abran el taller y poder arreglar la moto. Porque es mala suerte que tengamos que estar sí o sí el martes en España. Se acabaron las carreteritas secundarias y las visitas programadas. Ya no habrá más estrellas detrás de un nombre de pueblo. Nos tocará, en el mejor de los casos, volver por autopista a toda prisa. No me digáis que no es mala suerte.
Pero en realidad no sabría etiquetar a la suerte como buena o mala. Porque también podría decir que encontrar a Merkel, la Renacida una semana después que la robaran es de tener muchísima buena suerte. Y prácticamente sin ningún rasguño. Es de excepcional suerte entrar en ese club de gente a la que le han robado la moto y la han recuperado. Somos muy pocos.
Y es muchísima suerte encontrar un cuarteto de amigos turcos entraditos en años que se desvivieran por teléfono para encontrarnos unas pastillas de freno, aunque fuera a cien kilómetros de distancia. Porque nadie le preguntó nada al hombre ese. Se acercó y preguntó. Y todo lo demás lo hizo porque quiso. Y sus amigos lo mismo. Fue una gran suerte encontrarlos.
O romper el rodamiento en Milán y no en un pueblo perdido de la mano de Dios. Y que fuera un sábado por la tarde. Gran suerte poder haber tenido tiempo de subir al techo del Duomo de Milán***. No lo hubiéramos hecho de otro modo.
O contar con el RACC para que también eche una mano. O por supuesto tener amigos como José Luis, Xavi, Dani o Eduard que nos han ayudado enormemente en solucionar el problema de los rodamientos (si todo sale bien, claro). Eso sí es tener muy buena suerte. O los cientos de amigos que nos habéis apoyado en cualquiera de estos imprevistos de viaje. Nos habéis dado muchos ánimos, en serio. Habéis sido fundamentales.
Así que… ¿Puedo decir que hemos tenido mala suerte? Para nada. Creo que nos llevamos de este viaje mil veces más de lo que nos ha quitado. Porque si algo he aprendido en este viaje es que la suerte no es ni buena ni mala. Buena o mala es la actitud con la que afrontas los problemas. Y en eso, sin duda, hemos ganado la batalla.
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Y los post se acaban aquí, porque no tiene mucho sentido escribir sobre las bondades de las autopistas italianas y francesas. Si la suerte nos acompaña, claro. Gracias por seguirnos durante este viaje inolvidable.
Ánimo, todo tiene su lado bueno.
Gracias a vosotros por hacernos participes y disfrutar tambien de el. De esta vida hay que llevarse lo bueno, lo menos buen se convierte en anecdotas.
Animo y ahora a preparar el siguiente.
La suerte es como el Karma…puede ser bueno o malo según el color que le pongas, así es.
Yo creo que ha sido un viaje lleno de aventuras. De superación de problemas, de risas, de conocimiento…¡ súper completo!
Y del que nos habéis hecho partícipes a todos , gracias por contarlo!!
Muchos besos y feliz regreso!!
Pd. Le voy a dejar a Belen una Scrambler y os voy a fastidiar..??