La península de Istria es un pedazo de tierra que cuelga de lo alto de Croacia y que en algún que otro viaje por la zona me lo salté. Hasta que la visité y desde entronces no puedo dejar de hacerlo. Y aún no sé por qué. Igual es por no perderme Piran, aún en Eslovenia y su callejuelba a pie de puerto.
O igual es por Pore?, ya en Croacia y su casco antiguo. Esta vez visitamos la Basílica Eufrásica y sus mosaicos milenarios. O puede ser por Rovinj, que se unía a última hora a la ruta al ver hace poco una foto que quería hacer. Porque no es la primera -ni la última- vez que viajo en pos de una foto concreta. Y hoy la ruta persiguió a esta foto:
Igual ya no me salto Istria por visitar Pula y su magnífico anfiteatro romano, el quinto mayor del mundo, y todo un desconocido hasta que Toño Aracata fue portada de TheRutaMagazine con él a su espalda. O quizá por la costa este de Istria, con unas vistas al mar Adriático desde lo alto que quitan el hipo, y que no dejan de sorprenderme cada vez que paso por allí.
Pero ahora hay otro motivo para visitar Istria en cada viaje por Croacia. Y no es otro que recordar a Belén, vestida de moto pero con los pantalones arremangados metiendo los pies en el agua mientras disfruta de un melocotón. Ver su cara de felicidad con tan pequeño gesto, ha valido los 400 kilómetros de hoy, y la caravana que hemos sufrido llegando a Opatija. Pequeños detalles.