Archivo de la categoría: Viaje

De Brescia a Venezia. La Ruta Adriática. 4

Vamos a ver, que 800 cl de cerveza 4 lúpulos no dan para mucho más que para acordarme ligeramente de qué ha ido el día de hoy. Intentaremos tirar de notas escritas y no hacer faltas de ortografía. 

El día comenzaba tensando mi cadena, que ya hacía demasiado ruido. SPOILER: tuve que volver a destensarla, porque me pasé de tensión. Añoro mi cardan de la BMW… Pero todo sea por disfrutar. ¡Para disfrutar, hay que sufrir!

Mira que el 99% de los recorridos que estamos haciendo por Italia son completamente prescindibles. Y eso que huimos de las autopistas. Pero es que en esta zona norte se van empalmando un pueblo con otro, una rotonda con la siguiente, un atasco con el próximo. Pero las curvas y el asfalto impoluto de la subida al Santuario de la Madonna della Corona, cercana al Lago di Garda, fueron espectaculares. Y una vez allí, una hora, 3 km y medio de subidas, bajadas y más escalones para llegar a ese santuario, colgado literalmente de una pared de piedra. Vale la pena el sitio, sí.

En Mantova llegamos cuando desmontaban el mercadillo de la plaza, rodeado de palacios ducales, iglesias y otras viviendas nobles. Pasabas de una plaza a otra, de un palacio medieval a otro, de una basílica a otra. La que veníamos a ver, la Basílica de San Andrea, resulta que estaba cerrada a mediodía, y no abrían hasta las 15:00. Así que volvimos a las motos admirando nuevamente la plaza, sus palacios y sus iglesias, mientras degustábamos un par de nectarinas y agua fresca, que se ha convertido en el bien más preciado en este viaje. Y sí, me tocó destensar un poco la cadena que parecía que estaba sufriendo más de lo previsto. ¿Os he dicho que añoro mi cardan de la BMW?

En Ferrara, buscando un lugar donde aparcar nuestras Ducati acabamos dando un garbeo por todo el centro peatonal de la ciudad, para acabar aparcando a unos cuantos cientos de metros de su catedral. Es impresionante cómo el mismo concepto -catedral- se pueda materializar de tantas formas diferentes. Porque la de Ferrara es, cuanto menos, espectacular, la mires desde donde la mires. Mármol rosa y blanco en su fachada (que aunque estaba parcialmente cubierta de andamios, éstos te dejaban hacerte una idea de la belleza que se escondía tímidamente detrás de los plásticos), y los laterales con tres pisos impresionantes de arcos hechos con ladrillo y columnas variadas de mármol. Un 10 de catedral. Y al lado, el palacio y el castillo comp,lentamente rodeado de un foso. Mucho mejor que el mejor castillo que haya yo podido construir de pequeño con el Exin Castillos.

Y por último Padova, con la Basílica dedicado a San Antonio (de Pádua). Impresionante por fuera, con sus grandes -y pequeñas- cúpulas que me transportaban casi a Estambul (o mejor dicho a Bizancio). Y el interior, tan variado como espectacular: tan pronto te encontrabas una capilla lateral completamente cubierta de mármol, como otra rematada con arcos ojivales y frescos de cientos de colores. Igual tenías unos techo perfectamente pintados con diferentes motivos, como una salida a un variopinto claustro. Otro 10.

Y ya temiendo por no encontrar restaurante para cenar (y resarcirnos del fuet de ayer en nuestra habitación) recorrimos la escasa hora que nos separaba de Mestre, donde dormimos hoy. Y sí, llegamos al restaurante, cayó una ensalada Caprese, una pizza con prosciutto y nosequé mas y unos spaghetti de nosequé que estaban de muerte. Y sí, los 800 ml de cerveza de cuatro lúpulos., Ahora me voy a dedicar en cuerpo y alma a metabolizar semejante cena y formar las proteínas suficientes para que mañana podamos pasear todo el día en Venezia, entre góndolas de los turistas que habrán pagado 60€ por un viaje de media hora, los chinos que habrán desembarcado en el último crucero o el españolito que grita entre los canales recién bajado de su avión de Ryanair. Buenas noches.

El track de la ruta:

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De Torino a Brescia. La Ruta Adriática. 3

A ver, hoy no esperéis muchas florituras que si supieseis el esfuerzo que estoy haciendo para escribir esto, fliparíais. A modo de resumen: 400 km a unos constantes 30-34ºC. Media de velocidad total de menos de 45 km/h. No he cenado y me muero de sueño. Así que vamos al lío.

Torino, un auténtico caos a las 8 de la mañana. Imposible llegar a los pies De la Torre Antonelliana. Al final, una foto mal hecha desde el paso de peatones. Y salimos corriendo entre el tráfico de la gran ciudad.

Llegamos a Ivrea. Queríamos visitar su castillo de tres torres (eran 4 antes de que cayera un rayo en la que precisamente albergaba el polvorín). Problemas para encontrar aparcamiento para las motos, pateada hasta el castillo, que no me parece tan impresionante como me lo imaginaba y listos.

Seguimos hasta el Ricetto di Candelo. Es una miniciudad amurallada (más bien un barrio) con 5 o 6 calles formando una especie de cuadrilátero. Es curiosa, cuanto menos. Pero le falta una vuelta de cara a que haya más turismo: hay un par de tiendas de artesanía, algunos bares -la mitad cerrados- y por tanto se encontraba casi desierto. Que le da un encanto, oye… pero vista una callejuela, vistas todas.

El Lago di Orta ha sido lo mejor de la jornada. Un estupendo lago con una isla en medio llena de palacetes y una basílica. Y todo ello lo puedes ver desde San Giulio, a pie de lago desde pequeños embarcaderos escondidos o desde la bulliciosa plaza llena de puestecitos de artesanía y terrazas. Pero para nada masificado a niveles de Como. Comimos allí un par de ensaladísimas. Por cierto, señores de La Carretilla… ¿desde cuándo no ponéis tenedores en vuestras ensaladas? Ha sido un poco desagradable comerme la ensalada de pasta y atún con un trozo del cartón del embalaje.

En Varese teníamos que ver el interior de la Basílica de San VIttore. Pero resulta que tenían un funeral dentro, por lo que ha sido entrar de puntillas, admirar rápidamente sus trabajados techos y ni hacer la foto por respeto. Luego nos hemos resarcido con una Coca-Cola en un bar de un centro comercial lleno de la tercera edad contando batallitas.

A partir de ahí todo ha sido un despropósito: el GPS me envía a Suiza camino del Lago di Como, Como lleno de atascos, y la carretera por el borde del lago hasta Bellaggio se hacía interminable, a 40 por hora, por la estrechísima carretera intentando sobrevivir a las tapias de las casas, los autobuses en sentido contrario o los peatones que circulaban por ella. Y Bellaggio no ha valido la pena. La verdad es que las vistas hasta llegar, si, pero tampoco podía apartar mucho la mirada. Luego, poner gasolina a 2,25€ (y descubrir luego que a 300m había una a 1,75€…).

En ese momento habíamos decidido que nos saltábamos Lecce (del que ya vimos a lo lejos su torre con una peculiar forma de lápiz) y Bérgamo (que ya visitamos en un viaje anterior). Así que nos dirigimos a nuestro hotel en un pueblecito cerca de Brescia. Llegamos a eso de las 21h, y -¡oh sorpresa!- no pudimos cenar en ningún lado. Así que ya me veis, en la cama hincando el diente al fuet mientras escribo estas líneas. Así que nada, a dormir que con el sueño se mata el hambre.

El track de la ruta:

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De Montpellier a Torino. La Ruta Adriática. 2

Calor. Lo único que quería era regresar a la fuente de Saignon para volver a refrescar mi gorra y esperar a que chorretones de gélida agua resbalaran por mi cuerpo, antes de desaparecer a los pocos segundos evaporados al entrar en contacto con los más de 40ºC de mi piel. ¿Exagero? Sí, un poco.

Pero es que el día ya amaneció caluroso en Montpellier. A pocos centenares de metros del hote estaba la primera parada, L’Arbre Blanc: un edificio de viviendas que se asemejaba a eso, a un gran árbol blanco donde cada balcón era una rama. Difícil de explicar, fácil de buscar en google y verlo. Así que ya tardas.

Atravesamos la Camarga de forma fugaz, destino de tantos viajes anteriores. Olores a lodo, a aceite y a heno. Caballos, garzas, garcetas… pero esta vez no hay toros de cuernos esbeltos.

En la Abadía de Saint Roman tuvimos que hacer una excursión desde el parking hasta el complejo troglodítico, donde las celdas, las tumbas e incluso la iglesia estaban excavadas en la roca. Mira que veo más fácil ir poniendo una piedra encima de la otra, construyendo una catedral si quieres… pero a estos franceses de Saint Roman les dio por excavar.

Ya estábamos a más de 34ºC cuando llegamos a Saignon, un típico pueblecito provenzal con las casas de piedra y los porticones de color lavanda. Subimos a La Roca, el castillo que suele tener en lo más alto cualquier pueblecito que se precie. Bueno, Belén se sube mientras yo la miro desde abajo. Tras la penosa ascensión, nos pusimos ciegos de sardinas con tomate al pie de la fuente. ¡Y vaya fuente! Fresca, refrescante, gélida,…

Pero había que seguir ruta. Pasamos por las Roches des Pénitents, una especie de Montserrat de pocas decenas de metros que admiramos desde las motos, sin parar. Teníamos que llegar a Sisteron, último pueblo francés que visitaríamos hoy. Conseguimos aparcar las motos, comprar un agua fría y pasear hasta la orilla del río para ver sus curiosas formaciones rocosas.

Y una vez visto, rumbo a Italia. Cambiamos la ruta prevista, ya que se iba haciendo tarde. Briançon y el Col de Montgenèvre, llegando a Italia cerca de Sestriére. Se agradecieron los 19ºC  que había en la cima. Y luego, la bajada, disfrutando de las curvas italianas, mirando cómo el termómetro volvía a subir hasta casi los 30ºC y teniendo cuidado de los italianos, que a pesar de ser el norte de Italia, ya ejercen de ser un poco caóticos en su conducción. Mil ojos para ir acostumbrándonos a lo que nos encontraremos en los Balcanes.

Finalmente llegamos a Torino sobre las ocho y media de la tarde. Tras alojarnos en el hotel, mirar por la ventana la inexistencia de vistas y ducharnos para recuperar una temperatura corporal normal, salimos a degustar nuestras primeras pizzas italianas acompañadas de Birra Moretti. Y con esa alegría en el cuerpo acabo de escribir esta crónica. Seleccionaré una foto cualquiera para ponerla ahí arriba de todo, y me dispondré a reponer fuerzas para mañana, que promete ser un día igual o más interesante y algo menos cansado. Ale, que a las 8 de la mañana comienzan a poner multas allá donde hemos dejado las motos. Buenas noches.

El track de la ruta:

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De Zaragoza a Montpellier. La Ruta Adriática. 1

Vamos a ver, que cuando hay pocas cosas que contar, lo mejor es ser conciso. Y en la ruta de hoy solamente hay un par de cositas que valen la pena ser contadas. La primera y mas importante, es… ¡que hemos vuelto! Salimos de nuevo en una ruta de tres semanas por Europa.  Es la primera vez desde la Era Covid. La primera vez que salíamos de España desde 2019 y la primera vez que sacábamos a nuestras Ducati a ver mundo.

Lo demás, después de eso… como que carece casi de importancia. Ni pasar el túnel de Bielsa, ni las 2.326 rotondas que hemos hecho en suelo francés, ni los 39ºC que hemos visto por el camino, ni la gruta de Mas d’Azil (que por cierto, ya la conocíamos), ni pasar por Carcassonne (que por cierto, ya sería la 5ª vez), ni saltarse Narbona porque no podíamos ya del calor y del cansancio. Y es que han sido 666 kilómetros en casi 10 horas, todas ellas (menos 20 kilómetros) por carreteras y pocas autovías.

¿Veis cómo teníamos poco que contar? Alguno se preguntará… “vale, has dicho que ibas a contar un par de cosas. ¿Cuál es la segunda cosita?” Pues mira, que son casi las diez y media de la noche y que estoy reventado. Con lo que yo era… Yo no sé si es la falta de práctica, los años o  yo qué se, pero me han sobrado un par de horas y unos cientos de kilómetros. Hoy la visita a Montpellier (cuarta vez que dormimos por aquí) ha dado para probar unos tacos en un chiringuito de comida rápida con un Sprite. Y es que mañana hay que madrugar:  mañana tenemos que atravesar los Alpes y seguir haciendo callo.

Os dejo el track de la ruta, para los más curiosos:

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Un día por… El Moncayo

A ver, que seguimos  con la tendencia de viajes de un solo día, y esta Semana Santa planteamos una ruta para rodear el Moncayo. Que en realidad es un decir, porque al Moncayo se le admira más desde lejos, surgiendo como un macizo solitario espolvoreado de las últimas nieves del invierno. Pero dejemos la cursilería a un lado y vamos a lo que vamos: Si vas por su parte suroeste verás unas carreteritas estrechas y bacheadas ideales para testar las suspensiones de las Multistradas. Si bien mi 950 S tiene el tarado estándar algo duro para mi gusto, la posibilidad de escoger entre cinco tipos de dureza me permite ponerlas algo más blandas en su mapa “Touring”. Menos mal de las vistas, con pueblos colgados de las faldas del Moncayo como Purujosa, porque la carreteras se nos presenta con curvas muy bacheadas, asfalto lleno de parches y gravilla en infinidad de puntos.

Ya en la provincia de Soria nos dispusimos a enfrentarnos con el Puerto de Piqueras que nos acercaba a Logroño, pero antes teníamos que pararnos a ver el Castillo de Magaña. Te lo encuentras así de sopetón, al salir de una curva. En lo alto, como toca estar a un castillo que se precie. Tienes una zona parar parar justo al lado de un viejo puente. Muy recomendable. Y eso que como ya viene siendo habitual, no subimos al castillo.

Pues lo dicho, sierra de Cebollera para arriba, algo de fresco en el Puerto de Piqueras (que recorrimos íntegramente por sus ocho o diez tornanti, pasando del moderno túnel que lo atraviesa. El mirador… pse. Luego, por la zona de Cameros y tras comer el ya habitual bocata de tortilla de atún de Belén rodeados de vacas y terneros que nos “deleitaron” con su concierto de cencerros, llegamos al mirador del cañón del río Leza. Espectacular, sobre todo si te da por asomarte al abismo.

La tarde se nos pasó entre darnos cuenta que ya habíamos estado en Cornago, en volver a ver el monasterio de FItero, ya en Navarra, conocer el milagro del Bardal (que paso de transcribir aquí, que lo explico en el vídeo) y hacer una visita rápida a Corella. Teníamos previsto volver por Tarazona y Vera del Moncayo, para que la vuelta al mismo quedara perfectamente delimitada, pero mira,… que al final decidimos llegar a Zaragoza de día dejarlo quizá para otra excursión de esas del día. Que hay más días que longanizas.

La ruta de Valencia

Cuando tienes pensada una ruta, pero en el último momento la cambias debido a las condiciones meteorológicas, pueden pasar dos cosas: que aciertas… o que te equivocas. Tras un viaje planificado para retornar a Cuenca y visitar algunos pequeños puntos de interés que no conocíamos, la ola de frío polar que azotaba la zona nos hizo cambiar la ruta el día anterior, buscando las temperaturas más cálidas del Mediterráneo, viajando hasta Valencia. De momento, era todo un acierto. El viento intenso, con rachas de hasta 80 km/h nos quitó la razón y convirtió la ruta en todo un suplicio, caída en parado incluida. Como tenemos el compromiso de contaros tanto lo bueno como lo malo de estas nuevas -para nosotros- Ducati Multistrada, os cuento en el vídeo las consecuencias de una caída en parado con estas motos… Serán tan frágiles como parecen?

Las rutas de este verano

Disfrutando de nuestros primeros campos de lavanda

Sí, ya sé que igual es un poco tarde, pero aprovechando que he tenido que realizar mantenimiento en la página (a alguno le ha dado por hackeármela), me he dado cuenta que había hecho difusión por otras redes sociales pero no había colgado aquí los vídeos de los mini viajes que hemos hecho este verano.

El primero fue un corto viaje de tres días por la Alcarria y sus campos de lavanda y también de La Mancha, para volver a disfrutar de los molinos de viento y del placer de ir en moto de forma tranquila, sin la presión de tener que ver cientos de cosas que no conocíamos. Así que nos dedicamos a volver a saborear el placer de una carretera, del sol en la cara o de una buena cena ante un buen vino. De ese viaje salió el siguiente vídeo:

También pudimos escaparnos tres días más algo después y nos fuimos a una zona que es una de nuestros talismanes y que nunca falla: Soria y Burgos. Tras saludar a la catedral que cumplía 800 años y cenar copiosa y maravillosamente a sus pies, seguimos ruta hacia Cantabria y Santander, en busca del Cantábrico:

Y así finalizó el verano 2021. La verdad es que comparado con otros años prepandémicos la cosa ha quedado muy sosa, pero dadas las circunstancias nos supieron a gloria estos dos pequeños viajes. Esperemos encarecidamente -no sabéis cuánto- que el verano 2022 dé para un viaje antológico como los anteriores. Os aseguramos que lo disfrutaremos tanto o más como el primero.

Los vídeos de La Ruta Turca

Han pasado casi cinco meses y aún no había compartido en el blog (que fue el inicio de todo TheLongWayNorth, recordémoslo) los vídeos de esta accidentada y aventurera Ruta Turca. Hoy, último día del año tocaría reflexionar sobre el futuro de esta plataforma, y de cómo integrar de una manera lógica el blog, el canal de YouTube, Instagram y otras redes sociales. Pero mira, que no tengo ganas de filosofear. De momento aquí tenéis los cuatro vídeos uno detrás de otro por si queréis hacer un maratón de Jaus y Marypomppins después de las uvas. Pero ya os digo que habrá novedades. Besis.

LA RUTA TURCA 1 (De Barcelona a Sicilia)
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=DTaHG0ViLZw&w=560&h=315]

LA RUTA TURCA 2 (De Sicilia a Capadocia)
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=BAWwqIdIe-A&w=560&h=315]

LA RUTA TURCA 3 (De Capadocia a Belgrado)
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=kJwfePUbMJw&w=560&h=315]

LA RUTA TURCA 4 (De Belgrado a Zaragoza)
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=PZis9p7entw&w=560&h=315]

La Ruta Turca. De Trento a… Milán? (y final). 27-30JUL2019

—Noto algo raro en el manillar —me dijo Belén por el intercomunicador. —Es como si la moto vibrara.

No sabía bien qué era. El neumático trasero se había ido gastando, y yendo cargados es normal que el manillar se mueva cuando no lo agarras fuerte. Pero así de golpe… No me cuadraba. Incluso cogí yo su moto unos cientos de metros y sí es cierto que algo parecía pasar. La verdad es que el asfalto entrenado en Crema** dejaba bastante que desear, pero…

Seguimos así algunos kilómetros. En la siguiente parada revisé si había juego en la rueda trasera y… zasca! Vi la viruta de metal que salía del alojamiento del rodamiento. Se acabó. No podíamos continuar.

“¡Qué mala suerte!”, pensé. Porque ya es mucha mala suerte que en un mismo viaje te roben la moto, te quedes sin pastillas de freno en la Turquía profunda, o rompas un rodamiento de la moto. Dan ganas de tirarlo todo por la borda, coger un avión y regresar a casa. Necesito descansar ya de tanta tensión. No podemos estar solucionando problema tras problema día tras día. Es agotador. Faltaban solamente dos días y… “Qué mala suerte”, me volví a repetir.

Que sí, que hay que revisar las motos antes de afrontar un viaje de más de 10.000 kilómetros. Y sí, la moto de Belén había pasado no una sino dos veces por el mecánico justo antes del viaje para tenerla a punto y sin problemas. Pero a veces tienes mala suerte. Esa mala suerte que te pone justo en el límite de tu aguante. Porque ya son muchos cambios de planes. Ya son muchos encajes de bolillos para poder seguir con este viaje inolvidable. “Te acordarás de él toda la vida”, me decís algunos. Pues qué quieres que te diga… me gustaría recordarlo por otras cosas, la verdad.

Y es mala suerte que no os pueda hablar con más entusiasmo del Lago di Garda***, de la Strada della Forra*** o de la Iglesia de Santa Maria della Croce en Crema. Porque no estoy de ánimos. Llevamos un día perdido en Milán esperando que mañana lunes abran el taller y poder arreglar la moto. Porque es mala suerte que tengamos que estar sí o sí el martes en España. Se acabaron las carreteritas secundarias y las visitas programadas. Ya no habrá más estrellas detrás de un nombre de pueblo. Nos tocará, en el mejor de los casos, volver por autopista a toda prisa. No me digáis que no es mala suerte.

Pero en realidad no sabría etiquetar a la suerte como buena o mala. Porque también podría decir que encontrar a Merkel, la Renacida una semana después que la robaran es de tener muchísima buena suerte. Y prácticamente sin ningún rasguño. Es de excepcional suerte entrar en ese club de gente a la que le han robado la moto y la han recuperado. Somos muy pocos.

Y es muchísima suerte encontrar un cuarteto de amigos turcos entraditos en años que se desvivieran por teléfono para encontrarnos unas pastillas de freno, aunque fuera a cien kilómetros de distancia. Porque nadie le preguntó nada al hombre ese. Se acercó y preguntó. Y todo lo demás lo hizo porque quiso. Y sus amigos lo mismo. Fue una gran suerte encontrarlos.

O romper el rodamiento en Milán y no en un pueblo perdido de la mano de Dios. Y que fuera un sábado por la tarde. Gran suerte poder haber tenido tiempo de subir al techo del Duomo de Milán***. No lo hubiéramos hecho de otro modo.

O contar con el RACC para que también eche una mano. O por supuesto tener amigos como José Luis, Xavi, Dani o Eduard que nos han ayudado enormemente en solucionar el problema de los rodamientos (si todo sale bien, claro). Eso sí es tener muy buena suerte. O los cientos de amigos que nos habéis apoyado en cualquiera de estos imprevistos de viaje. Nos habéis dado muchos ánimos, en serio. Habéis sido fundamentales.

Así que… ¿Puedo decir que hemos tenido mala suerte? Para nada. Creo que nos llevamos de este viaje mil veces más de lo que nos ha quitado. Porque si algo he aprendido en este viaje es que la suerte no es ni buena ni mala. Buena o mala es la actitud con la que afrontas los problemas. Y en eso, sin duda, hemos ganado la batalla.

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Y los post se acaban aquí, porque no tiene mucho sentido escribir sobre las bondades de las autopistas italianas y francesas. Si la suerte nos acompaña, claro. Gracias por seguirnos durante este viaje inolvidable.

La Ruta Turca. De Skofja Loka a Trento. 26JUL2019

Hoy hemos hecho de instagramers. Sí, de esos que ponen fotos de lugares idílicos pero que luego cuando vas hay cosas que no te han contado. El lago Bled***, vamos. Estupendas aguas cristalinas, la isla maravillosa con la iglesia, el castillo allá en lo alto… Pero nadie te ha contado que te has de chupar cuarenta minutos de caravana para poder llegar. Y luego ¡busca aparcamiento! Y eso que vamos en moto. Que sí que es precioso y tal y tal. Pero ya he venido dos veces. No me merece la pena otra cola.

Y luego la cosa era entrar en Italia por los Dolomitas***. O más bien rozándolos después de pasar a Austria unas decenas de kilómetros. Ya los vimos en profundidad hace tres años y ahora el objetivo es volver a casa. Pero siguen impresionando. Lástima que en la frontera ha empezado a diluviar.

Bajo la lluvia nos hemos planteado si valía la pena el otro punto programado para la ruta de hoy. Otro lago de instagramer de aguas con mil tonos de verdes y unas magníficas paredes rocosas enfrente. Una pasada que te lleva a los 300 likes fijo. Pero lo que nadie te cuenta es que están talando gran parte de los bosques de abetos de los alrededores, que en el parking hay que pagar (menos mal que a la hora que hemos llegado ya no, y no había nadie, que a horas más normales eso de e estar petado), y que es lo suficientemente pequeño para que piense que es una mierdecilla de lago. Pero no, solo por las fotos que salen chulísimas os sigo recomendando visitar el lago Carezza***.

Pero si no te lo han contado, tienes que ir a Trento***. Y mira que ayer al planificar la ruta no era el plan dormir aquí. Pero cosas de que está carísimo el alojamiento en el Lago di Garda, y que al desviarnos para ver el Carezza íbamos a llegar más tarde han hecho que paráramos a dormir aquí. Y vaya sorpresón. Aquí no se harán fotos los instagramers ( o sí, que de todo hay). Pero ver la espectacular catedral y sobre todo su plaza del Duomo ha sido casi lo mejor del día. Y eso que hoy todo ha sido tres estrellas. Las fotos, mejor mañana de día. Que hemos decidido perder un poco de tiempo en visitarla mínimamente para querer volver. Sobre todo si volveremos a comer unos farfalle con ragú de ciervo.