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De Durrës a Campobasso. La Ruta del Adriático. 15

La travesía en ferry desde Durrës a Bari fue muy placentera, exceptuando los ruidosos motores que parecía teníamos al otro lado del tabique. La salida del barco, algo caótica, como corresponde a un ferry entre Albania e Italia. La primera parada la hacemos en el propio Bari, y paseamos por las callejuelas del centro, visitando tanto la basílica de San Nicola como la Catedral de San Sabino. Ambas de una piedra blanca, blanquísima, y con una estructura románica muy similar, como también veremos en otras poblaciones costeras. Un desayuno con un capuchino bien hecho y un bote de Nutella rodeado de croissant y ya habíamos cargado pilas.

Molfetta era el siguiente punto. Calco estructural de Bari, con un centro histórico lleno de callejuelas y el Duomo de San Corrado junto a la playa, también románico, algo más coqueto que los de su vecina Bari.

Desde ahí, nos trasladamos algo al interior, hasta Castel del Monte, que sorprendentemente es un castillo que está en lo alto de un monte. ¿Casualidad? ¡No lo creo!. Así, redondo y rotundo. Pero con un parking de pago que además se encontraba bastante lejos del propio castillo. Así que abortamos misión, parada para foto lejana y para la costa de nuevo.

Trani y Barletta tienen iglesias casi calcadas también con piedra blanca (que se ve que es piedra de Trani). De todas ellas, quizá me quedo con la de Trani, con ese campanario con el arco abajo, rodeada de una despejada plaza y al lado del Adriático.

Hacia Foggia las carreteras son estúpidamente rectas. Más bien autovías, de dos carriles, desiertas y tremendamente bacheadas. Y con unos límites de velocidad caprichosos y ridículos que nadie en su sano juicio respetaría. Y en Foggia… ni un alma por la calle. Lunes festivo… Pasamos hacia su catedral, también blanca pero ya de otro estilo más neoclásico. Y es que fue restaurada tras un terremoto.

Y después de la noche del ferry, traslado al hotel en Campobasso. Las carreteras siguieron rectas, desiertas y bacheadas hasta los últimos 20 kilómetros, donde nos desperezamos un poco y disfrutamos de las Multistrada, que ya se estaban quejando de tanto bache.

Hoy nos despedimos temporalmente del Adriático y nos vamos hacia el Tirreno, pero en unos días volveremos a verlo. Buenas noches.

Del Lago Ohrid a Durrës. La Ruta Adriática. 14

Bueno, tercera vez que atravesamos Albania y siempre demasiado de puntillas. Desde el 2011 hasta ahora han pasado años y el progreso ha ido llegando al país. De todas formas sigue siendo habitual ver algún que otro carro tirado por burros y los niños sueltos en el asiento trasero del coche sacando todo el cuerpo por la ventanilla. Pero sin duda mucho menos que antes.

Lo primero que teníamos que hacer al pasar la frontera era buscar una gasolinera, ya que los dos íbamos secos. Y no una cualquiera, sino una en la que pudieras pagar con tarjeta de crédito. En nuestros viajes anteriores ya sabíamos que había que tener cuidado con eso. Pues hasta en eso el país ha progresado: a la segunda, pudimos llenar los depósitos de las Ducati.

La primera parada fue en Elbasan, para descansar un poco y comenzar a cogerle el pulso al país. Es domingo por la mañana, y las calles están muy animadas. La gente ocupa las terrazas y las familias pasean por los bulevares. Nosotros encontramos rápidamente dónde comprar la pegatina y el imán de rigor, por lo que tenemos una preocupación menos.

La parada para comer tuvo su miga: nada más apagar el hornillo con los teriyaqui a punto comenzó a caer una tormenta del copón. Intentamos recogerlo todo y comer rápido, pero estaba demasiado caliente y al coger la cacerola se nos ha caído casi todo… Un desastre, vamos. Así que decidimos ponernos los chubasqueros (que total, no sé para qué) y seguir hacia Berat.

La zona antigua de Berat es digna de visitar, con sus casas blancas repletas de ventanas que parecen mirarte desde todos lados. Dimos un agradable paseo, ya con sol -es la tónica de todos los días, tormentas fuertes estilo Noé y su arca pero de pocos minutos de duración- y seguimos hacia la capital.

En Tirana es donde más hemos notado el progreso del país: en 2011 rodeamos una plaza con calles levantadas, mucho tráfico y algún edificio de corte soviético. En 2019 la cosa ya estaba mejor, al menos sin obras. Pero en 2022 ya no hay tráfico, han peatonalizado toda la zona y hay enormes rascacielos en construcción. Supongo que todo progreso es bueno, y que yo como turista quiero ver contrastes, pero en realidad ahora el centro de la capital no es mucho más diferente a cualquier otra ciudad europea. Si transitas por las afueras, la cosa cambia, pero sin duda ya no es como hace 11 años.

Ya casi de noche, seguimos ruta hacia Durrës, de donde sale el ferry que cogeremos esta noche hasta Bari. Nada recomendable viajar por esas autovías peligrosas ya con luz, así que a oscuras no te digo nada: el coche que se mete sin avisar, los perros en el arcén la bicicleta en contradirección y los Q8 a toda pastilla por el carril izquierdo. De locos.

Tras un buen rato de espera para cruzar la aduana, finalmente nos acomodamos en nuestro camarote, situado en el subsuelo del ferry, al más puro estilo DiCaprio en Titanic. Mientras la clase alta baila  en las cubiertas superiores, nosotros intentaremos dormir seguramente por debajo de la línea de flotación del barco. Afortunadamente he visto una puerta donde creo que cabríamos flotando los dos.

De Skopje al Lago Ohrid. La Ruta Adriática. 13

A ver, que llevo 3 meses planificando este viaje y va y resulta que desayunando hoy decidimos cambiar todo el itinerario de hoy. Eso antes me asustaba, necesito llevarlo todo planificado. Pero cuando el resultado de la improvisación es bueno, la satisfacción es mayor. Y es que me encanta que los planes salgan bien, sobre todo cuando son improvisados.

Comenzábamos el día en Skopje lloviendo. Que si nos ponemos los chubasqueros, que si no… Que si vamos a buscarlos a la moto, que si patatín patatán… Pasó lo que suele pasar: que cuando al final te subes en la moto ya no llueve más. Y tiramos hacia Tetovo para volver a visitar su mezquita de los naipes. Ya la vimos en un viaje anterior, de hecho en lugar de hacia el oeste lo planificado era ir hacia el este… pero al final decidimos que no, que volvíamos a verla y a intentar entrar. Pero que si velo por aquí, que si quitarnos las botas por allá,… habíamos dejado todo en las motos sin atar,… que si entraba un grupo con mucha gente con lo pequeño que es la mezquita… Que la hemos dejado para otro viaje, vamos.

Seguimos por una concurrida carretera que llega hasta Ohrid, pero nos desviamos por la R1305 hacia Bitola. Pedazo de carretera, con un buen puñado de kilómetros recién asfaltados donde hemos disfrutado de lo lindo con las Ducati. Un nuevo desvío, una carretera de montaña y llegamos a Krushevo, colgado de las montañas y con medio Macedonia a sus pies. Allí tienen un monumento conmemorativo a la lucha por la independencia del país del imperio Otomano, y por extensión a los caídos en todas las guerras: el Makedonium. Parece una maza de guerra o una bomba que explota… pero a mi me sigue pareciendo un COVID…

Volvemos sobre nuestros pasos volviendo a circular por la R1305, pero ahora con algo más de precaución porque comienza a llover. Paramos en un remoto pueblo, Zeleznec y Belén se come unas cuantas ciruelas de un árbol… En ese momento soy consciente que será feliz el resto del día.

Ohrid nos depara un bonito paseo por sus empinadas callejuelas de la ciudad antigua hasta llegar a una preciosa vista de la Iglesia de San Juan de Kaneo sobre el precioso lago Ohrid.

Después, bordeamos el lago hasta llegar a Sveti Naum, en cuyo monasterio tenemos hoy hotel. Tras algo de nervios para encontrar la entrada al hotel cargados con todo el equipaje y disfrutar de un raro arcoíris triple, conseguimos cenar en un pequeño restaurante junto al lago donde ya estuvimos en otro viaje y donde parece que del lago sale permanentemente un intrigante humo misterioso. Mañana entraremos en Albania y la recorreremos durante todo el día hasta embarcarnos en Dürres rumbo a Bari. Así que puede que no podamos subir la crónica. De todas formas, hasta mañana.

De Berane a Skopje. La Ruta del Adriático. 12

Kosovo, ese país que España no reconoce y sigue sigue sonando a guerra cercana. Donde tu seguro no cubre tu vehículo y donde mejor no te sellen el pasaporte si piensas entrar en Serbia… Mola, no?

Salimos de Berane, aún en Montenegro con escasos 17ºC. Comenzamos a subiré el puerto de montaña que nos llevaría hasta los 1700 metros de altitud mientras ardillas y corzos se nos van cruzando por la carretera. De pronto, el control de pasaportes montenegrino. Y unos cuantos kilómetros más allá, la frontera con Kosovo. Si eres avispado te darás cuenta del pequeño chiringuito que hay antes, donde te harán un seguro para la moto por 10 euros. Y luego… retorno al pasado.

Porque Kosovo es retoceder 40 años atrás, como pasa con Albania (aunque cada vez menos). Coches sin matrícula, conductores sin cinturón, motoristas sin casco… Bodas formando caravanas de coches engalanados y con banderas albano-kosovares y pitando como si no hubiera un mañana. Caos circulatorio, muchos coches con matrículas alemanas, austríacas o suecas. Y no cualquier coche. Audi A6, Mercedes AMG, Mustangs… Todos de alta gama circulando con unas normas de circulación particulares… Especial cuanto menos.

Las primeras paradas son en la iglesia ortodoxa serbia de Pejan y en el Monasterio de Visoki Dechani. Como era de esperar, unos interiores profusamente decorados al más puro estilo ortodoxo. Pero por fuera… fuerzas de la KFOR, con su vehículo militar y con necesidad de enseñar los DNI para entrar. Es una pena que se tenga que utilizar fuerza bruta militar para proteger la cultura… pero el mundo es así.

Luego, y tras una laaaaarga y agónica entrada en Pristina, llegamos a la Biblioteca Nacional de Kosovo. Me hizo gracia que digan que es el edificio más feo de todo Kosovo. Una fusión de ideas albano-kosovares y serbias, en lo que fue un intento de la antigua Yugoslavia de unificar pueblos. El resultado bien lo puedes valorar tú. A mi, personalmente, me gusta.

Y tras la lluvia vespertina de costumbre, y tras una laaaarga cola en la frontera, entramos en Macedonia. Esta noche la pasaremos en Skopje. Su centro, megalómano. Grandes banderas macedonias, enormes estatuas ecuestres y no ecuestres, edificios gigantescos de dudoso gusto neoclásico… Y finalmente, un agradable paseo por el antiguo bazar, que nos recuerda su pasado otomano.

En definitiva, un día de contrastes, que es lo que en general buscamos en nuestros viajes. Por lo tanto, objetivo cumplido. Buenas noches.

De Kotor a Berane. La Ruta del Adriático. 11

Mira que cuando recorrí la Transfaragasan rumana por primera vez pensé que era la carretera asfaltada más dura que había recorrido. Y lo de asfaltada era un decir, porque por aquella época estaba toda desconchada, con tramos de tierra y millones de baches por su cara sur. Pero la P19 y la M9 desde Podgorica hasta Andrijevica han sido mil veces peor. 100 kilómetros sin más de 30 metros rectos. Curvas de 1ª o 2ª, llenas de baches, pésimo asfalto y estrechísimo. Habíamos venido a jugar, no?

Salimos de Kotor sin rastros de los incendios de ayer, afortunadamente. El primer punto era subir por la carretera llena de tornantis para ver la bahía de Kotor desde lo alto, cosa que en realidad ya hicimos ayer desde otro punto. Cuando vi el inicio de la subida (que en realidad no era la carretera, sino caminos de acceso para llegar hasta ella), pensé en Belén y decidí ahorrarle el mal trago (y más lo hubiera hecho sabiendo lo que le espararía después…). Así que tiramos directamente hacia Budva, que se encuentra a pocos kilómetros.

Desde Kotor hasta Budva puedes disfrutar, si el tráfico no te lo impide, de magníficas vistas del Adriático. Todo es maravilloso hasta que entras en la ciudad, 100% turística y volcada en el turismo de playa, que es peor. Pero la ciudad vieja, completamente amurallada al estilo Kotor me llamaba la atención. Tras dejar la moto algo lejos, y no como los italianos que se pasaron impunemente la barrera que impedía el acceso a los no autorizados (tengo que pensar en ser más latino y menos noruego…), paseamos por las estrechas callejuelas. Y sí, es un sucedáneo de Kotor,… pero no le llega ni a la suela de los zapatos.

A pocos kilómetros se encuentra la exclusiva Sveti Stefan, una isla solo conectada con la costa por un estrecho puente. En un viaje anterior habíamos llegado hasta la mismísima barrera de acceso, pero la foto no me decía mucho. Esta vez nos paramos en el mirador que hay en la carretera, y las vistas son mucho mejores para hacerse una idea de conjunto.

Un consejo: si no queréis que os pase como a los moteros húngaros que llevábamos delante, cerramos todas las cremalleras donde llevéis objetos de valor, no vaya a ser que se os desparramen por la carretera billetes, documentación y tarjetas de crédito. Aún deben estar buscando la VISA.

Después de eso, ascendimos los más de 500 metros de la montaña costera y nos adentramos en el interior, hasta Podgorica. Tras una breve visita a la catedral ortodoxa, moderna pero con estilo antiguo y profusamente ilustrada con sus frescos en el interior, repusimos fuerzas con cuatro pavías (AKA nectarinas) y enfilamos hacia el norte por la fatídica (pero muy recomendable si tienes ganas de curvas y baches) P19 y M9.

Belén me seguía a pocos metros en todo momento, portándose como una campeona a pesar de la migraña que llevaba encima; si a mi me hiciera la mitad de daño que a ella, estaría llamando al RACC para una repatriación express. Pero ella se comió con patatas los 100 kilómetros de curvas sin rechistar (o rechistando muy poquito y en voz baja).

Y llegamos a Berane con fresco, y disfrutamos de una buena cena a base de pollo con salsa espectacular y un rollo rebozado también de pollo pero con cecina y queso. Y hasta (casi) supimos pedir un cortado! Ahora a reponer fuerzas que mañana tocan dos países y dos fronteras.

De Trebinje a Kotor. La Ruta del Adriático. 10

Mira que de Trebinje a Kotor hay algo menos de 40 kilómetros, pero nos ha dado para echar el día… y al final han salido unos 400. Porque eso ya tan manido de que lo importante no es el destino sino el camino, es una verdad como un templo.

La cosa era tirar por Bosnia hacia el norte buscando el paso a Montenegro por el Cañón de Piva. Para ello, hemos pasado por el parque natural de Tjentiste, con unas montañas de altura considerable y desfiladeros de angostura más considerable aún. Poco después, el monumento recuerdo de la batalla de Tjentiste, una burrada de esas que hacían los socialistas de Tito.

Las últimas carreteras de Bosnia y Herzegovina nos han despedido con desprendimientos y tramos de tierra, mientras excavadoras intentaban arreglar el desaguisado. Finalmente, la frontera con Montenegro en un viejo puente metálico de piso de madera.

Montenegro es fiel a su nombre, y lo que no falta son sus montes. Desgraciadamente negros muchos de ellos por culpa de los incendios que lo están asolando. De hecho, ahora desde Kotor se puede contemplar el triste espectáculo de las llamas que rasgan la negrura de la noche. Desolador.

Pero lo primero que nos hemos encontrado al entrar al país es el Piva Canyon. Sin duda la zona previa a la presa es la mejor, y te coge por sorpresa. Decenas de túneles excavados en la roca viva hacen que la carretera pueda discurrir por las escarpadísimas laderas del cañón. Pero una vez pasas la presa, te encuentras con las aguas esmeraldas del embalse, que hoy además tenían un bajísimo nivel de agua. Esmeralda, eso sí.

Comimos en el parking del Pivski Manastir después de admirar sus preciosos frescos que lo cubren completamente, columnas, techos, paredes… como debe ser en un monasterio ortodoxo que se precie.

La siguiente parada era otro monasterio, el de Ostrog, que se encuentra encaramado en la roca, a casi 1000 metros de altura sobre el fondo del valle. Para llegar allí debes sufrir la penitencia de una estrecha carretera repleta de tornantis de los más retorcidos que he hecho en mi vida, incluidos los de la bajada a Chiavenna del Splugenpass. Con este son ya tres los edificios religiosos incrustados en la roca que  visitamos en este viaje, junto con la Madonna della Corona y el Dervish House de ayer.

Seguimos ya con la tormenta vespertina de turno a nuestras espaldas que finalmente solo nos mojó unos 10 minutos, y avanzamos hacia la bahía de Kotor. Previamente, un accidente grave cortaba la carretera. Es intrigante que con lo agresivo que conducen en estos países siempre sea en Montenegro donde veamos los accidentes, ya nos pasó en uno de nuestros viajes previos.

Y con Kotor en la lejanía, el protagonismo lo robaba el incendio que asolaba las enormes paredes boscosas de los montes que rodean la bahía. En varios puntos salían columnas de humo, mientras un par de helicópteros intentaban sofocarlos inútilmente. Un intenso olor a leña quemada nos ha acompañado hasta prácticamente dentro de la habitación del hotel.

Kotor… ¡Qué decir de esta maravilla! Es la primera vez en el viaje que repito una visita y me parece 100 veces más impresionante que el recuerdo que tenía. Callejear por sus angostas callejuelas, encontrarte agradables placitas donde te sorprende una vieja iglesia o un cuarteto de cuerda,… A pesar del gentío el pasear por su laberinto de calles es de lo más amable. Sin duda, Kotor ha pasado a ser, en su segundo intento, uno de mis lugares favoritos de este planeta. Si el fuego se apiada de él.

De Mostar a Trebinje. La Ruta del Adriático. 9

Desgraciadamente en cada viaje tengo algún día cruzado. Pues en este, ha sido hoy. Y la mala leche se va acumulando a lo largo del día por pequeñas cositas que me van pasando, como que no se me haya cargado el móvil por la noche o que se me haya roto el candado que asegura la bolsa impermeable. Son chorradas pero que si me pillan en uno de esos días cruzados yo las interpreto como verdaderas afrentas del destino. Así que agarrémonos que vienen curvas y el día es muy largo. ¿Qué más puede pasar?

Salimos de Mostar con el móvil cargando de la batería externa y mi bolsa impermeable asegurada con otro candado que llevo. A pocos kilómetros se encuentra Dervish House, un monasterio sufí que parece incrustado en la roca. Muy al estilo de la Madonna della Corona de hace unos días. Allí me enfrento al señor del parking que me quería hacer pagar 2€ por las motos… cuando a pocos metros podíamos aparcarlas gratis en la calle. No sabía el pobre aparcacoches que yo tenía el día cruzado.

Pocos kilómetros después paramos en Pocitelj, un pequeño pueblo encaramado a la montaña con infinidad de escalones y unas cuantas calles de piedra, una torre, una fortaleza y una mezquita, todo bastante diseminado. Ya lo tenía catalogado como de 1 estrella (sobre un máximo de 3)… y así se quedará. Pasable.

Seguimos por la M6 dirección Trebinje, donde tenemos el hotel. Es pronto, pero nos dejan ya la habitación por lo que nos cambiamos y nos ponemos cómodos para pasar la frontera con Croacia y visitar Dubrovnik. La carretera con curvas chulas, y una vez en Croacia se despeña hacia el Adriático regalándonos unas vistas de la Perla del Adriático de lo más motivadoras (por cierto, mi cabreo ya estaba solucionado a esas horas).

Una vez en Dubrovnik y de aparcar la moto como campeones a escasos 20 metros de una de las puertas de entrada de la ciudad antigua, sobreviene el agobio: riadas y riadas de personas inundan la ciudad por todos los rincones. Ya recordaba lo más interesante de la ciudad, pero notaba que esta vez no me estaba gustando tanto. ¿Sería que cuando vuelves a un sitio que ya conoces nunca lo disfrutas como la primera vez? Puede ser, pero mira que he estado veces en Venecia y es cierto que la emoción es diferente, pero la disfruté mucho hace unos días. Posiblemente era la gente. O el tipo de turismo al que va encaminado: turismo de crucero, mucho souvenir, mucho terraceo, nada auténtico… Al final disfruto más de la pequeña carretera que tiene unas vistas espectaculares o de la pequeña iglesia ortodoxa en cualquier pequeño pueblo.

Sea como fuere, después de dos o tres horas en Dubrovnik decidimos largarnos a cenar a Trebinje: los precios en Bosnia están mucho más ajustados y la comida es mucho más “auténtica” que en una terraza para turistas. Cordero y ternera asados con patatitas y cebolla. Ni tan mal. Mañana seguiremos explorando Bosnia hacia el norte, para entrar en Montenegro por el Cañón del Piva y en teoría intentaremos llegar a Kotor. A ver cómo se da el día. Buenas noches.

De Bihac a Mostar. La Ruta del Adriático. 8

“Caer chuzos de punta”: fig. coloq. loc. Dícese de la cantidad de agua que les han caído a Belén y Sergio camino de Mostar. 

Y mira que el día comenzaba bien con sus 19 graditos y un sol radiante. Y así iniciamos viaje por Bosnia y Herzegovina en lo que sería un día espectacular sobre la moto (hasta llegar a los chuzos de punta, claro).

Primera anotación: La M14 desde Bihac hasta Bosanska Krupa es una pura maravilla. El asfalto así así, pero los paisajes… El río bravío en algunos momentos, calmado y cristalino en otros, con pequeñas islitas plagadas de árboles, juncos aquí y allí… Y decenas de pasos a nivel sin barrera (es Bosnia, ¿qué querías?).

Después de un buen rato llegamos a Banja Luka, y fuimos directos a ver su catedral ortodoxa. Coqueta, muy fotogénica. Y por dentro, como corresponde, con iconos de fondo dorado y los techos profusamente pintados con pantocrator, vírgenes y santos en vivos colores. De dentro, por respeto, decidimos no hacer fotos, porque la gran mayoría de la gente que había allí no estaba de turismo.

Segunda anotación: La M16 desde poco después de salir de Banja Luka hasta casi Jajce es también de una belleza espectacular: transitas junto al río Vrbas y sus colores turquesas, algunas veces anchísimo como cuando forma la herradura (vale la pena pararse: el punto sale en google maps). Otras veces más estrecho, cruzado por puentes que en su día después de la guerra fueron provisionales, y a día de hoy parecen definitivos. Alguno estaba igual que cuando lo fotografié allá hace unos 11 años.

Jajce tiene una cascada de 17 metros que nos hizo sudar para encontrar desde dónde verla. Hay unos miradores en un lado, pero habíamos leído que eran de pago y te quedabas empapado de lo cerca que estabas. En realidad, desde el aparcamiento de esos miradores ya se puede hacer la foto. Pero nosotros fuimos desde el pueblo, que da a una especie de jardines. Aprovechamos para comer nuestras ensaladísimas (esta vez trajimos tenedores… bueno, tenedor, que cometimos un error de selección al traerlos).

Y a partir de ahí… el diluvio. Dos truenos y aparecieron los chuzos, de punta, sin punta, del través y del revés. Paramos en una gasolinera a forrarnos de chubasqueros y seguir para delante. Pero fueron tres horas sin parar de llover, con relámpagos y truenos resonando en todos lados. Seguíamos hacia Jablanica y Mostar. A la hora de parar en una gasolinera, elegimos una por tener un precio ajustado… ¡Error! Al ir a pagar… la tormenta le había dejado sin internet, y el datáfono se negaba a colaborar. ¡Y no llevábamos efectivo! La única solución fue dejar a Belén en prenda y retroceder 10 kilómetros hacia atrás bajo la tormenta a sacar dinero en un cajero. Y volver a la gasolinera, claro…

Tercera anotación, ya más conocida: la M17 desde Jablanica a Mostar la carretera vuelve a ser espectacular, con unas montañas que suben desordenadas desde la orilla del río Neretva. Comenzaba a amainar, y hasta casi salir tímidamente el sol y el arcoíris, lo que nos permitió levantar la vista del húmedo asfalto y admirar esa naturaleza agreste.

Y en Mostar… pues ya no llovía. Paramos en el hotel, nos despojamos de la ropa mojada, salimos a cruzar el puente justo para ver el saltador (hay unos tipos que saltan por cuatro monedas casi cada hora en punto), y cenar con los pocos marcos bosnios que quedaban admirando el puente iluminado mientras los muyahidines llamaban a la oración desde los múltiples minaretes. En definitiva, y a pesar de los chuzos de punta, uno de los mejores días del viaje. ¡Y anda que no quedan aún días para superarlo!

 

De Novo Mesto a Bihac (BiH). La Ruta del Adriático. 7

Cuando comienzo a ver mezquitas, las calles huelen a cordero a la brasa y el camarero te entiende a medias cuando le hablas en inglés, es que he llegado a donde quería llegar. El viaje por fin ha empezado a ser trascendente, de esos que recuerdas año tras año: “¿te acuerdas cuando el camarero me traía una cerveza más en lugar de traerme la cuenta?”. Si, hemos llegado a Bosnia y Herzegovina.

Hemos empezado el viaje en Eslovenia, con mucha calma ya que debido a la improvisación de ayer, hoy debíamos hacer pocos kilómetros. Pero cruzaríamos un par de fronteras. En Novo Mesto, al lado del hotel, fuimos a ver su castillo, que más que castillo era un caserón del siglo XVIII. Pero con encanto. Después de eso, y sin encontrar -por enésima vez- una pegatina de Eslovenia, pasamos la frontera croata.

Seguimos la ruta, hasta que vimos en Ribnik un precioso castillo circular que no teníamos  previsto encontrar. Muy fotogénico. Además, con escasos 20ºC y cielos nublados todo nos parecía 100 veces más maravilloso que los días previos, donde el calor no favorecía disfrutar de prácticamente nada.

Seguimos hasta el castillo de Frankopan, que en realidad sería mucho más antiguo pero no era nada del otro mundo, al menos a nivel estético. Dos fotos de rigor y seguimos ruta entre frescos bosques, verdes laderas y pastos con olor a heno. La siguiente parada era el monumento Banija & Kordum, que es de estos de la antigua Yugoslavia que están medio destartalados pero que a mi me gustan tanto. Pero a 3km de llegar la carretera presentaba unas barreras que dejaban claro que por ahí no se podía pasar. Paramos un rato a descansar a su lado hasta que vimos una pareja croata con una V-Storm que venían desde el otro lado de la barrera. Intentaban pasar por una pasarela de madera medio podrida que en realidad era el camino peatonal que salvaba la barrera. Lo vi en dificultades así que me ofrecí a ayudarles empujando su moto. Entre los cuatro, conseguimos que pasara. Hacía tiempo que no sentía ese espíritu de camaradería entre moteros, más allá de hacer “V’s” cuando te cruzas. Pasamos un agradable rato charlando de esas cosas que hablamos los moteros.

Tocaba pasar de frontera nuevamente, esta vez a Bosnia y Herzegovina. La frontera fue más trabajada con control de documentos nuestros y de las Ducati. Todo en orden, podíamos seguir camino. A poco de pasar la frontera abortamos la idea de llegar hasta el castillo de Velika Kadusa, debido fuertes rampones sin asfalto que llegaban hasta él. Seguimos camino con tranquilidad, parándonos a comer a pie de carretera en una antigua parada de autobús, quedaba poco más de media hora para llegar al hotel e íbamos genial de tiempo.

La última visita programada del día era el castillo de Ostrozac. Sin mucha idea de si había que pagar o no, acabamos en sus jardines interiores lleno de esculturas pintorescas. Admiramos su arquitectura y salimos sigilosamente por si en un descuido nos habíamos saltado las taquillas.

A pocos kilómetros de allí encontramos nuestro hotel, nuevo, de gran categoría y barato: otro de los alicientes de estos países balcánicos. Descansamos, hicimos la colada y por la noche dimos una vuelta por la ciudad cenando comida local (con algún que otro problema idiomático con el camarero, que confundía “bill” con “beer” y de poco me trae otra! Mañana toca viajar por Bosnia, con temperatura similar y seguro que con tan buenas sensaciones como las que nos ha deparado el día de hoy.

De Venecia a Novo Mesto (Eslovenia). La Ruta Adriática. 6

Sí, es el capítulo 6 porque ayer era el 5. ¿Que no hubo capítulo? Vale. Pero hubiera sido el 5. Aclarado este importante tema, vamos al lío.

Mira que me las prometía felices cuando hemos salido del hotel de Mestre con 29ºC… Pero pocos kilómetros después ya estábamos a los habituales 36ºC. Algo más nublado, lo que en ocasiones la sombra te daba algo de tregua. La primera parada fue Palmanova, una belleza de sitio… siempre que lo veas a vista de pájaro. Patrimonio de la Unesco y todo, fundamentalmente por ser una ciudad fortificada en forma de estrella, con muralla, foso y toda la mandanga. Calle radiales, algunas calles perimetrales… Una gozada para el viajero con algo de TOC como yo. Pero lo chulo es verla desde el aire. Si has llegado a este blog buscando consejos de viaje por la zona, ya te digo que mejor te vayas a Údine y no pierdas el tiempo en Palmanova.

Desde allí, y ya con 38ºC seguimos avanzando penosamente por las carreteras que transcurren entre polígonos, de rotonda en rotonda, buscando la frontera con Eslovenia. En Koper (o Capodistria, que es más explicativo, al ser la primera localidad de la península de Istria), acabamos refugiándonos en un McDonalds para comer una ensalada. Seguimos después caravana tras caravana hacia Piran, que ya habíamos visitado otras veces, pero nos apetecía volver. Pues misión fallida. Ya no puedes llegar al pueblo, te cortan el paso unas barreras que te obligan a aparcar en el parking de pago… y no encontramos sitio gratuito para las motos, así que un poco agobiados abortamos misión y nos fuimos hacia el interior.

Y allí todo cambió. La temperatura comenzó a bajar. Soplaba un viento con algo de frescura prominente de las tormentas cercanas que nos alivió. Y las carreteras volvieron a ser carreteras, serpenteando entre colinas, bosques y pequeños pueblos pintorescos. Y así, con esta alegría en el cuerpo llegamos al Castillo de Predjama, que volvíamos a visitar 10 años después de nuestro primer viaje a Estambul. Allí estaba, impertérrito. Sin siquiera reaccionar a lo que ha cambiado el mundo tras la pandemia. Por él no pasan los años.

Después, una rareza. El Monasterio de Bistra. No estaba previsto en la ruta hasta ayer, cuando cambiamos el destino -que inicialmente era Pula- debido a lo desorbitado del precio de los hoteles en la costa croata. Así que buscando un hotel medianamente asequible hemos acabado en el interior de Eslovenia, cerca de Ljubljana. Y pasando por este pequeño y coqueto monasterio que más bien parece un castillo medieval, donde la carretera atraviesa incluso una de sus puertas.

Y aquí me tienes, en Novo Mesto intentando metabolizar la jarra de cerveza y la barbaridad de comida de la cena. No me digas qué era… porque uno era un plato “sorpresa” donde se combinaban mejillones, cigalas, pulpo y palitos de cangrejo con una sabrosa salsa de tomate con ingentes cantidades de queso fundido. Y el otro plato, también se las traía, pollo con queso y jamón, todo rebozado y nadando en un mar de patata gratinada. Al menos, hemos podido pedir “café con leche pequeño, con poco café y descafeinado”. Lo que viene siendo un cortado descafeinado corto de café. Después, paseo nocturno por el parking del hotel para ver… ¡un pedazo de avión que tienen aquí aparcado! Pero no una Cessna, no… Diría que es todo un CRJ700. Finalmente, hemos comenzado a encontrar lo que veníamos buscando: reencontrarnos con estas peculiaridades que te hacen disfrutar cada minuto del viaje. Buenas noches.